La «psicología ambiental» inicialmente estudiaba la interrelación entre las personas y los ambientes físicos reales que éstas ocupan. Sin embargo, conforme se avanzaba en el estudio de los ambientes desde un enfoque psicológico, se comenzó a entender la dificultad de aislar los ambientes físicos de los sociales, determinando como objeto de análisis el ambiente o entorno sociofísico. Estudiaba también la degradación del medio ambiente y la preocupación por la conservación de los recursos y del medio natural. Pero ya sean los ambientes naturales o construidos, lo cierto es que la psicología ambiental estudia «algo que la mayoría de las veces no se hace presente a la persona, a pesar de saber dónde se encuentra, tener la destreza de poder describirlo y deambular por el lugar» (Aragonés, 2000). Los psicólogos ambientales han comprobado que el ambiente afecta al comportamiento de las personas, aunque éstas no son conscientes de su influencia.
La lucha por los ambientes naturales y la conservación de recursos plantea serios problemas. Uno de los problemas sociales que complica la resolución de conflictos ambientales son las inequidades sociales y de género, es decir, la inequidad en el disfrute de recursos naturales y el trato discriminatorio a mujeres, niños, personas sin recursos y miembros de minorías étnicas.
Es un hecho que en la mayoría de sociedades del mundo los hombres gozan de más privilegios, poder y prestigio que las mujeres. La inequidad entre sexos también repercute en una de las causas fundamentales del dilema ambiental, por ejemplo, en ciertos países el hecho de recaer en los hombres la decisión del número de hijos ha llevado al crecimiento exponencial en la población que ahora experimentamos. Según Engelman (2008), en los países en donde se permite que las mujeres participen en las decisiones sobre planificación familiar, éstas deciden tener dos hijos o menos, ya que, al intervenir más en la crianza, son conscientes de sus necesidades (y capacidades) personales y las de sus hijos. Con lo anterior generan lo que pocos gobiernos logran: un control poblacional en balance con los recursos naturales.
Otra implicación ecológica de la equidad de género es disminuir la brecha salarial de hombres y mujeres, ya que este factor constituye un poderoso incentivo para limitar el número de hijos que una familia decide tener. Las mujeres conforme aumentan su ingreso, deciden procrear menos hijos y esto se ve complementado por el hecho de que un incremento en el nivel de escolaridad de las mujeres se relaciona con un decremento en el número de hijos que deciden tener. En definitiva, facilitar las oportunidades educativas a las mujeres es la mejor política de planificación familiar y el mejor antídoto contra la sobrepoblación, que resulta una de las causas preeminentes del dilema ambiental y que, seguramente, la equidad de género contribuiría a abatirla.
Otro aspecto a destacar en materia de inequidad es la violencia y la explotación sexual, que empobrecen seriamente las expectativas de supervivencia de mujeres y de niñas. A nivel mundial las mujeres producen entre el sesenta y ochenta por ciento de la comida, sin embargo, sólo son dueñas del quince por ciento de la tierra. Por lo tanto, la inequidad de género contribuye a la inequidad económica: hay más mujeres pobres que hombres en esa condición y tal como lo plantean los expertos, una causa fundamental del deterioro ecológico es la inequidad en la distribución de recursos según el género.
Todo lo anterior nos lleva al ecofeminismo, esa corriente feminista que establece que existe una relación entre la opresión a las mujeres y la explotación irracional del ambiente, a las cuales subyace una visión patriarcal dominante: el hombre ha sido opresor tanto de la mujer como de la naturaleza. Se propone que el sistema no es homogéneo, sino que afecta de manera particular a las mujeres y se atribuyen responsabilidades a los grupos que monopolizan los recursos naturales y al auge de la economía capitalista. Por lo tanto, dado que existe una correlación entre inequidad social y de género y la degradación ecológica, de acuerdo con los postulados ecofeministas, resolver el dilema ambiental exige la eliminación de las desigualdades de género.
Fuentes:
Verdugo, V. C. (2010). Psicología de la sustentabilidad. Editorial Trillas Sa De C.
Roth, Eric. (2000). Psicología ambiental: interfase entre conducta y naturaleza. Revista Ciencia y Cultura, (8), 63-78. Recuperado de http://www.scielo.org.bo/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2077-33232000000200007&lng=es&tlng=es.