Comercialización de las familias monoparentales

A lo largo de los años, siempre han existido modelos de familia con un solo progenitor adulto al cargo de los descendientes fruto de diversos hechos sociales que, en su mayoría, salvando algunos como la viudedad, estaban condenados. En la época franquista, mientras que una viuda era acogida política y religiosamente en el sistema, una madre soltera era algo desmedido, fuera totalmente de la normalidad, asociado a trastornos, cuando en realidad, comparten un denominador común: la crianza de sus hijos en soledad.

Un factor que ha ayudado al hecho de que se normalice a las familias monoparentales ha sido la lucha constante y la reivindicación bajo la premisa de que todas las familias son válidas. Pero existe otro factor que ha alzado a la fama a este concepto, quizás no tan bueno, y ha sido el análisis y comparación de la realidad de estas familias. Se ha hablado de un mayor índice de exclusión social de los hijos, absentismo escolar y pobreza en el contexto familiar debido a la entrada de un solo sueldo.

Si bien es cierta la necesidad de la regulación de la Ley en este asunto, las familias con una sola madre (en su mayoría), o un solo padre luchan cada día, sin una voz que les envuelva de manera poderosa en su causa, por reclamar ayudas para subsistir y combatir las desigualdades sociales.

En mi opinión, tras analizar este asunto, mi pensamiento ha ido dirigido hacia la siguiente vertiente: muchísimas familias biparentales han crecido en el seno de un contexto familiar donde solo ha colaborado una de las dos partes, madre o padre, y es cierto que, con más dificultades que en una familia donde ser reciben dos sueldos, la familia ha subsistido con éxito sin caer en situación de pobreza o en ninguna forma de marginación social o escolar. Entonces, llego a la conclusión de que alguna vertiente más, ajena a la económica, debe existir para que esto se dé.

No obstante, defiendo que es totalmente imprescindible e inexcusable romper con este limbo jurídico en el que se encuentran, y que estén reconocidas legislativamente ante todos los aspectos con igualdad de derechos que una familia biparental. Para ello, creo que una medida a tomar sería dotar de más renombre y voz a las diferentes asociaciones y fundaciones que luchan por esta labor. El reconocimiento jurídico de este tipo de medidas supondría un enorme avance social y de apertura de mente, ya que, como se dijo en el vídeo, que existan tales índices de familias monoparentales significa que cada vez hay más mujeres libres de elegir su propia vida y elección personal sin tener dependencia de un progenitor.

Por otra parte, se ha demostrado a partir de numerosos estudios, investigaciones y a través de estadística, como uno de cada cuatro jóvenes ha vivido, alguna vez en su vida, en una familia monoparental. Según la investigación longitudinal de Duncan, uno de cada tres nacidos entre 1966 y 1975 ha vivido un tiempo contando solamente con la figura materna. Aunque estos estudios no reflejen la duración temporal, si deja claro que no es algo exclusivo ni puntual, sino que se da mucho más de lo que creemos, por lo que la regulación es todavía más necesaria.

Si bien es cierto que la idea tradicional de madre soltera ha evolucionado, también lo ha hecho el concepto de monoparental, ya que antes se asociaba directamente a la viudedad y actualmente, a los divorcios o a la libre elección personal. Existe un índice mayor que hace referencia al divorcio, por lo que me voy a centrar en esta variable. Creando una visión holística hacia la problemática, creo que este proceso conlleva una serie de procesos que interfieren en la educación del niño mucho más que los económicos (o de manera más directa). En primer lugar, la disolución matrimonial. Es un proceso que afecta tanto a progenitores como a hijos. Con suerte, no suele ser traumático y no interfiere en el contexto personal del hijo, ya que ellos siempre están en medio en este tipo de situaciones. Por otra parte, la separación personal. No es igual la convivencia que lleva a cabo uno mismo cuando falta una persona en el hogar, y por lo tanto, la dedicación al niño tampoco es igual. La mayoría de divorcios ocurren de manera conflictiva en el hogar, ya que se dan debido a un desacuerdo entre las partes, lo cual no favorece a la situación personal del hijo o los hijos, y por supuesto, tampoco a su educación.

En definitiva, existe una vulnerabilidad real hacia este tipo de familias, que, aunque esté cambiando y mejorando en el tiempo, aun arrastra sus connotaciones tradicionalistas con las que nació, lo que nos cuesta bastante en este país de deshacernos. Ante estas dificultades, se debe actuar como un agente de ayuda social a través de la escucha activa y mediando, diseñando planes de actuación y trabajando colaborativamente para ayudas a los hijos/as en todos los ámbitos de su vida, eliminando conductas que puedan darse como la agresividad.

BIBLIOGRAFÍA

Duncan, G., Yeung, J.W. y Rodgers, W. (1994). Les familles monoparentales aux ÉtatsUnis. Dynamique, niveau de vie et conséquences sur le developpement de l’enfant (Population), 6, 1419-1436.

El rechazo femenino en la economía gig

(Bloque II)

La uberización o la economía “colaborativa” (sic)tiene sus números de género con alta representatividad masculina. En la plataforma Uber de Estados Unidos, por ejemplo, las mujeres representan el 14% de los conductores, superando el promedio observado en el mercado tradicional, donde la participación femenina alcanza solo el 8% del sector.

El diccionario de Cambridge define la economía gig como una forma de trabajo que se basa en personas que tienen trabajos temporales o que realizan trabajos ocasionales, cada uno pagado por separado, en lugar de trabajar directamente para un empleador (libre traducción). Una novedad que digitaliza la informalidad y empieza a ganar forma a partir de la crisis económica de 2008.

Las características principales de este trabajo son el uso de tecnología para la prestación de los servicios, personalización del pedido y de la entrega entre el cliente y de la trabajadora o del trabajador, flexibilización por parte de los integrantes de este cuerpo laboral, trabajos temporales – muy marcados por el mundo freelance – y actuación de las empresas en grandes ciudades, donde hay un crecimiento poblacional y una migración masiva.

Foto: El Español

Los aspectos negativos y muy visibles hasta en corto plazo de esta modalidad son: ausencia o baja cobertura por el derecho laboral, protección social, seguridad y salud ocupacional; horarios de trabajo antisociales (por ejemplo, el nocturno); soledad; inseguridad financiera; jornadas interminables; evaluación continua por parte de los clientes que influencian en su salario de manera directa; temporalidad y rotaciones, que puede llevar al agotamiento.

También se puede añadir una atribución de reglas de manera unilateral por parte de la empresa contratante, que lleva a la precarización del sector, causadas por: la geolocalización constante y activa incluso fuera de su momento de trabajo; los tiempos muertos, con el elevado número de repartidores para distribuir cualquier pedido, llevando a la ociosidad dentro de la ventana de horario propuesta para dedicación a la aplicación; fallos técnicos que generan errores en el cálculo de repartidores por hora; y competencia constante entre los repartidores.

En la teoría, sería una buena oportunidad para las mujeres porque fue percibido como una oportunidad más autónoma y flexible, lo que es favorable puesto que ellas llevan en grande parte las cargas de cuidados y tareas domésticas. Además, también disminuiría las barreras de entrada y permanencia en sectores laborales típicamente masculinos.

Foto: Coworkingfy

En la práctica, las dificultades enfrentadas por las mujeres en este tipo de trabajo pueden derivar de la inseguridad que puede venir a través del abuso verbal (acoso, insultos), agresiones sexuales, asalto, intimidación por parte de los usuarios, vulneraciones a la privacidad con búsquedas en redes sociales, peligro por estar en entornos de zonas de criminalidad y turnos nocturnos. En este punto, es posible notar la posibilidad de menos ingresos por parte de las mujeres porque acaban siendo más selectivas para evitar el peligro o la repetición de experiencias traumáticas.

Los mercados siguen enfocando en las ganancias y la tecnología trae una manera de ampliar a nivel de progresión geométrica esta posibilidad. Con la economía gig no es diferente. Si el bienestar de trabajadoras y trabajadores es algo que normalmente no está en la lista de prioridades de grande parte de las empresas, la perspectiva de género aún está muy lejos de ser un punto de atención en estas aplicaciones.

Por lo que se refiera a la atención de estas nuevas empresas en el tema, se ve que el camino es muy largo, es decir, Uber – por ejemplo – tiene una categoría “objetos perdidos” en que muchos clientes usaban para entrar en contacto con las conductoras con distintos fines después que el servicio de transporte se había finalizado, lo que fue objeto de denuncia por varias de ellas. Además, muchos de los incidentes no son comunicados públicamente, quedando en equipes internas de la propia empresa para “resolución”, por esto también se encuentra la dificultad de dar visibilidad a temas como este.

Para finalizar, la uberización no es tan moderna y atractiva como la venden, no es solo “ganar dinero en su tiempo libre haciendo lo que más te gusta cuando tú quieras”. Se puede ver una tecnología que se ha pervertido a moldes graves de controles individuales y falta de consideración al cuerpo de trabajadoras y trabajadores en el ordenamiento jurídico y laboral.

Referencias bibliográficas:

Bustelo, Montserrat, Viollaz, Mariana y Suaya, Agustina. (2019). ¿Cómo acelerar las oportunidades para las mujeres en la economía gig? Factor Trabajo. https://blogs.iadb.org/trabajo/es/como-acelerar-las-oportunidades-para-las-mujeres-en-la-economia-gig/

Forbes Coaches Council. (2019). 12 Ways The Gig Economy May Evolve In 2020 And How It Will Impact The Business World. https://www.forbes.com/sites/forbescoachescouncil/2019/12/13/12-ways-the-gig-economy-may-evolve-in-2020-and-how-it-will-impact-the-business-world/?sh=7efeea51527f

Miedes Ugarte, Blanca. Presentación Unidad 3: Principales condicionantes de la desigualdad de género en el mercado laboral: aspectos reproductivos. Módulo Desigualdades de género en el mercado de trabajo.

Ranz Martín, Rubén et al. (2019). Servicio de Estudios de la Confederación de UGT. El trabajo en las plataformas digitales de reparto.

Williams Jiménez, Iván. Por qué las mujeres no son bienvenidas en la economía gig.

El impacto de la reforma laboral española del 2012 sobre las condiciones de las mujeres.

El mercado del trabajo siempre ha sido objeto de confrontaciones entre los partidos políticos y entre la sociedad civil. En particular la reforma laboral del 2012, aprobada por el Gobierno popular de Mariano Rajoy, ha modificado la reforma antecedente del 2010 del segundo Gobierno de Zapatero. Uno de los cambios más importantes han afectado a las categorías más vulnerables de la sociedad –los jóvenes y las mujeres- ha sido la modificación del artículo 84.2 del Estatuto de los trabajadores, estableciendo que “la regulación de las condiciones establecidas en un convenio de empresa, que podrá negociarse en cualquier momento de la vigencia de convenios colectivos de ámbito superior, tendrá prioridad aplicativa respecto del convenio sectorial estatal, autonómico o de ámbito inferior en las siguientes materias: a) La cuantía del salario base y de los complementos salariales, incluidos los vinculados a la situación y resultados de la empresa; b) El abono o la compensación de las horas extraordinarias y la retribución específica del trabajo a turnos; c) El horario y la distribución del tiempo de trabajo, el régimen de trabajo a turnos y la planificación anual de las vacaciones; d) Las medidas para favorecer la conciliación entre la vida laboral, familiar y personal”.

Este cambio ha perjudicado de forma substancial la posición de los trabajadores en el mercado laboral español porque si por un lado ha flexibilizado la creación de nuevos puestos de trabajos, por el otro lo ha desfavorecido con menores garantías, empleo más precario y temporal.

Todo esto se puede ver en el gráfico donde se evidencia la tasa de paro de los hombres (color azul) y de las mujeres (color violeta) desde el primer trimestre del 2011 hasta el cuarto trimestre del 2019. Se puede notar como la tasa de paro ha llegado en su máximo en el primer trimestre de 2013 con un porcentaje de 27,26% para las mujeres y de 26,66% para los hombres. Después de estos datos, la tasa de paro para el conjunto de los trabajadores y trabajadoras ha caído hasta su mínimo, en el cuarto trimestre de 2019, aunque con una incidencia mayor para las mujeres (15,55%) en relación con la de los hombres (12,23%).

Imagen extraída de: https://www.ine.es/

Claramente si antes de la reforma laboral del 2012 la regla era la regulación de los contratos con la contratación colectiva, los colectivos más vulnerables de la sociedad – las mujeres y los jóvenes – podían ser protegidos gracias a una legislación más favorable a la población trabajadora. Después de dicha reforma la situación ha cambiado radicalmente.

Con referencia a los roles de poder hoy en día el empresario detiene una fuerza contractual mucho más fuerte respecto a las mujeres porque puede imponer condiciones laborales desfavorables a la hora de conciliar la vida privada y laboral. Además todo esto se sitúa en un contexto donde los derechos laborales se han comprimido y con ellos también las remuneraciones. Por esa razón se puede decir que la reforma laboral de 2012 ha tenido un impacto, no solo económico, sino social y psicológico en la vida de las mujeres. También los estereotipos de género y el patriarcado influyen de forma negativa en la facilidad de las mujeres para alcanzar una estabilidad laboral y económica.

En conclusión, sería bueno que el gobierno impulsase una contrarreforma laboral, favoreciendo la incorporación de las mujeres y también de los jóvenes en el mercado del trabajo porque tener un trabajo estable y bien remunerado fomenta la independencia económica y social de los individuos.

Referencias:

Bloque 2: Principales condicionantes de la desigualdad de género en el mercado laboral.

Instituto Nacional Estadistica: https://www.ine.es/

https://www.abc.es/economia/abci-siete-anos-reforma-laboral-rajoy-mas-empleo-pero-mayor-temporalidad-201907021603_noticia.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.com%2F

Pilar Núñez-Cortés Contreras. “La reforma laboral 2012. Su impacto en la economía y el empleo”.Dykinson, 2013.

LAS EMPLEADAS DEL HOGAR, UN SECTOR VULNERABLE ¿QUÉ ES DE ELLAS CON LA CRISIS DE COVID-19?

El trabajo y el empleo según plantea la documentación de esta asignatura son dos conceptos muy diferentes; trabajo, actividad humana orientada a la satisfacción de necesidades a través de la producción de bienes y servicios, actividad que puede realizarse en diferentes contextos sociales (Recio, 1997). Y empleo, conjunto de las modalidades de acceso y salida del mercado de trabajo, así como la traducción de la actividad en status sociales (Maruani, 1997).

Estas definiciones se han ido desarrollando con la configuración del capitalismo como sistema económico y social, relacionando el trabajo con la actividad humana, predominantemente masculina, objeto de valoración social y eje de relaciones sociales, proporcionando el mayor valor a la producción la cual está estrechamente relacionada con la esfera pública. El sistema capitalista tiene reservada la esfera privada al otro sector de la población, la mujer. Entendiéndose dentro de esta las actividades relacionadas con el mantenimiento del hogar, actividades que no “merecen” remuneración. Formando así ciertas relaciones de poder, situando al varón en lo alto de la pirámide y a la mujer en la base (De Dios Herrero, 2006).

Este reparto de las esferas da a suponer que el trabajo realizado por la mujer no merece, ni posee ningún tipo de valor social, invisibilizando la realidad. Gracias al trabajo doméstico la esfera pública se mantiene y da sus frutos, sin el trabajo no remunerado de las mujeres la sociedad capitalista no podría desarrollarse de la misma forma, por ello tiene sentido que la mujer este en la base de la pirámide, si se mira desde una perspectiva inversa, la base es la que mantiene los cimientos de toda la pirámide.  

Con la entrada de la crisis de 2008 las esferas públicas y privadas se vieron claramente desdibujadas, convirtiéndose en necesidad el abandono de la mujer de lo privado e incorporándose a lo público. Y como muchas de estas mujeres no poseían ningún tipo de formación, se vieron obligadas a recurrir al trabajo doméstico, pero ahora fuera de su hogar, haciéndolo en el hogar de otras personas. Condicionando este oficio a un oficio precario y mal pagado, situando a la mujer en una posición de vulneración económica.

Y si de por sí, la mujer empleada del hogar representa a uno de los colectivos más empobrecidos y vulnerables que será de ellas y que consecuencias tendrán después de la crisis del Covid-19.

La medida aprobada por el Gobierno consiste en una prestación económica del 70% de su base de cotización y tendrá como tope el Salario Mínimo Interprofesional (SMI), que actualmente es de 950 euros.

 Pero ¿quién pude solicitar este tipo de prestaciones económicas? Solo a aquellas que estuviesen dadas de alta en la Seguridad Social antes del 14 de marzo de 2020, día en el que se decretó el estado de alarma. Por tanto, las empleadas domésticas que no estuviesen dadas de alta antes del 14 es decir, trabajando pero en situación irregular no tendrán derecho al subsidio (López Trujillo, 2020).

Y ahora, os planteo ¿creéis que todas las trabajadoras del hogar están dadas de alta en la seguridad social?

Muchas de estas mujeres trabajan sin contratos, muchas son incluso inmigrantes, viviendo situaciones casi de “esclavitud” y en estos momentos, muchas se ven en un estado de aún más precariedad, sin seguir siendo reconocidas, sin seguir otorgándoles el valor que su trabajo merece. De una forma u otro continúan siendo invisibilizadas, aunque por primera vez se las considere como un sector que necesita beneficiarse de prestaciones.

REFERENCIAS

De Dios Herrero, M. (2006). El trabajo de las empleadas domésticas: entre lo doméstico (privado) y lo asalariado (público). Recuperada 15 Abril 2020, de http://www.biblioteca.unlpam.edu.ar/pubpdf/aljaba/v10a10dios.pdf

López Trujillo, N. (2020). Derecho a subsidio durante la crisis del coronavirus para las empleadas del hogar: preguntas y respuestas | Newtral. Recuperado 15 Abril 2020, de https://www.newtral.es/derecho-a-subsidio-durante-la-crisis-del-coronavirus-para-las-empleadas-del-hogar-preguntas-y-respuestas/20200401/

¿Quiénes son las personas que realmente tienen que lidiar con la conciliación? ¿Va más allá del ámbito familiar?

Las políticas de conciliación son siempre objeto de debate en los diferentes convenios de trabajo, aunque siempre se enfocan más al sector femenino o, mejor dicho, feminizado que al masculino o masculinizado. Esto se hace, en mi opinión, porque se entiende que son las mujeres las que tienen que lidiar y conciliar la vida laboral con la vida familiar, se da por hecho que son ellas quienes tiene que organizar su tiempo y su vida laboral para conciliar y lidiar con ambas cosas, liberando así, en gran medida, a los hombres de dicha responsabilidad que parecía que sería compartida.

La conciliación se presupone como algo extralaboral, pues se entiendo como que está fuera del horario laboral y que es algo ajeno a la empresa, algo que se tiene que gestionar aparte. La conciliación es una manera de ofrecer igualdad de oportunidades a hombres y mujeres.

La precariedad y la inestabilidad del mercado laboral hacen que el salario y el mantenimiento del puesto de trabajo, es decir, el mal momento laboral que se vive, es lo que hace que la conciliación y sus políticas pasen a un segundo plano. A su vez, cuando se abarca se hace de manera genérica, no de manera específica ni concreta, no se aborda ni se entiende como problemática social, individual o laboral.

Por otro lado, siempre se entiende la conciliación se asocia siempre a poder compaginar el ámbito laboral con el ámbito familiar, pero no es sólo eso, pues también tenemos dimensiones sociales e individuales, como se indica anteriormente, que siempre se dejan olvidadas en las negociaciones colectivas de los convenios empresariales.

Una las razones por las que la conciliación familiar, en concreto, no se aborde de manera específica y articulada en los convenios laborales puede ser debido a la falta de mujeres en los sindicatos y en las mesas de negociaciones de las empresas, por lo que este tipo de medidas se ven mermadas debido a la falta de representatividad que existe. Es evidente que la mayoría de los problemas de conciliación lo sufren las mujeres y si son los hombres quienes ponen las medidas no serán medidas reales pues ellos no son perceptores reales de dicho problema. Algunos países proponen como alternativas prácticas como el empleo a jornada parcial para tener la manera de estar presente en el trabajo y en el hogar, con la familia. Pero, ¿hasta qué punto son las mujeres las que tienen que sacrificar sus proyecciones laborales por la familia? ¿Y los hombres por qué estamos exentos de dicho esfuerzo o sacrificio? Estas medidas están cargadas de una connotación sexista y machista en lo que a las ocupaciones laborales se refiere y a una división sexual del trabajo.

Una buena propuesta de políticas laborales que abarquen sobre las necesidades de las personas, más allá de lo meramente laboral y profesional, teniendo en cuenta otros aspectos fundamentales de la vida, como el tiempo de ocio. Proponiendo alternativas, a la maternidad, paternidad, crecimiento personal y profesional, continuar con los estudios y demás actividades que permitan un desarrollo personal. Se deben plantear políticas de tiempo.

En España es necesario una modificación de la Ley de conciliación, para que vaya más allá de la maternidad, paternidad. Aunque en los últimos años se han insertado equiparaciones progresivas en dichos permisos y demás mejoras que verán sus frutos con el paso del tipo debido a su reciente incorporación.

Para ellos, como se ha comentado anteriormente, es indispensable que esto se aborde y se tenga en cuenta desde una perspectiva de género, pues así sería una manera de afrontar y proponer soluciones a la realidad de la conciliación, pues son quienes sufren en primera línea dichos problemas.

Pero, si ya tenemos leyes de igualdad, ¿por qué se sigue reproduciendo la división sexual del trabajo?

En las últimas décadas, hemos asistido a una transformación social y política muy importante en materia de igualdad de género. Sin embargo, no es raro escuchar en los espacios feministas que dicho suceso no se corresponde con la consecución de una igualdad sólida, real y efectiva.  Si bien es cierto que la lucha feminista ha conseguido transformar el marco jurídico y administrativo en uno más igualitario, esto no ha supuesto (ni ha ido acompañado) de todos los cambios culturales necesarios para que dicha igualdad sea efectiva en la sociedad.

Así, si bien las mujeres hemos accedido progresivamente al mercado laboral en los últimos años; se sigue reproduciendo la tendencia hacia una división sexual del trabajo, unos contratos más precarios y salarios más bajos. Pero, ¿Por qué? ¿Cómo es posible que se siga reproduciendo la segregación ocupacional? ¿Cómo es posible que sigamos firmando los contratos más precarios? ¿Cómo es posible que se siga “pegando el suelo” y que sigamos atrapadas bajo el “techo de cristal”?

Trataremos de dar respuesta a estas preguntas a través del concepto de violencia simbólica (Bourdieu, 2000), el mito de la libre elección (De Miguel, 2015)  y de los planteamientos de la Economía Feminista.

Lo invisible de la violencia: Del patriarcado de la coacción, al patriarcado del consentimiento.

Para Bourdieu (2000), la violencia simbólica es una: “violencia amortiguada, insensible e invisible para su propias víctimas, que se ejerce esencialmente a través de los caminos puramente simbólicos de la comunicación y del conocimiento o, más exactamente, del desconocimiento, del reconocimiento o, en último término, del sentimiento” y que se apoya en relaciones de “dominación masculina”.

La violencia simbólica no necesita justificaciones; es el fruto de un proceso histórico, de reproducción social, en el que colaboran diversos agentes sociales (familia, escuela, medios de comunicación, estado, iglesia) e individuales (dominadores y dominadas). La violencia simbólica es una violencia suave, invisible, que se erige sobre el consentimiento del dominado, que la interioriza como natural  pues las únicas – o las de más fácil acceso- herramientas de las que dispone para analizar su realidad social son las herramientas del dominador (Varela, 2013).

Kate Millet, autora de Política sexual, también hablaba de esto ya en 1969: “No estamos acostumbrados a asociar el patriarcado con la fuerza. Su sistema socializador es tan perfecto, la aceptación general de sus valores tan firme y su historia en la sociedad humana tan larga y universal, que apenas necesita el respaldo de la violencia” y aún así, continúa: “al igual que otras ideologías dominantes, tales como el racismo y el colonialismo, la sociedad patriarcal ejercería un control insuficiente, e incluso ineficaz, de no contar con el apoyo de la fuerza, que no solo constituye una medida de emergencia, sino también un instrumento de intimidación constante”.

Es en este sentido, en el que Ana de Miguel (2015) conceptualiza el término de “el mito de la libre elección”. De Miguel apunta que existe toda una suerte de estructuras sociales muy ancladas en la raíz de la sociedad, que nos llevan, de alguna manera, a reproducir continuamente las desigualdades de género. Hemos pasado de un patriarcado de la coacción a un patriarcado de consentimiento, de tal manera que la propia naturalización de la desigualdad social nos hace ciegas ante el encarcelamiento de muchas de nuestras elecciones, y por tanto, a la propia reproducción de la desigualdad.

De homos economicus y mujeres que cuidan sin contar:

El acceso masivo de las mujeres a la educación superior y al mercado laboral, entre los 80 y 90, no fue fruto de un fuerte desarrollo del Estado de Bienestar, o consecuencia de una multitud de hombres reclamando su espacio en la esfera reproductiva y de cuidados; sino, más bien, gracias a la asunción y la conquista de la hegemonía de ciertos valores feministas, y a una “huelga de natalidad” y de cuidados, encabezada por mujeres (De Miguel, 2015).

Teniendo esto en cuenta, es lógico pensar que la vida de las mujeres aparece atravesada por dobles jornadas y multitud contradicciones.  Las economistas feministas hablan de que estamos ante una crisis de cuidados, pues el acceso masivo de las mujeres en el ámbito laboral ha puesto de manifiesto y ha hecho visible toda la cantidad de trabajo que no está siendo contabilizado en la economía capitalista y que es indispensable para que la sociedad funcione.

Si pretendemos indagar en las causas por las cuales siguen existiendo diferencias en el acceso a los ámbitos de dirección, a puestos más estables y con contratos a tiempo completo, no podemos obviar esta mirada feminista de la economía. Pues, el hecho de que las mujeres sigan ocupando los contratos más precarios, menos estables pero también más flexibles en cuanto al horario laboral, puede tener relación con que, todavía hoy, las mujeres siguen soportando la mayor carga en el ámbito reproductivo, de cuidado. Es decir, las mujeres están realizando una cantidad incontable de trabajo, que es ignorado por las visiones androcéntricas de la economía. Un trabajo que no está remunerado, que carece de derechos laborales y que no sólo no puntúa en el currículum profesional, si no que obstaculiza el desarrollo profesional (Pérez-Orozco, 2006).

Resumiendo, que es gerundio

Haciendo un esfuerzo de síntesis entre estas tres visiones, podemos resumir que existe todo un entramado ideológico, social y económico que reproduce y perpetúa la desigualdad de género a través de formas sutiles e imperceptibles. Una violencia simbólica que construye relatos vitales, cosmovisiones del mundo y el sentido común. Una violencia que se perpetúa por la complicidad y el consentimiento, subconscientes, de dominadores y dominadas; y legitimado por el discurso de la libre elección. Una violencia que invisibiliza una parte indispensable de la economía, cuyo mayor peso recae sobre las mujeres, y sin el cual no sería posible la vida. Más allá del marco legislativo, hay todo un entramado cultural que sigue reproduciendo la diferencia sexual a todos los niveles.

El camino es largo, pero está allanado por el paso de las luchas, de los cuidados y de las resistencias cotidianas de las que nos precedieron. Y, además, cada vez somos más a este lado del camino. Como cantábamos al unísono el pasado 8 de marzo: “hombro con hombro, unas con otras, nos vamos a liberar”.  

 

REFERENCIAS: 

Bourdieu, P. (2000). La dominación masculina. Editorial Anagrama, Barcelona.

De Miguel, A. (2015) Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección. Editorial Cátedra, Madrid.

Ezquerra, S. (2011). Crisis de los cuidados y crisis sistémica: la reproducción como pilar de la economía llamada real. Investigaciones feministas, 2(0).

Millet, K. (1995). Política sexual. Cátedra, Universidad de Valencia.

Orozco, A. P. (2006). Amenaza tormenta: la crisis de los cuidados y la reorganización del sistema económico. Revista de economía crítica, 5, 7-37.

Pessolano, D. (2016). Economía de la vida. Aportes de estudios feministas y de género. Polis. Revista Latinoamericana, (45).

Varela, N. (23 de Julio de 2013). Violencia simbólica. Recuperado de http://nuriavarela.com/violencia-simbolica/ 

 

¿Qué precio tiene la maternidad?: Ser madre o la vida laboral.

Las mujeres españolas siguen soportando la sobrecarga de roles laborales y familiares, aunque trabajen a jornada completa y convivan en el mismo hogar con su pareja. La mayoría de ellas, además, sigue encontrando obstáculos en su trayectoria profesional por razones de sexo, que en muchos casos tienen que ver con la maternidad, a pesar de estar mejor preparadas. Son los datos recogidos en el estudio «Maternidad y trayectoria profesional», realizado por IESE Business School, en colaboración con Laboratorios Ordesa, que analiza los factores que limitan el pleno desarrollo laboral de las trabajadoras que son madres o pretenden serlo.

Patricia García. ABC.

En la actualidad, ser mujer implica, en muchas ocasiones, renunciar, sacrificarse…  nos educan para ello…

Los roles de género en la sociedad definen cómo se espera que actuemos, hablemos, nos vistamos, nos arreglemos y nos comportemos según nuestro sexo asignado. Por ejemplo, se espera que las mujeres y las niñas se vistan de forma femenina y que sean educadas, complacientes y maternales. A su vez, se espera que los hombres sean fuertes, agresivos e intrépidos.

Cada sociedad, grupo étnico y cultura tiene expectativas en relación con los roles de género, pero estos pueden variar mucho entre un grupo y otro, y también pueden cambiar con el tiempo dentro de la misma sociedad.

«La inserción de la mujer en el mundo laboral se ha producido en España más tarde que en el resto de Europa, pero de forma más intensa y en un periodo de tiempo menor –con un repunte mayor en la década de los noventa—. Y junto a este incremento en la tasa de actividad se está produciendo una fuerte caída de la natalidad.» En los países nórdicos, por el contrario, esta correlación cambia de sentido: hay más mujeres trabajando y además sus tasas de natalidad son mayores.

Hoy en día vivimos polémicas y movimientos sociales que envuelven este tema en una lucha donde la mujer lucha por no perder su identidad como mujer, a la par que lo hace también por seguir creciendo profesionalmente y desmitificar la maternidad.

Ejemplo de esto es la publicación del libro “Madre hay más que una, un relato en primera persona sobre a aventura de la maternidad” (Planeta) escrito por Samanta Villar y presentado el 24 de enero de 2017. Una visión muy alejada de los tópicos sobre lo que significa tener hijos hoy.

A través de este libro, Samanta Villar, periodista y presentadora de 42 años, así como a través de titulares generados de las entrevistas realizadas en torno a él, ha protagonizado un enorme revuelo social, especialmente en los diferentes medios de comunicación y redes sociales. El principal motivo, no es más que poner en entredicho aspectos relacionados con los roles de género de los padres, más concretamente de las mujeres, así como de los estereotipos que la maternidad les supone, a través de afirmaciones como “Tener hijos es perder calidad de vida” o “La maternidad está sobrevalorada”. Para entender un poco el impacto social que este libro y dichas afirmaciones han supuesto, debemos teorizar cómo se establece la identidad de género en nuestra sociedad, especialmente en el caso de las mujeres, y qué idealismos, estándares o estereotipos hay en torno a él.

En primer lugar, y como vamos a poder comprobar a través de este análisis, presentación y/o reflexión, actualmente, debemos decir que continuamos conviviendo en un sistema social sexista, que promueve la dominación del hombre y potencia la sumisión de la mujer, a través del aprendizaje de estereotipos y prejuicios impuestos a uno u otro género, provocando graves consecuencias para ambos sexos, pero con repercusiones más peligrosas para las mujeres, ya que las coloca en una posición de vulnerabilidad para su desarrollo vital.

Quizás Samanta habría tenido mayor aceptación social contando lo estupenda que es la maternidad y lo realizada que se siente en esta nueva etapa de su vida, pues seguramente habrían sido afirmaciones más toleradas, debido a que encajan mejor con el “adiestramiento” social y los valores y/o creencias que lo envuelven.

Cuando alguien rompe los estándares que tenemos establecidos, en este caso el papel de mujer en nuestra sociedad (“madre estupenda, feliz y que puede con todo”), se nos mueven los cimientos de nuestro patriarcado, de nuestro aprendizaje. Miles de usuarios/as en las redes se han sentido ofendidos por las afirmaciones de Samanta e incluso, muchos de ellos han respondido y criticado las mismas, cuestionando el juicio, sentimientos o, incluso, su valía como madre. A través de una búsqueda sencilla por internet en redes como Instagram, Facebook… podemos ver comentarios que protagonizan este linchamiento a la periodista, aclamando: “¿qué tipo de madre es Samanta si dice que ahora no es más feliz por ser madre?”, “¿qué pensarán sus hijos al crecer y leer estas palabras?” o ¿cómo no ha pensado en sus hijos cuando estaba hablando así?

Estas personas no es que estén preocupadas por los hijos de Samanta, sino que actúan de este modo porque están sintiendo como se destruyen o tambalean los relatos que siempre nos han contado sobre la maternidad. Como bien veníamos explicando, durante toda nuestra vida, como niñas, nos cuentan toda una serie de historias y ficciones sobre qué significa ser mujer y cómo hay que serlo, siendo uno de los objetivos finales, ser madre.

Ya desde muy pequeñas, en muchas ocasiones sin haber cumplido el primer año de edad y sin apenas saber hablar, es común, especialmente en esta sociedad de consumismo en la que nos movemos, que en Navidad encontremos bajo nuestro árbol un bebé rosa de juguete con su chupete y complementos. Con tan solo unos meses en el mundo, por el solo hecho de haber nacido con genitales femeninos, quien sabe si por ello, en un futuro, nos identifiquemos con el género femenino al crecer, ya tenemos como primer regalo de Navidad, la carga de la maternidad.

¿Nos habrían regalado el mismo muñeco si hubiésemos nacido con genitales masculinos? Un niño de meses habría tenido bajo el árbol un coche, algo que hiciera música, animales, cosas de acción… porque al final, a los niños se les educa para la acción y a las niñas para el cuidado.

Con todo esto, nos reafirmamos en decir que, desde muy pequeñas, nos educan para asumir que, si somos niñas, seremos también madres en un futuro.  La familia, como institución intencional, nos lo dice regalándonos bebés cuando aún seguimos siendo bebés, o nos lo transmiten a través de los cuentos y películas tradicionales, de princesas, donde además de ser madres, nos inculcan que debemos ser heterosexuales, estar muy enamoradas y ser sumisas. De forma intencional, también nos lo dicen las instituciones escolares, donde se estudia los órganos femeninos con un único objetivo reproductivo, aunque no nos hablen de las limitaciones fisiológicas que, a medida que pasan los años, las mujeres vamos generando en relación con este tema. Los medios de comunicación, también influyen en nuestro enfoque de la maternidad dentro de la construcción del género. Si eres mujer, ves Youtube y tienes entre 25 y 30 años, habrás notado un aumento significativo de anuncios publicitarios relacionados con pruebas de embarazo o fecundación. E indudablemente, los temas de conversación que aparece en el grupo de iguales, comienzan a guardar una estrecha relación: deseos de un trabajo bien remunerado y estable, un domicilio cómodo y familiar, búsqueda de la pareja ideal, “sentar la cabeza”, la educación que reciben los menores, los errores que cometieron nuestros propios padres o, directamente, que el tiempo apremia si se desea ser madre. Sin olvidar, la pregunta de “¿tienes pensado ser madre?” que se vuelve un factor común en entrevistas de trabajo.

Para finalizar el análisis de cómo el libro de Samanta ha resultado un choque social para los estereotipos de género, partiremos en cómo dio comienzo su nuevo programa en la cadena cuatro “Samanta y…”: «Basura, que ascazo das, es una injusticia que mujeres cómo tú sean madres, no te mereces tener hijos, puerca, egocéntrica»…

Con estos insultos arrancaba la presentación de Samanta Villar, en la que recordaba que había tenido que aguantar desde el momento en el que dijo que al ser madre se pierde calidad de vida. «Hace año y medio que soy madre y adoro a mis hijos, pero sigo pensando lo mismo y no me pienso callar», añadía la periodista. Programa con muchas críticas pero a la par enriquecedor para muchas mujeres, donde se inició con un primer capítulo dedicado a la maternidad y contó con numerosos testimonios, a través de los cuales se contempló las dificultades de conciliación de las familias, los sacrificios de muchas mujeres o las críticas que reciben por sus conductas «desnaturalizadas», la posibilidad de elección en cuanto al hecho de ser madre o los diferentes métodos y vías para lograrlo.

Samanta Villar no es la única que ha recibido críticas a través de las redes, Soraya Arnelas, cantante, también fue víctima de comentarios que juzgaban su papel como madre tras una publicación en Instagram, pocos días después de dar a luz, donde se la veía en una imagen saliendo con su pareja a cenar ellos dos solos. Lo cual desató un sinfín de comentarios y críticas. «Mala madre» fue lo más bonito que le llamaron en su propio post simplemente por decidir “separarse”, aunque fuese por unas horas, tan pronto de su hija recién nacida. Soraya intentó tomarse a broma los comentarios.

El origen de todos estos insultos puede estar en la creencia o principio de que la mujer debiera quedarse en casa criando hijos, para no desequilibrar un proceso de la naturaleza, el cual puede estar en riesgo con mujeres empoderadas, que deciden por ellas mismas si quieren o no ser madres, y de qué forma. La realidad es que hoy en día hay muchas mujeres que tienen que decidir entre la maternidad o su carrera profesional, encontrándose verdaderas barreras para compatibilizar ambas. Parece ser que, poco a poco, nos vamos socializando en la idea de que, para sentirte realizada como mujer, tienes que ser madre y, una vez que lo seas, tienes que llevar toda la carga y responsabilidad de la crianza porque, al fin y al cabo, llevas siendo toda tu vida entrenada para ello. Y, precisamente, por estas mentiras que nos han venido contando, Samanta se siente engañada y, como ella, muchas otras mujeres que, aunque con mucha menos repercusión en los medios y sin poder escribir libros sobre ello, afirman que ser madre es muy bonito, pero también muy duro, muy difícil y muy sacrificado.

Con esta actuación, Samanta o Soraya están rompiendo con lo que está preestablecido, con los roles históricamente asumidos y asociados por y para las mujeres y con el mito de que la maternidad es sinónimo de felicidad y realización. Está claro que, para muchas mujeres lo es y que, a pesar de los esfuerzos y sacrificios, para muchas madres todo merece la pena, pero también es necesario hablar de aquellas para las que no, las que ven reducida su calidad de vida y las comodidades de una vida sin grandes responsabilidades, o se ven abrumadas durante la maternidad por diferentes sensaciones que nunca les habían contado. De hecho, el silencio sobre este tema provoca que muchas madres se sientan culpables de lo que sienten.

La única solución ante esto es contar las dos caras de la moneda, sin silenciar ésta, que menos encaja con nuestros estándares históricos o roles preestablecidos. Con ello, conseguiremos que las mujeres puedan tomar decisiones con toda la información encima de la mesa, sin engaños, sin adornos y sin culpas, entendiendo y respetando que la diversidad de vivencias entorno a la maternidad pueden ser enriquecedoras y sin acusar ni machacar a aquellas que no lo viven de la forma que siempre nos lo han contado.

Cierro la reflexión respondiendo a aquellos que se preguntan por el qué se llevarán los hijos de Samanta si el día de mañana leen su libro o las entrevistas que ha realizado. Decirles, que posiblemente verán la realidad que ha vivido su madre, que los quiere, pero que también se atrevió a contar una verdad al mundo que incomoda porque no es aceptada. Lo que se llevarán posiblemente sus hijos, es una imagen de su madre luchando para que las mujeres tengan toda la información que les permitan tomar decisiones conscientes, empoderadas, seguras y sin condicionantes sociales, así como para poder sentir y expresarse libremente, sin miedo ni culpas.

 

REFERENTES

 

Indicadores de discriminación por razón de sexo en el mercado de trabajo.

A través de esta aportación, abro debate a fin de analizar  los principales rasgos discriminatorios que se observan comúnmente en el mercado de trabajo: segregación ocupacional horizontal, segregación ocupacional vertical y diferencias entre los salarios de hombres y mujeres…

En los ámbitos económico, profesional y laboral tradicionalmente se han venido otorgando funciones y papeles distintos a los hombres y a las mujeres. Las teorías, los enfoques y los argumentos utilizados en la valoración del desarrollo económico se centran básicamente en indicadores que analizan la producción de bienes y servicios para el consumo, pero ignoran el trabajo de carácter reproductivo no remunerado (De la Cruz, 1992; Elson, 2000), que ejercen las mujeres en sus familias y comunidades. Este hecho se refleja incluso en los conceptos más amplios de desarrollo que incluyen “el logro de la autoestima, de la dignidad, de la integralidad de todos los sectores y no sólo el
crecimiento del PNB” (De la Cruz, 1992: 253-254). La consecuencia es que las funciones de crianza y cuidado de los hijos y la atención de personas mayores, enfermas o disminuidas no son valoradas y registradas adecuadamente, y no son tomadas en consideración a la hora de adoptar políticas para lograr un desarrollo más justo.

El hecho de no tener en cuenta el trabajo no remunerado que realizan las mujeres origina que “las nociones convencionales acerca del modo en que funcionan las economías ofrecen directrices limitadas para políticas que promuevan la potenciación de las mujeres y los modos de combinar la justicia de género con la justicia económica”. Contemplando la economía desde una perspectiva de género se llega a un análisis distinto de la reestructuración económica: “los indicadores económicos convencionales
pueden indicar que se está progresando, si más y más mujeres se incorporan al trabajo remunerado, y si las reformas económicas (incluyendo la liberalización y la  privatización) producen aumentos en la eficacia económica. Pero pueden oscurecer una transferencia de los costos reales (en el tiempo y en el esfuerzo de las personas) desde el sector público, donde dichos costos se monetizan y aparecen en la cuentas del gobierno, hasta las familias (el “sector doméstico”) donde tales costos no se monetizan y por lo tanto no son visibles. El análisis económico con conciencia de género sugiere la necesidad de una definición más completa de la ‘eficacia’, que dirija la atención más allá
de los costos financieros” (Elson, 2000: 8-9).

A pesar de que las circunstancias de las mujeres han experimentado cambios y éstas han desarrollado comportamientos distintos “no han podido modificar su relación con el Estado en términos de género. En la calle o en el hogar, el Estado las sigue viendo tan sólo como garantes del bienestar familiar, variables intervinientes en la implementación de políticas, no consultadas a la hora del diseño, disciplinadas en el momento de llevarlas a cabo”.

¿QUÉ OPINÁIS AL RESPECTO?

¿QUÉ RASGOS CONSIDERÁIS MÁS LLAMATIVOS EN LA ACTUALIDAD?

En mi opinión, podríamos señalar tres factores como muestra de las diferencias de género en el trabajo: la asignación de tareas basada en el sexo de los trabajadores (división sexual del trabajo), el mayor valor otorgado al trabajo realizado por los hombres en relación al que realizan las mujeres (devaluación de la mujer y de su trabajo que desencadena un diferencial de salarios) y la construcción del género en el trabajo por parte de empresarios y trabajadores.

Las mujeres han cambiado su percepción de sus propios roles como madres y como trabajadoras y se han incorporado al trabajo asalariado en busca de una valoración social y de independencia económica. Sin embargo, en el conjunto de la sociedad no se ha producido una transformación similar. Así, el mercado de trabajo sigue estructurado de acuerdo a la pauta masculina de trabajo a tiempo completo durante toda la vida adulta y la organización socio-económica se mantiene sin cambios significativos durante estas décadas: jornadas laborales, vacaciones escolares, servicios públicos, etc., siguen funcionando bajo el supuesto de que ‘hay alguien en casa’ que cuida de niños, ancianos, enfermos, lo cual se ha traducido en una continua presión sobre el tiempo de las mujeres. Por su parte, los hombres como grupo humano tampoco han respondido a la nueva situación creada y el trabajo familiar y doméstico continúa siendo asumido mayoritariamente por las mujeres.

¿EN QUÉ MEDIDA LOS HOMBRES HAN ASUMIDO EL NUEVO ROL DE LA MUJER DENTRO DEL MERCADO LABORAL? ¿QUÉ OPINÁIS?

Aunque en las últimas décadas se ha producido una transferencia de parte del trabajo de reproducción al sector público y al mercado, una parte importante de dicho trabajo continúa siendo responsabilidad de las mujeres y aparece como esencial para el buen funcionamiento social.

A pesar de las diferencias de participación de trabajos de hombres y mujeres en el mercado laboral y en el trabajo doméstico se observa que las mujeres cada vez son más reacias a interrumpir su carrera profesional por motivos familiares (matrimonio, hijos, etc.), y cuanto más jóvenes son las mujeres se observa que participan en mayor medida en el mercado laboral a cualquier edad. Se observa que los patrones familiares han cambiado, aumentando en gran medida las familias donde trabajan fuera de casa el hombre y la mujer. Este hecho ha motivado que las mujeres en los últimos tiempos hayan ejercido mayor presión para que los hombres compartan el trabajo doméstico. Aún así, las mujeres son las primeras responsables de cuidar a los niños, personas mayores (lo cual representa un problema de tiempo y esfuerzo para compaginar dos trabajos) y suelen ser quienes sacrifican sus empleos en favor de los trabajos de los hombres.

Los hombres y las mujeres trabajan en todos los sectores, pero hay variaciones sistemáticas en la división genérica del trabajo. El trabajo de cuidado no remunerado, el trabajo voluntario y el trabajo informal remunerado y no remunerado tienden a ser realizados mayoritariamente por mujeres (con alta participación de las mujeres en este tipo de empleo), mientras que el trabajo formal remunerado en los sectores privado, público y de ONG tiende a ser realizado mayoritariamente por hombres (con alta participación de hombres en este tipo de empleo).

Las mujeres sólo son mayoría en los servicios personales, y son pequeña minoría en construcción y energía, donde las que trabajan lo hacen en empleos más cualificados y con remuneraciones más próximas a las de los varones que en el conjunto de sectores. Un sector que también destaca por una inferior participación femenina es el de la conducción y medios de transporte.

La proporción de mujeres disminuye a medida que se asciende en la jerarquía piramidal, de modo que su presencia en posiciones de poder y asumiendo responsabilidades laborales es mínima. Esta discriminación vertical se observa tanto si comparamos los porcentajes de varones y mujeres por categoría laboral en un determinado sector, como si se toma en consideración la cantidad de mujeres que, hoy en día, figura entre la población activa, teniendo en cuenta, además su nivel de formación y preparación profesional.

Los hombres que acceden a un trabajo típicamente femenino a menudo llegan a la cumbre a pesar de ser extraños en un ambiente predominantemente femenino. Las mujeres, por otro lado, habitualmente permanecen en los escalones inferiores con independencia de que sus trabajos sean mayoritariamente femeninos o mayoritariamente masculinos. Las mujeres se encuentran con problemas para ascender y para ejercer su autoridad en el trabajo. El denominado “techo de cristal” existe para las mujeres de todas las clases, así como para las minorías de ambos sexos y mucha gente asume que las minorías (y especialmente las mujeres en minoría) son contratadas o ascendidas únicamente para cumplir con determinadas cuotas. A pesar de que parece que las mujeres están en mejores condiciones en el sector público que en el privado, dentro de los gobiernos los hombres tienen tendencia a ocupar los puestos más altos.

La eliminación de la discriminación en los lugares de trabajo es estratégica para combatir la discriminación en cualquier lugar ayudando a superar prejuicios y estereotipos. La igualdad en el empleo es importante para la libertad, dignidad y el bienestar de los individuos. El estrés, la moral baja y la falta de motivación son sentimientos que prevalecen entre los sujetos objeto de discriminación, afectando a su autoestima, reforzando los prejuicios contra dichas personas e influyendo negativamente en su productividad. Eliminar la discriminación también es importante para el funcionamiento eficiente de los mercados de trabajo y la competitividad empresarial, además de permitir expandir y desarrollar el potencial humano de una forma más efectiva. Por último, la exclusión sistemática de determinados grupos del trabajo en condiciones decentes genera serios problemas de pobreza y fragmentación social que comprometen el crecimiento económico.

Las dificultades que encuentran las mujeres para el acceso al mercado laboral y en concreto las barreras que les dificultan la promoción y ascenso a puestos de trabajo de niveles superiores tienen consecuencias importantes. La desigualdad y discriminación en este sentido es injusta y provoca que las mujeres perciban unos salarios inferiores, además de no permitirles ejercer autoridad en el trabajo, lo cual a menudo conlleva la frustración de las mujeres.
Además, la dificultad que encuentran las mujeres para ejercer autoridad también tiene consecuencias importantes: el tener autoridad es imprescindible para realizar el trabajo de forma efectiva y redunda en la satisfacción personal del trabajador. Una posición de autoridad permite a los empleados mostrar su talento de cara a su promoción, del mismo modo que una falta de autoridad de los trabajadores puede hacerles vulnerables al acoso sexual. Por otro lado, al dificultar el acceso de las mujeres (y otros grupos minoritarios) a los puestos de trabajo de las categorías superiores se está excluyendo a personas
potencialmente productivas en base a su sexo (o color).

 

REFERENCIAS:

BARBERÁ HEREDIA, Ester y otros (2012): “Mas allá del techo de cristal”.Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Nº 40, pp. 55-68.

CONSEJO DE LA JUVENTUD DE ESPAÑA (2016): La igualdad de oportunidades y la participación social de las jóvenes. Consejo de la Juventud de España, Madrid.

 

Entrevistas de trabajo para las mujeres vs Entrevistas de trabajo para los hombres

¿Deben de superar los hombres y las mujeres las mismas entrevistas para conseguir un puesto de trabajo? ¿Reciben el mismo trato por parte de los entrevistadores? ¿Acceden mujeres y hombres a los puestos de trabajo con los mismos méritos? Estas son algunas de las cuestiones que actualmente intentamos resolver y que nos bombardean día a día ya sea a través de los medios de comunicación, de oídas por experiencias ajenas, o bien porque nos toca a nosotros mismos enfrentarnos mañana a una entrevista de trabajo. Cada vez se evidencia más la diferencia establecida con respecto a los porcentajes en relación al número de mujeres que ocupan cargos con cierta relevancia en comparación con el número de hombres en el mismo puesto de trabajo. ¿A qué se debe esta abismal diferencia?

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Es evidente que lo que las empresas buscan es encontrar el candidato perfecto para el puesto que se oferta y, objetivamente, la única manera de conseguirlo sería llevando a cabo entrevistas totalmente imparciales tanto a los hombres como a las mujeres que aspiran a conseguir el empleo. No obstante, y con base en diversos estudios recurrentes, se evidencia cómo los hombres consiguen más fácilmente el puesto de trabajo en relación a las mujeres. Las alteraciones de comportamiento o de actuación diferenciadas a hombres y a mujeres que postulan a ocupar un puesto, de manera que no existan justificaciones objetivas para ello, constituye una verdadera situación de discriminación. La Constitución Política proscribe expresamente la discriminación que se  sustenta en motivos de raza, color, sexo, religión, opinión, etc., traspasando los límites de la legalidad y siendo razonablemente punible.

Por otro lado, otras investigaciones constatan algunos de los motivos acerca del por qué las mujeres encuentran  mayores dificultades para lograr los puestos de trabajo. Entre ellos, destacan el que normalmente ellas deban enfrentarse a un grupo de entrevistadores y los hombres, antagónicamente, suelen afrontar la mayoría de las entrevistas con un solo reclutador. Todo ello puede significar un incremento del estrés, lo que contribuye a empeorar la imagen de la candidata, puesto que se acrecientan las posibilidades de que la presión y los nervios jueguen una mala pasada. En otro estudio se afirma cómo a las mujeres se las interrumpe en más ocasiones que a los hombres a lo largo de las entrevistas, lo cual complica que la información que se pretende exponer se haga por completo, degradando el discurso y posiblemente, provocando que se omita información que podrían demostrar diversas aptitudes de la aspirante.

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Por otra parte, muchas de las mujeres que están o han estado inmersas en el mundo laboral soportan el planteamiento de preguntas verdaderamente ridículas y carentes de relevancia alguna, las cuales quedan muy lejos de abordar temas relacionados con el puesto de trabajo al que se opta. El asunto de la maternidad ha supuesto en muchas ocasiones un condicionante a la hora de que las mujeres se erigiesen con un empleo, siendo percibida por parte de los entrevistadores como un punto negativo y una limitación. Y aunque existe una amplia legislación que regula los derechos de las mujeres para ser madres y ejercer una maternidad responsable, todavía se viven desgraciadamente episodios como los que se han comentado, realmente discriminatorios y vergonzosos con respecto a las entrevistas de trabajo que realizan a los hombres y a las mujeres de manera diferenciada.

 

Fuentes consultadas:

http://noticias.universia.es/practicas-empleo/noticia/2017/08/30/1155328/iguales-entrevistas-trabajo-hombres-mujeres.html

http://gacetalaboral.com/cuando-existe-discriminacion-en-las-ofertas-de-empleo/

https://www.womenalia.com/es/carrera-profesional/94-muy-util/9748-preguntas-frecuentes-entrevista-laboral

El cuento de nunca acabar: trabajo y empleo

La asociación trabajo-salario ha supuesto la base de la explotación de las mujeres desde la Edad Media.

Como podemos comprobar en Calibán y la Bruja (Silvia Federicci, 2010), en aquellos tiempos, el advenimiento de esta asociación supuso un retroceso en las libertades de las mujeres trabajadoras, puesto que ya no podían acceder a las tierras para continuar con la economía de subsistencia propia del feudalismo.caliban_y_la_bruja_mujeres_cuerpo_y_acumulacion_originaria_portada_completa

Al implementarse el trabajo-salario, la mujer quedó sometida al marido, que era el único al que se contrataba (al que se le pagaba). El capitalismo temprano se las ingenió para “encerrar” a la mujer en el hogar y hacerla doblemente sumisa: frente a su marido y frente a la lógica de mercado. Es la construcción de un nuevo orden patriarcal que Federicci define como el «patriarcado del salario». (Federicci , 2010. Pp.98)

Las familias ya no podían autoabastecerse con sus cultivos. Ahora para sobrevivir se necesitaba comprar, se necesitaba el salario que aportaba el empleo. Y éste, el empleo, sólo estaba bien visto que lo realizaran los hombres. La tierra se privatizó y sólo a los varones se le otorgaba la propiedad. A la mujer que se oponía, a la que continuaba obcecada en no rendirse ante aquellos mandatos, se la acusó: primero de hereje, después de bruja.

En la Edad Media, la herejía, según Federicci  (2010) “era el equivalente a la «teología de la liberación»”, era “un movimiento de protesta que aspiraba a una democratización radical de la vida social” frente a la privatización, la jerarquización social y la acumulación de riquezas. Fue un movimiento tan revolucionario que redefinía todos los aspectos de la vida: el trabajo, la propiedad, la reproducción sexual y la situación de las mujeres. (Federicci. 2010. Pp54). La brujería fue la continuidad de la herejía. Los aquelarres eran las reuniones de las insumisas, las campesinas desposeídas que se negaban a perder las pocas libertades que tenían; eran “las formas específicas de subversión social” de la época. (Federicci, 2010. Pp.245)caliban1

Ni qué decir tiene que, a pesar de la resistencia que siempre ha habido por parte de las hijas de aquellas brujas que no pudieron quemar, el sistema consiguió implantar el patriarcado del salario. Sus mecanismos han sido y son muy poderosos, y sus estrategias muy maliciosas.

En la actualidad, podemos comprobar que la mujer sigue siendo sometida. Aun habiendo accedido al mercado de trabajo, la mujer está sujeta a la falacia de la falsa igualdad. Los trabajos remunerados que suelen desempeñar las mujeres suponen unas condiciones laborales, salariales y de prestigio peores que las de los hombres. Así lo confirma el Estudio del trabajo de cuidados no remunerado en Andalucía (2012): “las mujeres a las que sí se considera convencionalmente “activas”, presentan menores tasas de ocupación, mayores tasas de parcialidad y mayor temporalidad en sus contratos debido a que se ven obligadas a dedicar una parte importante de su tiempo y energía al hogar.” Esta es otra muestra de la opresión a la que están supeditadas las mujeres: la doble jornada.

Sigue siendo la mujer quien se encarga principalmente de las labores de reproducción de la vida en el hogar, por lo que hoy en día solemos cargar con dos trabajos: el que nos reporta el salario y el que permite a nuestro hogar y sus miembros seguir siendo dignos.

Hablábamos antes de falsa igualdad precisamente por esto, porque, a pesar de disponer del acceso, antaño vetado, al empleo remunerado, las jornadas de trabajo de las mujeres superan con creces a las de los hombres. En el Estudio de Trabajo No Remunerado en Andalucía (2012) -que podéis encontrar aquí – , podemos comprobarlo con datos objetivos.

Llama especialmente la atención la Tabla 3 que muestra cómo la mujer casada es quien más horas de trabajo no remunerado acumula; incluso más que la soltera, la divorciada o la viuda. De este modo constatamos la fuerte incidencia que tiene el estado civil sobre el trabajo no remunerado y nos acordamos del espléndido argumentario de Carole Pateman en su famoso El Contrato Sexual.

Tabla 3 trabaj. doméstico

Como bien se concluye en el Estudio antes citado: “Las mujeres andaluzas se han adaptado a los nuevos tiempos incorporándose a la economía del mercado pero son los hombres andaluces los que todavía no se han modernizado al no haberse sumado todavía a la economía del cuidado.”

Es el cuento de nunca acabar. Y es por ello que siguen existiendo condicionantes de género en el mercado laboral. Diferenciar empleo de trabajo nos condena a soportar una carga psicológica y física muy dura que merma nuestras capacidades. Las mujeres seguimos sometidas a la carga que supone tener un marido, y a la lógica del mercado.

El trabajo de reproducción de la vida debe ser compartido y las políticas deben ir encaminadas hacia este rumbo. Que se dején de tanto cuento.

 

Bibliografía:

Fariñas Ausina, Sarai (2015) “La economía feminista y la soberanía alimentaria” Revista Soberanía Alimentaria Nº21, pp 6-10.

Federicci, Silvia (2010) Calibán y la Bruja. Mujeres, cuerpos y acumulación originaria. Madrid: Traficantes de Sueños

Gálvez Muñoz, Lina; Rodríguez Modroño, Paula y Agenjo Calderón, Astrid (2012) Estudio del trabajo de cuidados no remunerado en Andalucía. En Investigación y género, inseparables en el presente y en el futuro: IV Congreso Universitario Nacional Investigación y Género, [libro de actas]. Facultad de Ciencias del Trabajo de la Universidad de Sevilla, 21 y 22 de junio de 2012. (Coord.) Isabel Vázquez Bermúdez; (Com. cient.) Consuelo Flecha García…[et al.] (pp. 591-607). Sevilla : Unidad para la Igualdad, Universidad de Sevilla

Pateman, Carole (1995) El Contrato Sexual. Madrid: Anthropos