Comercialización de las familias monoparentales

A lo largo de los años, siempre han existido modelos de familia con un solo progenitor adulto al cargo de los descendientes fruto de diversos hechos sociales que, en su mayoría, salvando algunos como la viudedad, estaban condenados. En la época franquista, mientras que una viuda era acogida política y religiosamente en el sistema, una madre soltera era algo desmedido, fuera totalmente de la normalidad, asociado a trastornos, cuando en realidad, comparten un denominador común: la crianza de sus hijos en soledad.

Un factor que ha ayudado al hecho de que se normalice a las familias monoparentales ha sido la lucha constante y la reivindicación bajo la premisa de que todas las familias son válidas. Pero existe otro factor que ha alzado a la fama a este concepto, quizás no tan bueno, y ha sido el análisis y comparación de la realidad de estas familias. Se ha hablado de un mayor índice de exclusión social de los hijos, absentismo escolar y pobreza en el contexto familiar debido a la entrada de un solo sueldo.

Si bien es cierta la necesidad de la regulación de la Ley en este asunto, las familias con una sola madre (en su mayoría), o un solo padre luchan cada día, sin una voz que les envuelva de manera poderosa en su causa, por reclamar ayudas para subsistir y combatir las desigualdades sociales.

En mi opinión, tras analizar este asunto, mi pensamiento ha ido dirigido hacia la siguiente vertiente: muchísimas familias biparentales han crecido en el seno de un contexto familiar donde solo ha colaborado una de las dos partes, madre o padre, y es cierto que, con más dificultades que en una familia donde ser reciben dos sueldos, la familia ha subsistido con éxito sin caer en situación de pobreza o en ninguna forma de marginación social o escolar. Entonces, llego a la conclusión de que alguna vertiente más, ajena a la económica, debe existir para que esto se dé.

No obstante, defiendo que es totalmente imprescindible e inexcusable romper con este limbo jurídico en el que se encuentran, y que estén reconocidas legislativamente ante todos los aspectos con igualdad de derechos que una familia biparental. Para ello, creo que una medida a tomar sería dotar de más renombre y voz a las diferentes asociaciones y fundaciones que luchan por esta labor. El reconocimiento jurídico de este tipo de medidas supondría un enorme avance social y de apertura de mente, ya que, como se dijo en el vídeo, que existan tales índices de familias monoparentales significa que cada vez hay más mujeres libres de elegir su propia vida y elección personal sin tener dependencia de un progenitor.

Por otra parte, se ha demostrado a partir de numerosos estudios, investigaciones y a través de estadística, como uno de cada cuatro jóvenes ha vivido, alguna vez en su vida, en una familia monoparental. Según la investigación longitudinal de Duncan, uno de cada tres nacidos entre 1966 y 1975 ha vivido un tiempo contando solamente con la figura materna. Aunque estos estudios no reflejen la duración temporal, si deja claro que no es algo exclusivo ni puntual, sino que se da mucho más de lo que creemos, por lo que la regulación es todavía más necesaria.

Si bien es cierto que la idea tradicional de madre soltera ha evolucionado, también lo ha hecho el concepto de monoparental, ya que antes se asociaba directamente a la viudedad y actualmente, a los divorcios o a la libre elección personal. Existe un índice mayor que hace referencia al divorcio, por lo que me voy a centrar en esta variable. Creando una visión holística hacia la problemática, creo que este proceso conlleva una serie de procesos que interfieren en la educación del niño mucho más que los económicos (o de manera más directa). En primer lugar, la disolución matrimonial. Es un proceso que afecta tanto a progenitores como a hijos. Con suerte, no suele ser traumático y no interfiere en el contexto personal del hijo, ya que ellos siempre están en medio en este tipo de situaciones. Por otra parte, la separación personal. No es igual la convivencia que lleva a cabo uno mismo cuando falta una persona en el hogar, y por lo tanto, la dedicación al niño tampoco es igual. La mayoría de divorcios ocurren de manera conflictiva en el hogar, ya que se dan debido a un desacuerdo entre las partes, lo cual no favorece a la situación personal del hijo o los hijos, y por supuesto, tampoco a su educación.

En definitiva, existe una vulnerabilidad real hacia este tipo de familias, que, aunque esté cambiando y mejorando en el tiempo, aun arrastra sus connotaciones tradicionalistas con las que nació, lo que nos cuesta bastante en este país de deshacernos. Ante estas dificultades, se debe actuar como un agente de ayuda social a través de la escucha activa y mediando, diseñando planes de actuación y trabajando colaborativamente para ayudas a los hijos/as en todos los ámbitos de su vida, eliminando conductas que puedan darse como la agresividad.

BIBLIOGRAFÍA

Duncan, G., Yeung, J.W. y Rodgers, W. (1994). Les familles monoparentales aux ÉtatsUnis. Dynamique, niveau de vie et conséquences sur le developpement de l’enfant (Population), 6, 1419-1436.

REFLEXIONES DE CONFINAMIENTO (PARTE I) ¿”CÓMO” SALIMOS DE ÉSTA?

ILUSTRACIÓN: ELISA BIETE JOSA

Es posible que esta crisis sanitaria en la que nos encontramos, nos permita reflexionar acerca de cuáles han sido, hasta ahora, las prioridades que hemos establecido en nuestra sociedad y en nuestra vida, que elemento hemos decidido y priorizado como centro para el desarrollo de la humanidad y sobre el que ha girado nuestro modo de convivir y de estar en el mundo, que no es otro que el mercado, o es posible, que incluso durante este confinamiento, nos demos de frente con una realidad a la que no hemos prestado la adecuada atención, ni le hemos dado el suficiente valor social, y que en estos duros momentos, es la que sostiene la subsistencia de nuestra sociedad, pero no solo ahora, sino que lo ha venido haciendo desde la existencia misma del ser humano, aunque es hoy cuando se hace más visible, pasando a convertirse en la piedra angular de esta crisis sanitaria y social, nos referimos a los trabajos de cuidados.  Esta coyuntura que se nos presenta es idónea para plantear alternativas de funcionamiento de las sociedades, nuevas formas de organización social, de convivir y de estar, nuevas fórmulas de entender la economía, priorizando, en contraposición a lo que veníamos haciendo, la parte esencial de la vida, que se ha hecho visible en este amargo momento. 

Desde la economía feminista se han ido estableciendo tres aspectos clave dentro del análisis del modelo actual objeto de reflexión, por un lado, cuales son los límites de la economía, por otro lado, que función tiene el género en la misma, y por último, el compromiso de ésta en la transformación de un sistema que genera desigualdades. Esta nueva visión se amplía introduciendo en la economía, no solo los flujos monetarios, sino todos aquellos trabajos necesarios para la sostenibilidad de la vida (Pérez, 2012).

Esta situación ha puesto de manifiesto la importancia de los servicios públicos para el bien común, dejando al descubierto las fracturas que durante años han infringido las políticas neoliberales. Las privatizaciones, desregulaciones y liberalizaciones, han provocado que el mercado, y los intereses que se encuentran a su alrededor, sean ubicados en el centro de la organización social, por lo que el bienestar de la vida diaria de las personas ha quedado en manos de los hogares, y sobre todo en manos de las mujeres, asumiendo así, una mayor responsabilidad en cuanto al cuidado de las personas que lo integran (Agenjo, 2013).

En este sentido, es el cuidado de las personas y el bienestar de las vidas cotidianas lo que deberíamos establecer como prioridad en nuestra organización social, tal y como se está demostrando actualmente, desplazando así, los intereses del mercado como único ente capaz de cubrir necesidades. Siguiendo las reflexiones de Cristina Carrasco (2003), ésta nos plantea que tendemos a olvidar, que no solo podemos considerar los bienes y servicios como necesidades humanas, sino también los afectos y relaciones, siendo igual de importante para nuestro bienestar, además de la alimentación, el vestido, la protección de enfermedades o la educación, las necesidades de cariños y cuidados, el poder establecer relaciones y convivir en comunidad.

Todos estos aspectos necesarios para la subsistencia se ven reflejados en esta situación que vivimos, la creación de redes para poder sobrellevar los días de encierro, pone de manifiesto la importancia de vivir en comunidad y la transcendencia que tiene para el ser humano el establecimiento de relaciones sociales. Por ello, esta circunstancia debe hacernos reflexionar, pensar que nos mantiene vivas y vivos, cual es la base para el desarrollo de la vida y si realmente le estamos dando el valor que se merece.

Por último, me gustaría dejaros este fragmento, que utilizan en su introducción sobre Economía Feminista, Astrid Agenjo y Amaia Pérez (2017), y que titulan “Píldoras para abrir el apetito”:

¿Cómo llegamos a tener nuestra comida en la mesa? Esta es la pregunta fundamental de la economía. Puede parecer simple, pero en realidad se trata de una cuestión extremadamente compleja (…) Cuando Adam Smith se sentaba a cenar, pensaba que si tenía la comida en la mesa no era porque les cayera bien al carnicero y al panadero, sino porque éstos perseguían sus propios intereses por medio del comercio. Era, por tanto, el propio interés el que le servía la cena. Sin embargo, ¿era así realmente? ¿Quién le preparaba, a la hora de la verdad, ese filete a Adam Smith?

¿Quién le hacía la cena a Adam Smith? (Marçal, 2016)

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Agenjo, Astrid. (2013). Economía Feminista: los restos de la sostenibilidad de la vida. Revista Internacional de Pensamiento Político-I Época, 8, 15-27.

Agenjo, Astrid y Pérez, Amaia. (2017). Economía Feminista. Recuperado de https://www.researchgate.net/publication/318240662_Economia_Feminista

Carrasco, Cristina. (2003). La sostenibilidad de la vida humana: ¿un asunto de mujeres?. Recuperado de http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/gt/20101012020556/2carrasco.pdf

Pérez, Amaia. (2012). Prólogo. En Valeria Esquivel (Ed.), La economía feminista desde América Latina: una hoja de ruta sobre los debates actuales en la región (p. 13-23). Santo Domingo: ONU Mujeres.

¿Quiénes son las personas que realmente tienen que lidiar con la conciliación? ¿Va más allá del ámbito familiar?

Las políticas de conciliación son siempre objeto de debate en los diferentes convenios de trabajo, aunque siempre se enfocan más al sector femenino o, mejor dicho, feminizado que al masculino o masculinizado. Esto se hace, en mi opinión, porque se entiende que son las mujeres las que tienen que lidiar y conciliar la vida laboral con la vida familiar, se da por hecho que son ellas quienes tiene que organizar su tiempo y su vida laboral para conciliar y lidiar con ambas cosas, liberando así, en gran medida, a los hombres de dicha responsabilidad que parecía que sería compartida.

La conciliación se presupone como algo extralaboral, pues se entiendo como que está fuera del horario laboral y que es algo ajeno a la empresa, algo que se tiene que gestionar aparte. La conciliación es una manera de ofrecer igualdad de oportunidades a hombres y mujeres.

La precariedad y la inestabilidad del mercado laboral hacen que el salario y el mantenimiento del puesto de trabajo, es decir, el mal momento laboral que se vive, es lo que hace que la conciliación y sus políticas pasen a un segundo plano. A su vez, cuando se abarca se hace de manera genérica, no de manera específica ni concreta, no se aborda ni se entiende como problemática social, individual o laboral.

Por otro lado, siempre se entiende la conciliación se asocia siempre a poder compaginar el ámbito laboral con el ámbito familiar, pero no es sólo eso, pues también tenemos dimensiones sociales e individuales, como se indica anteriormente, que siempre se dejan olvidadas en las negociaciones colectivas de los convenios empresariales.

Una las razones por las que la conciliación familiar, en concreto, no se aborde de manera específica y articulada en los convenios laborales puede ser debido a la falta de mujeres en los sindicatos y en las mesas de negociaciones de las empresas, por lo que este tipo de medidas se ven mermadas debido a la falta de representatividad que existe. Es evidente que la mayoría de los problemas de conciliación lo sufren las mujeres y si son los hombres quienes ponen las medidas no serán medidas reales pues ellos no son perceptores reales de dicho problema. Algunos países proponen como alternativas prácticas como el empleo a jornada parcial para tener la manera de estar presente en el trabajo y en el hogar, con la familia. Pero, ¿hasta qué punto son las mujeres las que tienen que sacrificar sus proyecciones laborales por la familia? ¿Y los hombres por qué estamos exentos de dicho esfuerzo o sacrificio? Estas medidas están cargadas de una connotación sexista y machista en lo que a las ocupaciones laborales se refiere y a una división sexual del trabajo.

Una buena propuesta de políticas laborales que abarquen sobre las necesidades de las personas, más allá de lo meramente laboral y profesional, teniendo en cuenta otros aspectos fundamentales de la vida, como el tiempo de ocio. Proponiendo alternativas, a la maternidad, paternidad, crecimiento personal y profesional, continuar con los estudios y demás actividades que permitan un desarrollo personal. Se deben plantear políticas de tiempo.

En España es necesario una modificación de la Ley de conciliación, para que vaya más allá de la maternidad, paternidad. Aunque en los últimos años se han insertado equiparaciones progresivas en dichos permisos y demás mejoras que verán sus frutos con el paso del tipo debido a su reciente incorporación.

Para ellos, como se ha comentado anteriormente, es indispensable que esto se aborde y se tenga en cuenta desde una perspectiva de género, pues así sería una manera de afrontar y proponer soluciones a la realidad de la conciliación, pues son quienes sufren en primera línea dichos problemas.

No eres tú, es el sistema: crisis de cuidados y conflicto capital-vida

Mi día, como el de muchas, empieza a las seis o siete de la mañana y no acaba hasta las doce o la una de la madrugada. Durante todo ese amplio intervalo de tiempo conjugo, como puedo, dos, tres y hasta cuatro jornadas: Voy a trabajar, estudio un poco, voy a alguna que otra reunión, pongo alguna lavadora, la tiendo o recojo; e  intento proveer mi despensa para no morir de sobredosis de comida rápida. Fin de la(s) jornada(s). Estado vital: estresada. ¿Te suena?

Pues no, no eres tú, es el sistema.Tu frustración y tu cansancio forma parte de aquello a lo que las economistas feministas han llamado “crisis de cuidados” y que no es más que la manifestación expresa de la dificultad que tenemos, la mayoría de las personas, para cuidar y ser cuidadas y, porqué no, para el  auto-cuidado.

Pero, ¿qué es eso de la economía feminista?

La economía feminista es una escuela de pensamiento económico crítica, dentro de la cual se distinguen diferentes corrientes. Siguiendo a Amaia  Pérez Orozco, en términos prácticos, podríamos decir que es una propuesta de cambio de mirada, que nos apela a plantear la pregunta raíz que debe responder cualquier sistema económico, político y social. Esto es: ¿qué vida merece ser vivida?

En este sentido, la respuesta del capitalismo parece ser  bastante clara: la vida que merece ser vivida es la del homo economicus, o como esta feminista denomina; la del hombre champiñón, pues parece aparecer y desaparecer del centro de trabajo, como por arte de magia, sin necesidad de cuidar o ser cuidado. Pero, cabe pararse y reflexionar sobre este punto:  ¿es la vida, realmente, una experiencia de autosuficiencia como se apunta desde el capitalismo? ¿Podemos vivir sin necesidad de ser cuidadas? ¿Existe realmente este hombre champiñón?

Si  algo podríamos  afirmar con amplio consenso, es que la vida es insegura, incertera, peligrosa y vulnerable. La vida solo puede ser si se cuida. Toda persona necesita de cuidados en algún momento de su vida -como mínimo durante la niñez y la vejez; así como cuando atravesamos procesos de enfermedad-. Y, para que podamos desarrollar nuestras tareas en el ámbito laboral, debemos de haber realizado previamente una serie de tareas imprescindibles (como lavar la ropa, cocinar y alimentarnos, mantener nuestros hogares limpios y habitables, o cuidar de las personas en situación de dependencia). Luego, ¿por qué el paradigma económico obvia toda esta parte fundamental del proceso de producción, que tiene lugar fuera de él, en  “el lado oculto del sistema”, y que es imprescindible para la propia sostenibilidad y reproducción de la vida?

Desde la economía feminista se defiende que todos estos procesos que se desarrollan en el lado oculto del sistema, que posibilitan y sostienen la vida, y que producen bienestar físico y emocional; también son trabajo. Un trabajo que se desarrolla en los subsuelos del sistema capitalista, sin coste económico alguno. Un trabajo devaluado, que no genera derechos laborales, que no tiene salario, ni vacaciones, ni bajas por enfermedad y que no genera pensiones dignas. En definitiva, un trabajo imprescindible, no considerado trabajo.

Esto nos lleva a pensar que, capitalismo y patriarcado, son un matrimonio bastante bien avenido. El capitalismo necesita de una fuerza de trabajo que se ocupe de todas esas tareas propias del ámbito de los cuidados que, por una parte,  posibilitan las productivas; y, por otra, reproducen la fuerza de trabajo. Y el patriarcado ofrece una división sexual del trabajo que garantiza que todos estos procesos saldrán adelante; un aprendizaje de roles de género diferenciados durante el proceso de socialización que posibilita la justificación de dicha división como “algo natural”; y una pizca de amor romántico para sentar las bases de unas relaciones que permiten  expropiar a las mujeres, lo que Rosa Cobo denomina como “plusvalía de dignidad genérica”.

Bueno, ¿y por qué hablamos ahora de crisis de cuidado?

Actualmente se da una situación compleja en la que confluyen diferentes factores: por un lado, se produce una incorporación masiva de las mujeres al mercado laboral; y, por otro, un aumento de las situaciones de dependencia y una mutación y diversificación de la estructura familiar tradicional.

Además, como expone Ana de Miguel en Neoliberalismo Sexual (2015), esta incorporación masiva de las mujeres en el espacio público, no ha estado acompañada ni de un desarrollo de políticas públicas que posibilitaran seguir sosteniendo las tareas propias del ámbito reproductivo, ni de un ejercicio de cambio drástico de mentalidad en los hombres, que pasen a reclamar y a hacerse cargo de sus inexorables responsabilidades de cuidado.

Es decir, si bien hemos conseguido impugnar, de alguna manera, la división sexual del trabajo; así como politizar la concepción y las implicaciones del amor romántico y el desigual reparto de tareas en el ámbito privado; no se ha producido un compromiso político ni social serio, que plantee qué podemos hacer para que nuestras vidas sean tenidas en cuenta. Porque, al final, es ésto lo que se plantea. ¿Qué somos para el sistema? ¿Tiene cabida mi vida en este sistema? ¿Qué vida se va a cuidar; la de unos pocos hombres champiñones (que tienen dicha condición porque alguien se ocupa de su cuidado), o la del conjunto de la comunidad?

La crisis de cuidados y el conflicto capital-vida pueden superarse, pero no dentro del marco del capitalismo. Porque el capitalismo, siempre explotará unas vidas para que otras pocas puedan ser vividas. Porque lo que está en el centro de la economía capitalista es la lógica de acumulación de capital y no la sostenibilidad de la vida.

Así que no, no eres tú: es el sistema. Tenemos todo un reto por delante: hay que construir escenarios donde quepa toda vida, sus alegrías y penas; y sus fortalezas y vulnerabilidades. Hay que poner la vida en el centro.

 

REFERENCIAS:

  • Cobo, R. (2005). Globalización y nuevas servidumbres de las mujeres. Teoría feminista: de la Ilustración a la globalización3.
  • De Miguel, A. (2015) Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección, Cátedra, Madrid.
  • Ezquerra, S. (2010). La crisis de los cuidados: orígenes, falsas soluciones y posibles oportunidades. Viento Sur, 108, 37-43.
  • Ezquerra, S. (2011). Crisis de los cuidados y crisis sistémica: la reproducción como pilar de la economía llamada real. Investigaciones feministas, 2(0).
  • Orozco, A. P. (2006). Amenaza tormenta: la crisis de los cuidados y la reorganización del sistema económico. Revista de economía crítica, 5, 7-37.
  • Orozco, A. P. (2011). Crisis multidimensional y sostenibilidad de la vida. Investigaciones feministas, 2, 35.
  • Orozco, A. P. (2014). Subversión feminista de la economía: aportes para un debate sobre el conflicto capital-vida. Traficantes de sueños.

 

¿Qué precio tiene la maternidad?: Ser madre o la vida laboral.

Las mujeres españolas siguen soportando la sobrecarga de roles laborales y familiares, aunque trabajen a jornada completa y convivan en el mismo hogar con su pareja. La mayoría de ellas, además, sigue encontrando obstáculos en su trayectoria profesional por razones de sexo, que en muchos casos tienen que ver con la maternidad, a pesar de estar mejor preparadas. Son los datos recogidos en el estudio «Maternidad y trayectoria profesional», realizado por IESE Business School, en colaboración con Laboratorios Ordesa, que analiza los factores que limitan el pleno desarrollo laboral de las trabajadoras que son madres o pretenden serlo.

Patricia García. ABC.

En la actualidad, ser mujer implica, en muchas ocasiones, renunciar, sacrificarse…  nos educan para ello…

Los roles de género en la sociedad definen cómo se espera que actuemos, hablemos, nos vistamos, nos arreglemos y nos comportemos según nuestro sexo asignado. Por ejemplo, se espera que las mujeres y las niñas se vistan de forma femenina y que sean educadas, complacientes y maternales. A su vez, se espera que los hombres sean fuertes, agresivos e intrépidos.

Cada sociedad, grupo étnico y cultura tiene expectativas en relación con los roles de género, pero estos pueden variar mucho entre un grupo y otro, y también pueden cambiar con el tiempo dentro de la misma sociedad.

«La inserción de la mujer en el mundo laboral se ha producido en España más tarde que en el resto de Europa, pero de forma más intensa y en un periodo de tiempo menor –con un repunte mayor en la década de los noventa—. Y junto a este incremento en la tasa de actividad se está produciendo una fuerte caída de la natalidad.» En los países nórdicos, por el contrario, esta correlación cambia de sentido: hay más mujeres trabajando y además sus tasas de natalidad son mayores.

Hoy en día vivimos polémicas y movimientos sociales que envuelven este tema en una lucha donde la mujer lucha por no perder su identidad como mujer, a la par que lo hace también por seguir creciendo profesionalmente y desmitificar la maternidad.

Ejemplo de esto es la publicación del libro “Madre hay más que una, un relato en primera persona sobre a aventura de la maternidad” (Planeta) escrito por Samanta Villar y presentado el 24 de enero de 2017. Una visión muy alejada de los tópicos sobre lo que significa tener hijos hoy.

A través de este libro, Samanta Villar, periodista y presentadora de 42 años, así como a través de titulares generados de las entrevistas realizadas en torno a él, ha protagonizado un enorme revuelo social, especialmente en los diferentes medios de comunicación y redes sociales. El principal motivo, no es más que poner en entredicho aspectos relacionados con los roles de género de los padres, más concretamente de las mujeres, así como de los estereotipos que la maternidad les supone, a través de afirmaciones como “Tener hijos es perder calidad de vida” o “La maternidad está sobrevalorada”. Para entender un poco el impacto social que este libro y dichas afirmaciones han supuesto, debemos teorizar cómo se establece la identidad de género en nuestra sociedad, especialmente en el caso de las mujeres, y qué idealismos, estándares o estereotipos hay en torno a él.

En primer lugar, y como vamos a poder comprobar a través de este análisis, presentación y/o reflexión, actualmente, debemos decir que continuamos conviviendo en un sistema social sexista, que promueve la dominación del hombre y potencia la sumisión de la mujer, a través del aprendizaje de estereotipos y prejuicios impuestos a uno u otro género, provocando graves consecuencias para ambos sexos, pero con repercusiones más peligrosas para las mujeres, ya que las coloca en una posición de vulnerabilidad para su desarrollo vital.

Quizás Samanta habría tenido mayor aceptación social contando lo estupenda que es la maternidad y lo realizada que se siente en esta nueva etapa de su vida, pues seguramente habrían sido afirmaciones más toleradas, debido a que encajan mejor con el “adiestramiento” social y los valores y/o creencias que lo envuelven.

Cuando alguien rompe los estándares que tenemos establecidos, en este caso el papel de mujer en nuestra sociedad (“madre estupenda, feliz y que puede con todo”), se nos mueven los cimientos de nuestro patriarcado, de nuestro aprendizaje. Miles de usuarios/as en las redes se han sentido ofendidos por las afirmaciones de Samanta e incluso, muchos de ellos han respondido y criticado las mismas, cuestionando el juicio, sentimientos o, incluso, su valía como madre. A través de una búsqueda sencilla por internet en redes como Instagram, Facebook… podemos ver comentarios que protagonizan este linchamiento a la periodista, aclamando: “¿qué tipo de madre es Samanta si dice que ahora no es más feliz por ser madre?”, “¿qué pensarán sus hijos al crecer y leer estas palabras?” o ¿cómo no ha pensado en sus hijos cuando estaba hablando así?

Estas personas no es que estén preocupadas por los hijos de Samanta, sino que actúan de este modo porque están sintiendo como se destruyen o tambalean los relatos que siempre nos han contado sobre la maternidad. Como bien veníamos explicando, durante toda nuestra vida, como niñas, nos cuentan toda una serie de historias y ficciones sobre qué significa ser mujer y cómo hay que serlo, siendo uno de los objetivos finales, ser madre.

Ya desde muy pequeñas, en muchas ocasiones sin haber cumplido el primer año de edad y sin apenas saber hablar, es común, especialmente en esta sociedad de consumismo en la que nos movemos, que en Navidad encontremos bajo nuestro árbol un bebé rosa de juguete con su chupete y complementos. Con tan solo unos meses en el mundo, por el solo hecho de haber nacido con genitales femeninos, quien sabe si por ello, en un futuro, nos identifiquemos con el género femenino al crecer, ya tenemos como primer regalo de Navidad, la carga de la maternidad.

¿Nos habrían regalado el mismo muñeco si hubiésemos nacido con genitales masculinos? Un niño de meses habría tenido bajo el árbol un coche, algo que hiciera música, animales, cosas de acción… porque al final, a los niños se les educa para la acción y a las niñas para el cuidado.

Con todo esto, nos reafirmamos en decir que, desde muy pequeñas, nos educan para asumir que, si somos niñas, seremos también madres en un futuro.  La familia, como institución intencional, nos lo dice regalándonos bebés cuando aún seguimos siendo bebés, o nos lo transmiten a través de los cuentos y películas tradicionales, de princesas, donde además de ser madres, nos inculcan que debemos ser heterosexuales, estar muy enamoradas y ser sumisas. De forma intencional, también nos lo dicen las instituciones escolares, donde se estudia los órganos femeninos con un único objetivo reproductivo, aunque no nos hablen de las limitaciones fisiológicas que, a medida que pasan los años, las mujeres vamos generando en relación con este tema. Los medios de comunicación, también influyen en nuestro enfoque de la maternidad dentro de la construcción del género. Si eres mujer, ves Youtube y tienes entre 25 y 30 años, habrás notado un aumento significativo de anuncios publicitarios relacionados con pruebas de embarazo o fecundación. E indudablemente, los temas de conversación que aparece en el grupo de iguales, comienzan a guardar una estrecha relación: deseos de un trabajo bien remunerado y estable, un domicilio cómodo y familiar, búsqueda de la pareja ideal, “sentar la cabeza”, la educación que reciben los menores, los errores que cometieron nuestros propios padres o, directamente, que el tiempo apremia si se desea ser madre. Sin olvidar, la pregunta de “¿tienes pensado ser madre?” que se vuelve un factor común en entrevistas de trabajo.

Para finalizar el análisis de cómo el libro de Samanta ha resultado un choque social para los estereotipos de género, partiremos en cómo dio comienzo su nuevo programa en la cadena cuatro “Samanta y…”: «Basura, que ascazo das, es una injusticia que mujeres cómo tú sean madres, no te mereces tener hijos, puerca, egocéntrica»…

Con estos insultos arrancaba la presentación de Samanta Villar, en la que recordaba que había tenido que aguantar desde el momento en el que dijo que al ser madre se pierde calidad de vida. «Hace año y medio que soy madre y adoro a mis hijos, pero sigo pensando lo mismo y no me pienso callar», añadía la periodista. Programa con muchas críticas pero a la par enriquecedor para muchas mujeres, donde se inició con un primer capítulo dedicado a la maternidad y contó con numerosos testimonios, a través de los cuales se contempló las dificultades de conciliación de las familias, los sacrificios de muchas mujeres o las críticas que reciben por sus conductas «desnaturalizadas», la posibilidad de elección en cuanto al hecho de ser madre o los diferentes métodos y vías para lograrlo.

Samanta Villar no es la única que ha recibido críticas a través de las redes, Soraya Arnelas, cantante, también fue víctima de comentarios que juzgaban su papel como madre tras una publicación en Instagram, pocos días después de dar a luz, donde se la veía en una imagen saliendo con su pareja a cenar ellos dos solos. Lo cual desató un sinfín de comentarios y críticas. «Mala madre» fue lo más bonito que le llamaron en su propio post simplemente por decidir “separarse”, aunque fuese por unas horas, tan pronto de su hija recién nacida. Soraya intentó tomarse a broma los comentarios.

El origen de todos estos insultos puede estar en la creencia o principio de que la mujer debiera quedarse en casa criando hijos, para no desequilibrar un proceso de la naturaleza, el cual puede estar en riesgo con mujeres empoderadas, que deciden por ellas mismas si quieren o no ser madres, y de qué forma. La realidad es que hoy en día hay muchas mujeres que tienen que decidir entre la maternidad o su carrera profesional, encontrándose verdaderas barreras para compatibilizar ambas. Parece ser que, poco a poco, nos vamos socializando en la idea de que, para sentirte realizada como mujer, tienes que ser madre y, una vez que lo seas, tienes que llevar toda la carga y responsabilidad de la crianza porque, al fin y al cabo, llevas siendo toda tu vida entrenada para ello. Y, precisamente, por estas mentiras que nos han venido contando, Samanta se siente engañada y, como ella, muchas otras mujeres que, aunque con mucha menos repercusión en los medios y sin poder escribir libros sobre ello, afirman que ser madre es muy bonito, pero también muy duro, muy difícil y muy sacrificado.

Con esta actuación, Samanta o Soraya están rompiendo con lo que está preestablecido, con los roles históricamente asumidos y asociados por y para las mujeres y con el mito de que la maternidad es sinónimo de felicidad y realización. Está claro que, para muchas mujeres lo es y que, a pesar de los esfuerzos y sacrificios, para muchas madres todo merece la pena, pero también es necesario hablar de aquellas para las que no, las que ven reducida su calidad de vida y las comodidades de una vida sin grandes responsabilidades, o se ven abrumadas durante la maternidad por diferentes sensaciones que nunca les habían contado. De hecho, el silencio sobre este tema provoca que muchas madres se sientan culpables de lo que sienten.

La única solución ante esto es contar las dos caras de la moneda, sin silenciar ésta, que menos encaja con nuestros estándares históricos o roles preestablecidos. Con ello, conseguiremos que las mujeres puedan tomar decisiones con toda la información encima de la mesa, sin engaños, sin adornos y sin culpas, entendiendo y respetando que la diversidad de vivencias entorno a la maternidad pueden ser enriquecedoras y sin acusar ni machacar a aquellas que no lo viven de la forma que siempre nos lo han contado.

Cierro la reflexión respondiendo a aquellos que se preguntan por el qué se llevarán los hijos de Samanta si el día de mañana leen su libro o las entrevistas que ha realizado. Decirles, que posiblemente verán la realidad que ha vivido su madre, que los quiere, pero que también se atrevió a contar una verdad al mundo que incomoda porque no es aceptada. Lo que se llevarán posiblemente sus hijos, es una imagen de su madre luchando para que las mujeres tengan toda la información que les permitan tomar decisiones conscientes, empoderadas, seguras y sin condicionantes sociales, así como para poder sentir y expresarse libremente, sin miedo ni culpas.

 

REFERENTES

 

Economía feminista y ecofeminismo.

Cuando oímos el término economía lo asociamos inmediatamente a mercado. Éstos, los mercados, con todo lo que conllevan: producción de bienes, consumo, etc; son el centro del sistema económico imperante.

Podríamos pensar que son el motor principal del capitalismo. Sin embargo, ¿qué sería de los mercados sin las personas?

Desde la corriente de la economía feminista se sigue argumentando y combatiendo contra el fundamentalismo de mercado que conlleva el sistema económico actual.

¿Qué sería de la producción sin la clase obrera?

Las personas, principalmente, nos mantenemos vivas gracias a “una economía que produce bienes, servicios y cuidados, tanto materiales como emocionales” (Fariñas, Sarai. 2015). La clase obrera se nutre, se asea, se viste, se quiere en un lugar: sus hogares. Tanto es así que, según Mª Ángeles Fernández (2013), podríamos considerarlos “como los centros de producción básica para que el capitalismo funcione y se nutra de sus ansiados recursos humanos”. Es decir, todo el trabajo realizado en el ámbito privado (los hogares) contribuye a que el trabajo destinado a la acumulación de capital sea viable y posible. (Fariñas, Sarai. 2015)

En un artículo de Píkara Magazine (2013) dos expertas en economía feminista declaran que esta corriente ha cuestionado la universalidad del homo economicus , además de ser la que ha puesto en el centro temas como la sostenibilidad de la vida y la importancia de la reproducción social.

SobAl2

¿Qué sería de los productos sin personas consumidoras?

Sin duda, el sistema empuja a las personas a consumir lo que los mercados nos venden. Pero pensemos un momento… Por ejemplo, en la alimentación, ¿cómo llegan los productos alimenticios a ser consumibles? ¿Quién suele realizar esos trabajos que los transforman en comida? Como escribe Sarai Fariñas (2015), “la economía feminista pretende recuperar todos los trabajos que están haciendo de vínculo entre esos procesos de mercado y la vida de facto.”

En palabras de Leticia. T y Victoria C.: “el acto político del consumo no puede quedarse solo en el proceso de la compra, es decir, en el ámbito público, hay que politizar también todas las tareas que conlleva en el ámbito privado.

Y, generalmente, los trabajos de este ámbito privado los hacen las mujeres. Y han sido invisibilizados, puesto que la identificación del trabajo con el dinero los ha dejado fuera de esta conceptualización. Ningún marido, ningún hijo ha pagado a una madre por cocinar o planchar, ergo estas actividades no son trabajo. Y así se ha mantenido a las mujeres: históricamente, sin remuneración; y en la actualidad, sometidas a dobles jornadas.

¿Qué sería del sistema sin planeta?

Leticia Toledo y Victoria Coronado (2017) plantean que “la lógica economicista dominante se olvida de que formamos parte del planeta Tierra, un sistema ecológico con sus propios tiempos y límites, del que dependemos para satisfacer nuestras necesidades.

La realidad de nuestra estancia en la tierra es la siguiente: vivimos en un mundo finito siguiendo los mandatos de un sistema económico cuyo único objetivo es crecer sin fin. Los recursos que nuestro planeta nos proporciona no se regeneran al ritmo que el capitalismo impone. No existen las materias primas necesarias para cubrir las necesidades de las sociedades que hoy habitamos el mundo. En palabras de Yayo Herrero (2011) nos encontramos ante “la imposibilidad de seguir creciendo materialmente en un planeta con límites”. Además, los hábitos que nos ha creado el consumismo estrepitoso tan característico del capitalismo, ha conseguido que estemos interviniendo de tal modo la salud de los ecosistemas que se estima que en 2050 tendremos más plástico que peces en el mar (según estimaciones de la Unión Europea). Lo miremos por donde lo miremos esto evoca un final trágico para el devenir de la humanidad.

Todo esto, unido a nuestra vulnerabilidad como personas interdependientes y ecodependientes, constituye la necesidad de construir “una alternativa que nos dé oxígeno, porque el sistema nos está quitando en muchos casos el oxígeno e incluso las ganas de vivir como no tengas un entrono que te alimente, te dé amor y cariño” (Mª Ángles Fernandez, 2013)

Esta alternativa puede construirse desde los postulados del ecofeminismo, que aboga por la modificación de los hábitos de consumo, el decrecimiento, la cultura de la suficiencia, el cuidado de la Naturaleza, etc. Desde esta perspectiva tratamos de romper la barrera que se ha creado entre trabajo y vida.

Bibliografía:

Fariñas Ausina, Sarai (2015) “La economía feminista y la soberanía alimentaria” Revista Soberanía Alimentaria Nº21, pp 6-10.

Fernández, Mª Ángeles (2013) “La economía feminista desnuda el capitalismo” Pikara Online Magazine. Edición impresa. Año 3. Pp 82-85

Herrero, Yayo (2011) “Propuestas ecofeministas para un sistema cargado de deudas”  Revista de economía crítica Nº13, pp 30-54.

Puleo, Alicia H. (2000) “Luces y sombras del ecofeminismo” Asparkía. Nº11, pp 37-45 [Consultado el 17/12/17 en http://www.e-revistes.uji.es/index.php/asparkia/article/view/904/813]

Puleo, Alicia H. (2002) “Feminismo y Ecología” El Ecologista. Nº31, pp 36-39. [Consultado el 17/12/17 en https://www.fuhem.es/media/cdv/file/biblioteca/Boletin_ECOS/10/feminismo_y_ecologia.pdf]

Toledo, Leticia y Coronado, Victoria (2017) “Consumo a fuego lento. Una receta de la economía feminista” Pikara Online Magazine. Edición impresa. Año 5. Pp.79-81

Economía Circular

A menudo bromeo con mis compañeras y compañeros de trabajo acerca del concepto de economía circular, puesto que un día cualquiera: yo  traigo un abrigo que ya no le sirve a mi madre y lo dono a la cooperativa, se pone en venta y lo compra una compañera. Ella lo puede comprar porque esta a la venta en la tienda y porque tiene un salario que le hace posible la adquisición de dicha prenda. Por tanto, todas ganamos la prenda no va a la basura, ella tiene un abrigo nuevo, la cooperativa hace posible la transacción y obtiene el beneficio económico, medioambiental y social. Todas ganamos y los bienes tienen un flujo circular.

Esta economía circular, con la cual bromeamos, no es exactamente lo que quería compartir con vosotras aquí con este ejemplo cotidiano, o sí. Bueno este concepto, economía circular es algo serio, puesto que es la alternativa a la economía lineal.

Esta economía lineal se pone en cuestión constantemente cada vez en más espacios, por su manera de extraer materias primas, producir, distribuir, comprar, desechar, etc. Esa lógica capitalista que está agotando los recursos naturales del planeta y que esta acabando con los espacios naturales, las especies y la salud humana. En este momento parece que avanzamos para el desarrollo de un sistema económico más sostenible y más pensado para el largo plazo, pero eso conlleva tener que frenar el ritmo, tanto de producción como de consumo.

Empezar a pensar en el decrecimiento como al alternativa al crecimiento, en la alargascencia frente a la obsolescencia y así empezar a desaprender, para construir y crear nuevas realidades. Acaso si hacemos uso de la tecnología que tenemos, ¿no podemos crear objetos que puedan ser actualizados sin necesidad de ser desechados?

economia_circular

Entonces, podemos definir la Economía Circular como:

Una economía en la que el valor de los productos y materiales se mantiene durante el mayor tiempo posible, los residuos y el uso de los recursos se reducen al mínimo. Los recursos se conservan dentro de la economía cuando un producto ha llegado al final de su vida útil, con el objetivo de volverlos a utilizar repetidamente y seguir creando valor. Entonces podemos entender a esta economía como una intersección de aspectos ambientales y económicos, que supera los límites del sistema lineal y que propone un nuevo modelo social que use y optimice la eficiencia en el uso de los recursos.

Pero claro, ¿qué pasa con las empresas?, pueden permitir un descenso de la producción o un cambio en las reglas actuales. Pues en mi opinión si, las normas pueden ser modificadas y ser beneficiosas para todos los agentes implicados. Puesto que la gestión de residuos genera empleo, la reutilización de materiales proporciona recursos que pueden ser puestos de nuevo en la cadena de producción, la cantidad de energía y de combustible se reduce, por tanto se disminuye la toxicidad en la producción, lo cual hace que mejore la salud humana y la conservación de los ecosistemas.

En definitiva, como todo en la naturaleza es un ciclo, creo que el sistema económico debe avanzar en este sentido, ser cíclico, ser algo que se retroalimente constantemente y deje de generar tanta basura y destrucción. Y esto de la economía circular no solo es la idea de un grupo de hippies ecologistas, sino que las políticas europeas van en esta misma linea, las estrategias propuestas para el futuro son trazadas con esta lógica circular de la economía y la producción.

Para ilustrar esta idea y para crear algo de debate os comparto un vídeo, espero que os guste:

Economía Circular: descubre lo que es, antes de que explote el planeta

 

Capitalismo y consumo

Cuando vamos tomando conciencia de cómo se conforma la sociedad, el sistema económico, el sistema socio- político, y todos aquellos elementos que configuran la sociedad tal cual al conocemos, podemos llegar a sentir una sensación de desazón, frustración e indignación. Por lo menos a mi me pasa a veces, pero creo que a medida que vamos tomando esa conciencia debemos de saber administrar esos sentimientos que nos provoca y  hacer un intento por focalizar esfuerzos en intentar cambiar las cosas que no nos gustan o nos parecen poco justas.

Parece que tenemos que asumir una serie de normas y decretos sociales que vienen caídos del cielo, o impuestos por voluntad divina, y así los asumimos, los tenemos instalados en nuestra mente y son reforzados por dichos populares y frases hechas que venimos escuchando desde que eramos pequeñas. Cuando la realidad yo creo que es otra, tiene que serlo, no puede ser así. Puesto que vivimos en una sociedad con unas normas que vienen impuestas por la propia sociedad, lo que pasa es que esto es muy complejo, hay que tirar mucho del hilo para desmenuzar una pequeña parte y tener una visión más amplia de la realidad. Por ejemplo, ¿porque existen personas con mayor poder que otras?, ¿que son las que tienen más dinero u oportunidades para generarlo?, pueden ser esas personas que por decirlo de algún modo tienen privilegios que otras no tienen y que ni siquiera conocen. Entonces que pasa,  mientras que unas diseñan un sistema a su medida, para su beneficio, otras pelean por formar parte de ese juego sin saber que están jugando una partida en la cual las cartas ya están marcadas.

Ante esta realidad, vivimos en este planeta, la tierra en la cual tenemos una serie de recursos naturales, unos ecosistemas y unas especies que no cuentan para nada en este juego, simplemente son mercancías para aquellas personas que tiene el privilegio de poder apropiarse de ellas, de todas las que estén a su alcance. Estas mercancías naturales o animales son consumidas por aquellas que también son mercancías, pero no lo saben, las personas que carecen de poder. Así es como a veces observo a la especie humana en su comportamiento en un sistema de consumo que ella misma asume y alimenta, estando a veces muy disconforme con ello. Esto tiene mucho que ver con el feminismo y la economía, ya que una de las fuentes de poder que tenemos es la capacidad de decidir que consumimos y que no, siendo conscientes de que esta capacidad esta marcada por la capacidad adquisitiva, las creencias y los valores culturales. En la sociedad de consumo, optar por cambiar los hábitos y los patrones es una acción política que puede tener mucho calado en la forma en la que las empresas generan riqueza. Mermar el consumo de productos de origen animal puede tener un impacto  importante en la industria alimentaria, y cambiar las formas de explotación animal por otras más respetuosas con las especies, más sostenible con el entorno y más saludables. Desde el feminismo,  siendo este un movimiento que lucha por la igualdad y la justicia, creo que debe estar cuanto menos concienciado y luchar contra el sistema de dominación que ejerce la especie humana hacia otras especies. No podemos luchar contra la opresión patriarcal y el sistema de dominación masculina, siendo las opresoras de otras especies animales, creo que debemos ser solidarias y tratar de extender la dignidad y la igualdad de trato a otras especies. Por lo menos ser conscientes, combatir la propiedad privada de las personas, de las tierras, de las semillas. Trabajar por la justicia y la sostenibilidad delos pueblos, los ecosistemas, las fauna y la flora, etc.

En definitiva, creo que hay que crear alternativas a este sistema, tener ilusión y esperanza, proyectar otras realidades, otras situaciones que nos hagan crecer a todas en salud y armonía.

Espero que os guste este corto que os dejo a continuación:

Capitalism is Just a Story

(podéis poner subtítulos en español)

 

 

De la economía y el feminismo

<<Economía>>, palabra ampliamente utilizada, especialmente en la esfera política y en los medios de comunicación. La mayoría de las personas tenemos una cierta noción de lo que significa porque la economía nos afecta directamente, porque tiene que ver con lo que compramos y vendemos, con si el dinero nos alcanza o no, con muchas de las noticias que se publican a diario… Quizás conozcamos (en la teoría al menos) algunos conceptos básicos, sin embargo nos cuesta ver el cuadro completo.

Tratar de entender todo el funcionamiento del sistema es un ejercicio al que estamos poco acostumbrados en general, discernir el engranaje y la conexión entre cada una de las partes puede resultar complejo y sencillo a la vez, pero sobretodo es muy necesario e importante porque es la manera en que podemos empezar a poner en valor muchos aspectos a los que no prestamos atención y que suelen ser necesarios e importantes.

En este punto se me ocurre proponer que las personas deberíamos ser capaces de desarrollar una especie de conciencia económica, así como desarrollamos otras conciencias sobre nuestra realidad (conciencia feminista, conciencia ecológica…) Creo que así, un escándalo de la magnitud de los Papeles de Panamá no hubiera pasado tan desapercibido y con tan pocas repercusiones en la opinión pública, y del que, sin embargo, se han publicado gran cantidad de artículos, noticias y documentales.

Creo que entonces tampoco pasaría tan desapercibida la asociación entre Economía y desigualdad de género o las críticas y propuestas que desde el feminismo y otros movimientos sociales se hacen al sistema económico en el que vivimos. La Economía Feminista es uno de estos planteamientos que se hacen al margen de las corrientes dominantes sobre el tema.

¿Economía feminista? Si la economía… ¿no tenía que ver con todo y con todos por igual…?” Bueno, esta una de las reacciones con las que me he encontrado al comentar que estaba llevando este curso del Máster. Como en su mayoría no somos capaces de ver el panorama completo, es lógico que el vínculo entre Economía y Género resulte más que difuso al principio.

Resulta que si nos salimos de esa visión tan sesgada de la economía a la que estamos acostumbrados podemos empezar a ver más claramente todas las desigualdades de género que existen producto de un sistema económico planteado de una determinada manera y desde una determinada visión.

Otro ejemplo, a lo mejor un poco más conocido, de crítica al sistema económico son los movimientos ecologista de mujeres. También el ecofeminismo critica el capitalismo neoliberal que se apropia del medio ambiente y de las personas de manera mercantilista sin importar las consecuencias, en favor de la producción, la productividad y un supuesto crecimiento económico. Además, el ecofeminismo denuncia que suelen ser las mujeres las primeras y más afectadas por esta visión de la economía. Uno de sus principales objetivos en la lucha por políticas con perspectiva de género que garanticen el respeto a la vida.

A pesar de los múltiples retos que conlleva, considero que conocer un poco más de cómo funciona nuestra economía, hacer conciencia de todas las partes involucradas en el sistema y poner más atención a muchas de las iniciativas que se están intentado llevar a cabo para detener la inercia del sistema económico que nos posee, es un punto de partida imprescindible para la búsqueda de la igualdad. Es necesario que desarrollemos una auto-conciencia como especie humana, para plantear respuestas a los problemas ambientales y a las injusticias sociales que se dan en la actualidad. En el reconocimiento de nuestra propia vulnerabilidad podemos ser capaces de entender la necesidad de la participación de todos y todas; la aceptación y el respeto de nuestra diversidad, porque todos y todas somos parte de la cadena, y aunque nos pueda parecer poco, todos y todas podemos hacer algo.

Buenas o malas madres: un problema de salud pública, un problema de sostenibilidad

Antes

 

Es evidente que hay buenas madres y menos buenas, lo mismo que hay buenas y malas personas. Pero nuestra libertad viene limitada por nuestro entorno, nuestras vivencias, nuestra educación, las habilidades aprendidas o no, nuestros depósitos afectivos y emocionales recibidos durante la infancia. La responsabilidad individual existe, pero los condicionamientos a veces son casi insuperables.

Hoy he conocido una mujer cuya familia es objeto de atención especial en los Servicios Sociales de mi pueblo. Llamémosla María. María es hija de una mujer prostituida, no existió un padre para ella, cuidó de sus hermanos pequeños como una niña esclava y estuvo envuelta en la violencia y el odio. Nadie le enseño a querer y mucho menos habilidades sociales para una relación de convivencia afectiva satisfactoria para ella y su entorno. Probablemente, huyendo de esa pesadilla, se casó muy joven y tuvo tres hijos. Pero como era fácilmente esperable el esposo era  un hombre maltratador, tan violento que está actualmente en la cárcel. Ahora tiene una nueva pareja, un hombre salido igualmente de una familia violenta, que se precia que él no lo es. Y es cierto, no lo es con con los otros, tiene más habilidades sociales que María, pero es drogadicto. Cuando está limpio es un buen padre para la nueva hija pequeña que tienen en común y también para los otros niños, pero eso no ocurre siempre. En ese contexto ¿puede extrañarnos que ese hogar sea un lugar de violencia? ¿Puede sorprendernos que la pobreza y la infelicidad  originen una creen patología familiar grave?

María tiene miedo de ir a trabajar y que sus hijos se lesionen irremediablemente entre ellos, pero también necesita, como el comer, un espacio personal, incluso dentro de un trabajo.

Toda la familia gira en torno a una mujer violenta, infinitamente infeliz, desbordada por una carga que nunca ha sabido manejar, incapaz de dar a sus hijos el afecto que no recibió, imposibilitada para socializarles en valores que ella nunca ha aprendido, consciente de su fracaso. Y sin embargo es fuerte, durante la entrevista se evidencia que es inteligente, tiene un gran potencial, merece la pena todo el esfuerzo necesario para que tenga alguna ocasión de ser feliz como la tiene todo ser humano. Pero es más, es un problema de salud pública, porque si no la sanamos a ella, sus hijos seguirán perpetuando el circulo de violencia, infelicidad y riesgo para la sociedad. Una sociedad así no es viable y este  caso no es único, ni siquiera infrecuente.

Es un caso extremo, lo sé. Sin embargo los hijos semi-abandonados, sin nadie que les ponga límites o tenga tiempo para proporcionarles afecto es de una frecuencia alarmante y el resultado es violencia, desafecto, infelicidad, patología.

A veces me pregunto: ¿antes de la emancipación de la mujer, no se adiestraba mejor a las mujeres para socializar a sus hijos? ¿Para ser buenas madres? Creo que en las familias extensas al menos existía un reparto de tareas y un acompañamiento que hacía más fácil la vida de todo el mundo y de las mujeres en particular (dentro de la dominación, por supuesto). Pero claro el mercado laboral necesita movilidad y las familias hace tiempo que son nucleares, cuando no monoparentales.

Madres rebeldes.pngCreo que las feministas somos conscientes de lo que se nos ha tratado de vender: ser una mujer es ser una buena madre y esposa. O sea ser una trabajadora  esclava que produce trabajadores/consumidores. La emancipación de la mujer, sin que la sociedad haya provisto los mecanismos necesarios para mantener los cuidados de vida: higiene, nutrición, afecto, ha producido una crisis de cuidados que crea violencia y patología. Los hombres apenas han evolucionado en la corresponsabilidad de las tareas domésticas y los cuidados y el individualismo creciente aboca claramente a un mundo inviable.

Por supuesto la solución no es volver a encerrar a las mujeres en casa, pero si que la comunidad se haga consciente de que lo doméstico es política y que es un problema de toda la sociedad. Que la infelicidad, la falta de afecto y cuidados supone un grave problema de salud pública. Que ya es hora de que el mercado no marque la vida para seres humBolsa de la compra.pnganos  con espíritus frágiles muy necesitados de apoyos. De lo contrario nuestra sociedad es cada vez más insostenible. No es un problema de productividad es un
problema de afectos, de cuidados, de vida.