Mujeres, empleo y maternidad.

Autora: Patricia Rodríguez Molero

Los estudios de género han abordado el papel de la mujer y su relación con la maternidad, discutiendo el rol mujer-madre-ama de casa, considerado el rol tradicional, y asumido culturalmente, que ha forjado la identidad de la mujer por generaciones; estos estudios han abordado además su transición al rol mujer-trabajadora-ama de casa (la llamada “doble jornada”), viéndose una implicación de la mujer en la esfera laboral.

La construcción afectiva y de identidad de la mujer es un tema importante, que es definida por aspectos biológicos, sociales y culturales. Tradicionalmente, la identidad relacional de las mujeres ha sido definida en el ámbito de lo familiar, la formación de pareja, el matrimonio, y como consecuencia la procreación y con ello el ejercicio de la maternidad; mientras que para los hombres ha estado más basada en la aspiración de tener dominio, estatus y poder en sus relaciones. (Covarrubias Terán, M. A., 2012)

Por lo general, las mujeres asumen una postura más responsable al constituirse como madres, y con ello dejan de lado temporalmente su actividad laboral en pro de proporcionar un cuidado, educación y formación de calidad para sus hijos. Y, no solo por decisión propia por razones de índole biológica (el “instinto maternal”), sino viéndose presionadas porque la sociedad es lo que espera de ellas, especialmente en la primera infancia, donde los hijos son más vulnerables. Esta presencia de la madre en casa asumiendo ese rol de mujer-madre-ama de casa y el rol del padre de autoridad al limitar, en cierta medida, las actividades femeninas, hace que se perpetúe este aprendizaje de los roles en casa. (Covarrubias Terán, M. A., 2012) Por ello es tan importante la conciliación de la vida laboral y familiar de las mujeres y de los hombres, y ya no solo por el crecimiento personal y profesional de la mujer, sino también para romper con el molde patriarcal y con el aprendizaje de roles tradicionales, constituyéndose este aprendizaje a partir de valores y acciones, de la relación con vínculos y anclajes afectivos entre padres e hijos.

Para las mujeres es una fuente importante de satisfacción personal el trabajo productivo (el ejercido fuera de casa), pero se ven sumergidas en las dificultades para poder conciliar las responsabilidades y obligaciones derivadas del mundo familiar y laboral. Lo cual hace que se sientan culpables al no poder atender satisfactoriamente ambos mundos y deciden reducir o eliminar el tiempo que le dedican al trabajo productivo. Con todo esto se constata que las elecciones profesionales de las mujeres están condicionadas por la maternidad, ya que en muchas ocasiones lo que es considerado culturalmente como una “buena madre” entra en conflicto con lo que se espera de un “buen trabajador”, presentando por ello grandes problemas para conciliar. (Menéndez, M. D. C. R. et al, 2011)

Cuando una mujer decide limitar o eliminar este tiempo de trabajo fuera de casa, siente un frenazo en su crecimiento profesional, sumado a que el número de horas que dedican a las tareas del hogar aumentan y sienten más aislamiento y que han perdido su identidad como personas adultas. Esta situación no suele ocurrir en los hombres-padres, que suelen seguir trabajando a tiempo completo y olvidando la conciliación de trabajo y familia, por lo que es la mujer la que se ve obligada a flexibilizar y reducir sus horas de empleo para satisfacer las necesidades domésticas. (Menéndez, M. D. C. R. et al, 2011)

Referencias bibliográficas
Menéndez, M. D. C. R., & GARCÍA, C. M. F. (2011). Empleo y maternidad: el discurso femenino sobre las dificultades para conciliar familia y trabajo. Cuadernos de Relaciones Laborales28(2), 257-275.

Covarrubias Terán, M. A. (2012). Maternidad, trabajo y familia: reflexiones de madres-padres de familias contemporáneas. La ventana. Revista de estudios de género4(35), 183-217.

Economía ecológica feminista.

Autora: Patricia Rodríguez Molero

Es bien sabido que las relaciones entre sociedad y naturaleza están mediadas por relaciones de poder, en la que se basa la ecología política, y estas relaciones están atravesadas por variables de género, clase y etnia entre otras. La ecología política feminista es un movimiento, constituida por una “minoría sin voz”, que cuestiona la ceguera respecto a las relaciones de género que han caracterizado los distintos enfoques de la ecología política, dando visibilidad a la dominación que han sufrido la naturaleza y las mujeres, como procesos ocurridos de manera paralela. (Gartor, M. 2015)

La teoría económica neoclásica ha considerado la economía como un sistema cerrado y autosuficiente, pero la economía ecológica ha expuesto que este sistema económico es un subsistema que forma parte de uno mayor, finito y global: la biosfera. Es decir, que la economía debe ser comprendida como un sistema abierto a la entrada de materiales y energía y a la salida de residuos. La economía feminista además afirma que la reproducción social y del sistema económico, ha descansado sobre los trabajos de cuidado, históricamente realizados por las mujeres, y que han sido realizados de forma gratuita e invisibilizada fuera del mercado, dejando a éstas fuera del análisis de las experiencias en la esfera mercantil, realizado bajo una mirada androcéntrica. (Martínez Alier y Roca Jusmet, 2013) (Pérez Orozco, 2014)

Con lo cual, la economía ecológica pone el foco de atención del proceso económico en el metabolismo social (flujos de materiales y energía y sumideros de residuos); en resumidas cuentas, hay un intercambio ecológicamente desigual, en el que los países del Norte Global se mantienen porque ponen a su servicio los recursos y los sumideros planetarios normalmente provenientes del Sur Global, dando pie a una deuda ecológica. (Martínez Alier y Roca Jusmet, 2013)

Paralelamente, el ecofeminismo advierte que también hay un flujo asimétrico en el sistema económico con respecto a los cuidados, ya sea entre personas, grupos sociales o entre países (donde las mujeres migrantes del Sur asumen los trabajos de cuidados en el Norte). Exponiendo que la responsabilidad de los cuidados, está feminizada y relegada al ámbito del hogar, dando pie a su vez a una deuda de cuidados. (Pérez Orozco, 2014)

Es decir, los flujos de cuidado, al igual que el trayecto de los materiales y energía, se transfieren de los países de la periferia o del Sur a los del centro o Norte, existiendo así un paralelismo entre la crisis ecológica y la crisis de cuidados. En la crisis ecológica existe como resultado de ignorar los límites biofísicos del planeta y la crisis de cuidados ignora los límites sociales de los tiempos disponibles para el cuidado. (Gartor, M. 2015)

El ecofeminismo en materia de la “reconstrucción de los procesos biofísicos del proceso económico” ha discurrido en términos de continuidad vs. ruptura, surgiendo dos grandes corrientes; la economía feminista de la conciliación o integradora que se centra en visibilizar las esferas económicas relacionadas con el trabajo doméstico con su medición en términos monetarios, cuantificando su importancia relativa en el PIB; y, la economía feminista de la ruptura que considera los límites que tendría la integración de la esfera del hogar en las bases conceptuales de la teoría económica neoclásica. Ésta ve también importante la utilidad de la valoración monetaria de los trabajos domésticos y de cuidados como forma de darle visibilidad y tomar consciencia, pero con ciertos matices, ya que no pueden ser reducidos a un único criterio monetario, ya que los acompañan más factores y dimensiones materiales, fisiológicas, afectivas y emocionales. (Gartor, M. 2015)

Referencias bibliográficas:

· Gartor, M. (2015). Apuntes para un diálogo entre economía ecológica y economía feminista. Ecología Política, (50), 39-44.

· Martínez Alier, J., Roca Jusmet, J. (2013). Economía ecológica y política ambiental. México D.D.: Fondo de Cultura Económica.

· Pérez Orozco, A. (2014). Subversión feminista de la economía. Aportes para un debate sobre el conflicto capital-vida. Madrid: Traficantes de Sueños.

Economía Feminista y Economía del Cuidado.

Autora: Patricia Rodríguez Molero

La economía feminista es una corriente de pensamiento que tiene una larga historia, es en los años setenta cuando se inicia con más fuerza en la crítica metodológica y epistemológica a las tradiciones existentes y dando lugar a su elaboración propia y análisis empírico. La economía feminista pretende explicar las raíces económicas de la desigualdad de género. (Carrasco, C. 2006)

Dentro de este concepto, existe la noción de “economía del cuidado”, que ha contribuido a actualizar el debate feminista sobre la organización de la reproducción social y a reconocer el impacto de esta organización en la reproducción de la desigualdad. La economía del cuidado pone en manifiesto la importancia del rol del cuidado en el funcionamiento del sistema económico y la injusticia de la organización social del cuidado, suponiendo un desafío para las políticas públicas, en una sociedad que aspira a mayor igualdad. (Rodríguez, C. M. 2015)

La economía del cuidado y el rol sistémico del trabajo del cuidado, surgió dentro de la economía feminista a partir del “debate del trabajo doméstico”, en el que se argumentó sobre la necesidad de visibilizar el trabajo doméstico no remunerado en el proceso de acumulación capitalista, y las implicancias en términos de explotación de las mujeres. (Gardiner, J. 1997) El concepto de economía del cuidado refiere todas las actividades y prácticas necesarias para la supervivencia cotidiana de las personas en la sociedad en que viven, permite atender las necesidades de las personas dependientes, por su edad o condición/capacidad; incluye el autocuidado, el cuidado directo de otras personas (actividad interpersonal del cuidado), la provisión de las precondiciones en que se realiza el cuidado (la limpieza de la casa, compra, preparación de alimentos) y la gestión del cuidado (traslados a centros educativos, coordinación de horarios…). (Rodríguez C.M. & Marzonetto, G.L. 2015)

A través del concepto economía del cuidado la economía feminista pretende visibilizar el rol sistémico del trabajo de cuidado en la dinámica económica en el marco de las sociedades capitalistas y dar cuenta de las implicancias que esta organización tiene para la vida económica de las mujeres. Sin este trabajo de cuidado cotidiano, el sistema no dispondría de trabajadores y trabajadoras en condiciones de emplearse, y el problema es que está invisibilizado, ya que en este sistema sólo se tiene en cuenta la oferta laboral, entendida entre trabajo y ocio, sin incorporar la idea del trabajo de cuidado necesario para que las esferas de trabajo y ocio sean posibles. La economía feminista discute esta visión, ya que considera el rol determinante de las relaciones de género, especialmente relevante en la concentración de mujeres en las actividades de cuidado y su consecuente menor y peor participación en el mercado laboral; además, considera muy importante visibilizar el rol de este trabajo de cuidado en el funcionamiento de la economía, ya que este trabajo de cuidado no remunerado relacionado con los agente económicos y con el sistema de producción, provoca en la persona un estado de bienestar efectivo, relacionado con la salud y la educación, entre otras. (Rodríguez, C.M. 2015)

Dicho todo lo anterior, podemos decir que, la oferta de trabajo remunerado se regula gracias a la negociación dentro de los hogares destinada a distribuir el trabajo no remunerado para la reproducción, ya que el proceso de distribución del trabajo no remunerado en el interior de los hogares está determinado por pautas culturales y por racionalidades económicas, podemos decir que existe una división sexual. Con lo cual, el trabajo de cuidado no remunerado, realizado mayoritariamente por mujeres, constituye un subsidio a la tasa de ganancia y a la acumulación del capital. (Rodríguez, C.M. 2015)

La organización social del cuidado es injusta, porque las responsabilidades de cuidado se encuentran desigualmente distribuidas en dos ámbitos, en las responsabilidades de cuidado entre hogares-Estado-mercado-organizaciones comunitarias, y entre hombres-mujeres, es decir, el trabajo de cuidado es asumido por los hogares y, dentro de los hogares, por las mujeres. (Rodríguez C.M. & Marzonetto, G.L. 2015) Considerando así, la división sexual del trabajo y la naturalización de la capacidad de la mujer para cuidar, basada en una idea social a partir de una diferencia (las mujeres pueden parir y amamantar). Por esta capacidad biológica exclusiva, se asume que las mujeres son poseedoras de capacidades superiores para aspectos como el cuidado, y así, ellos aluden estas responsabilidades, que amparan las relaciones patriarcales de género en la sociedad y sobre la que sustentamos nuestra cultura, a través de la educación, la publicidad, comunicación, tradición, religión… (Rodríguez, C.M. 2015)

También cabe destacar, que esta organización social del cuidado y el grado de libertad para decidir una mejor manera de organizar el cuidado, tiene mucho que ver con el nivel socioeconómico. Así, las mujeres que viven en hogares de ingresos medios o altos, tienen más oportunidades de adquirir servicios de cuidado en el mercado o en el hogar (salas maternales o pagar a otra mujer para el cuidado del hogar) y así poder liberarse del tiempo de trabajo no remunerado en el hogar y ocuparse de otras actividades, ya sean laborales o de autocuidado. Todas estas opciones en mujeres que viven en hogares de ingresos bajos, se encuentran limitadas o directamente no existen, dando lugar a una presión sobre el tiempo de trabajo o viéndose restringido. En conclusión, existe una profunda desigualdad cuanto más bajo sea el nivel socioeconómico. (Rodríguez, C.M. 2015)

Referencias bibliográficas:
· Carrasco, C. (2006). La economía feminista: Una apuesta por otra. Estudios sobre género y economía15, 29.

· Gardiner, J. (1997). Gender, care and economics, Macmillan.

· Rodríguez Enríquez, C. M. (2015). Economía feminista y economía del cuidado: Aportes conceptuales para el estudio de la desigualdad.

· Rodríguez Enríquez, C. M., & Marzonetto, G. L. (2015). Organización social del cuidado y desigualdad: el déficit de políticas públicas de cuidado en Argentina.