Comercialización de las familias monoparentales

A lo largo de los años, siempre han existido modelos de familia con un solo progenitor adulto al cargo de los descendientes fruto de diversos hechos sociales que, en su mayoría, salvando algunos como la viudedad, estaban condenados. En la época franquista, mientras que una viuda era acogida política y religiosamente en el sistema, una madre soltera era algo desmedido, fuera totalmente de la normalidad, asociado a trastornos, cuando en realidad, comparten un denominador común: la crianza de sus hijos en soledad.

Un factor que ha ayudado al hecho de que se normalice a las familias monoparentales ha sido la lucha constante y la reivindicación bajo la premisa de que todas las familias son válidas. Pero existe otro factor que ha alzado a la fama a este concepto, quizás no tan bueno, y ha sido el análisis y comparación de la realidad de estas familias. Se ha hablado de un mayor índice de exclusión social de los hijos, absentismo escolar y pobreza en el contexto familiar debido a la entrada de un solo sueldo.

Si bien es cierta la necesidad de la regulación de la Ley en este asunto, las familias con una sola madre (en su mayoría), o un solo padre luchan cada día, sin una voz que les envuelva de manera poderosa en su causa, por reclamar ayudas para subsistir y combatir las desigualdades sociales.

En mi opinión, tras analizar este asunto, mi pensamiento ha ido dirigido hacia la siguiente vertiente: muchísimas familias biparentales han crecido en el seno de un contexto familiar donde solo ha colaborado una de las dos partes, madre o padre, y es cierto que, con más dificultades que en una familia donde ser reciben dos sueldos, la familia ha subsistido con éxito sin caer en situación de pobreza o en ninguna forma de marginación social o escolar. Entonces, llego a la conclusión de que alguna vertiente más, ajena a la económica, debe existir para que esto se dé.

No obstante, defiendo que es totalmente imprescindible e inexcusable romper con este limbo jurídico en el que se encuentran, y que estén reconocidas legislativamente ante todos los aspectos con igualdad de derechos que una familia biparental. Para ello, creo que una medida a tomar sería dotar de más renombre y voz a las diferentes asociaciones y fundaciones que luchan por esta labor. El reconocimiento jurídico de este tipo de medidas supondría un enorme avance social y de apertura de mente, ya que, como se dijo en el vídeo, que existan tales índices de familias monoparentales significa que cada vez hay más mujeres libres de elegir su propia vida y elección personal sin tener dependencia de un progenitor.

Por otra parte, se ha demostrado a partir de numerosos estudios, investigaciones y a través de estadística, como uno de cada cuatro jóvenes ha vivido, alguna vez en su vida, en una familia monoparental. Según la investigación longitudinal de Duncan, uno de cada tres nacidos entre 1966 y 1975 ha vivido un tiempo contando solamente con la figura materna. Aunque estos estudios no reflejen la duración temporal, si deja claro que no es algo exclusivo ni puntual, sino que se da mucho más de lo que creemos, por lo que la regulación es todavía más necesaria.

Si bien es cierto que la idea tradicional de madre soltera ha evolucionado, también lo ha hecho el concepto de monoparental, ya que antes se asociaba directamente a la viudedad y actualmente, a los divorcios o a la libre elección personal. Existe un índice mayor que hace referencia al divorcio, por lo que me voy a centrar en esta variable. Creando una visión holística hacia la problemática, creo que este proceso conlleva una serie de procesos que interfieren en la educación del niño mucho más que los económicos (o de manera más directa). En primer lugar, la disolución matrimonial. Es un proceso que afecta tanto a progenitores como a hijos. Con suerte, no suele ser traumático y no interfiere en el contexto personal del hijo, ya que ellos siempre están en medio en este tipo de situaciones. Por otra parte, la separación personal. No es igual la convivencia que lleva a cabo uno mismo cuando falta una persona en el hogar, y por lo tanto, la dedicación al niño tampoco es igual. La mayoría de divorcios ocurren de manera conflictiva en el hogar, ya que se dan debido a un desacuerdo entre las partes, lo cual no favorece a la situación personal del hijo o los hijos, y por supuesto, tampoco a su educación.

En definitiva, existe una vulnerabilidad real hacia este tipo de familias, que, aunque esté cambiando y mejorando en el tiempo, aun arrastra sus connotaciones tradicionalistas con las que nació, lo que nos cuesta bastante en este país de deshacernos. Ante estas dificultades, se debe actuar como un agente de ayuda social a través de la escucha activa y mediando, diseñando planes de actuación y trabajando colaborativamente para ayudas a los hijos/as en todos los ámbitos de su vida, eliminando conductas que puedan darse como la agresividad.

BIBLIOGRAFÍA

Duncan, G., Yeung, J.W. y Rodgers, W. (1994). Les familles monoparentales aux ÉtatsUnis. Dynamique, niveau de vie et conséquences sur le developpement de l’enfant (Population), 6, 1419-1436.


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