Analizando las políticas de igualdad: la importancia de tener una mirada crítica e integral

Fuente de imagen: https://www.coe.int/en/web/genderequality/what-is-gender-mainstreaming

Quisiera iniciar este comentario con una inquietud que se encuentra reflejada en un texto de María Bustelo y Emanuela Lombardo que dice lo siguiente: ¿pueden las mismas políticas de igualdad traicionarse a sí mismas al plantear medidas políticas que o bien reproducen el statu quo o bien dificultan el propio avance de la igualdad? (Bustelo y Lombardo 2005: 12). En este sentido, siguiendo la línea argumental planteada por las autoras resulta sumamente necesario analizar con una mirada crítica el contenido de las políticas que se precian de tener un enfoque de género, porque se corre el riesgo que sucedan dos cosas. Una de ellas es que la iniciativa solo lleve este concepto en la forma, es decir, que se trate de una enunciación superficial pero luego en el fondo no se observe una intención de horadar en las brechas y desigualdades existentes. O bien también puede darse algo que a veces es incluso más difícil de identificar, y es que la política precisamente termine dando lugar a la perpetuación, a mediano o largo plazo, de aquellos estereotipos que buscaba erosionar.

Ejemplo de lo mencionado es lo que sucede con ciertas políticas diseñadas para abordar la temática de la conciliación de la vida familiar y laboral, las cuales muchas veces no solo no simplifican ni derriban las barreras que impiden que mujeres y hombres puedan desarrollarse en estos ámbitos en igualdad de oportunidades y condiciones, sino que, al contrario de lo que discursivamente se busca, pueden reforzar la mirada de las mujeres como cuidadoras por excelencia y como responsables primarias del hogar.

En este sentido, creo que es clave analizar en profundidad las concepciones de las cuales se parte a la hora de diseñar o evaluar políticas públicas, dado que el significado y las explicaciones que se utilicen como marco teórico para dar cuenta de las desigualdades, ciertamente tendrán efectos empíricos a la hora de la redacción de estos instrumentos públicos y su aplicación en concreto.

El politólogo Thomas Dye (2005) sostuvo que una política pública es todo aquello que el gobierno decide hacer o no hacer, es decir, tanto la acción como la omisión estatal. De este modo, la ausencia de acción del Estado a través de sus instituciones en ciertos puntos clave, como podría ser el planteamiento de iniciativas de conciliación que no estén subrepticia o directamente dirigidas para mujeres, sino que, por el contrario, estén destinadas a implicar a los hombres en la corresponsabilidad del cuidado, nos dice mucho de los lineamientos conceptuales que guían ese (no) accionar estatal.

Asimismo, pienso que es fundamental prestar atención a los indicadores que se encuentran en esta clase de políticas, por ejemplo, los que es posible encontrar en los planes de igualdad tanto de los organismos públicos como de las empresas privadas. Esto es importante, porque muchas veces la medida esbozada puede parecer correcta o loable, pero si luego su indicador no se ajusta a la totalidad de lo planteado o es deficiente desde el punto de vista técnico, difícilmente pueda medirse en qué medida tuvo efectos esa acción y qué ajustes es necesario realizar para mejorarla.

Por último, considero que es preciso trabajar para diseñar políticas que transversalicen la perspectiva de género en forma horizontal y que incluyan un proceso de ida y vuelta con quienes serán parte de la misma. A su vez, es primordial tener una mirada sistémica desde el primer planteamiento y marco conceptual, hasta el desarrollo, seguimiento y evaluación; de modo tal de lograr modificar los estereotipos masculinos y femeninos cimentados en la sociedad y acabar con la desigualdad que muchas veces termina refractándose en las propias instituciones que deberían erosionarla.

Referencias bibliográficas:

Bustelo, M y Lombardo, E (2005) “¿Qué hay debajo de la alfombra de las políticas de igualdad? Un análisis de ‘Marcos interpretativos’ en España y en Europa”. Políticas de igualdad en España y en Europa. Afinando la mirada.

Dye, T. (2005) Understanding public policy. 11va. Edición. Nueva Jersey: Pearson Prentice Hall.

DERRIBANDO EDIFICIOS DE CRISTAL

Imágenes extraídas de: https://economiafeminita.com/rompamos-el-techo-de-cristal/ y http://www.revistaanfibia.com/laboratorio-periodismo-performatico/portfolio/laberintos-de-cristal/

Margaret Maruani comienza su artículo “De la Sociología del Trabajo a la Sociología del Empleo” (MAGE. IRESCO. CNRS. París. Política y Sociedad, 34 (2000), Madrid, pp. 9-17) sosteniendo que “en el punto de partida de la sociología del empleo existe una idea simple: la relación de empleo no es sólo un fenómeno de mercado, sino que es también una construcción social”. En este sentido, es posible afirmar que se encuentran allí presentes y profundizadas las mismas dinámicas, tensiones y obstáculos apreciables en el resto de los ámbitos de la sociedad en términos de sesgos de género. Por este motivo, las estadísticas siguen reflejando que las diferencias no ceden, que las mujeres seguimos ganando menos dinero por los mismos trabajos y que los conceptos de techo de cristal, suelo pegajoso o paredes de cristal están tan vigentes como cuando se acuñaron.

Para citar un ejemplo, quisiera mencionar lo sucedido cuando el ex presidente de Argentina convocó en 2019 a una reunión a los empresarios más poderosos del país. En la foto tomada cenitalmente puede observarse que solo había 4 mujeres entre cientos de hombres (es la imagen que se ubica al inicio de este comentario). Este número se encuentra en línea con los resultados del estudio conducido por la consultora Glue Consulting, que reflejó que solo el 4% de las empresas grandes y medianas estaban dirigidas por mujeres. Similar situación sucede a escala mundial al observar la lista de las 500 empresas de mayor tamaño, dado que las CEOs representan allí un valor prácticamente idéntico.

¿Cómo es posible derribar entonces los sólidos edificios de cristal que habitamos? Las mujeres nos seguimos formando y continuamos mejorando nuestra performance académica y laboral, pero la precarización sigue estando a la orden del día y existen ciertos espacios donde esto se aprecia muy crudamente. Quisiera poner como ejemplo adicional algo que sucede en el ámbito judicial de mi país; poder en el cual no existen cuotas ni acciones afirmativas, tratándose de un reducto donde las mujeres ocupan un porcentaje minoritario en los puestos de mayor responsabilidad, pero son mayoría en las posiciones de apoyo o servicios. Demás está decir que el hecho de contar con más mujeres juezas o fiscales no implica, per sé, que posean perspectiva de género o una mirada feminista de la realidad. Sin embargo, es una condición absolutamente necesaria (aunque no suficiente) el ocupar los espacios de poder para que nuestras voces estén representadas y sean escuchadas, e incluso constituye una cuestión de calidad democrática y de equidad. En paralelo, es preciso trabajar desde la formación y educación desde edades tempranas, para que quienes eventualmente tengan poder de decisión ejerzan sus cargos con una mirada de protección de derechos y erosión de la discriminación y desigualdad producto del sistema sexo- género.

En el caso de Argentina, a lo antedicho se suma un escollo adicional vinculado a la falta de estadísticas para medir muchos de estos temas. Mas allá de esta situación, quisiera resaltar como dato positivo que, con la reciente creación del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad (antes Instituto con rango de Secretaría de Estado), se anunció por primera vez la creación de un Mapa Federal de los Cuidados. Esto resulta fundamental por la innegable vinculación existente entre la responsabilidad de estas tareas que sigue recayendo sobre las mujeres, y el cuello de botella que se produce en los puestos de mayor responsabilidad, apreciable tanto en el sector público como en el privado.

Otro tema que me gustaría dejar planteado y que creo que en mi país no se aborda con herramientas de políticas públicas suficientemente sólidas pero que España sí tiene más desarrollado mediante instrumentos como los planes de igualdad previstos en la Ley Orgánica 3/2007, tiene que ver con cómo garantizar la reinserción de las mujeres que han tomado licencia por maternidad, para que el ejercicio de ese derecho tan básico no redunde en una penalización por parte del mercado en cuanto a su desempeño, obstaculizando luego su crecimiento profesional.

Para finalizar, quisiera compartir una performance realizada en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, donde un grupo de bailarinas irrumpió en los pasillos llevando en sus cabezas tejas coloniales transparentes que simbolizaban el techo de cristal que afrontan las mujeres para acceder a cargos de judicatura en igualdad de condiciones.

LABERINTOS DE CRISTAL

La pregunta por el buen vivir desde la economía feminista

Quisiera comenzar estas líneas pensando en las aportaciones del enfoque de la economía feminista para centrarme en el buen-vivir y el disfrute, a partir del análisis del uso del tiempo. Reflexionando sobre este asunto, y dado que en países como en el que resido (Argentina), la urgencia y gravedad de las situaciones cotidianas en general impide la puesta en agenda pública de cuestiones como la mencionada, me interesa usar este espacio para escribir al respecto.

Cristina Carrasco postula que, para el caso de las personas en edad activa, existen cinco categorías en el uso del tiempo: “tiempo de necesidades personales, tiempo de trabajo doméstico, tiempo de trabajo de mercado, tiempo de participación ciudadana y tiempo de ocio. Cada uno de estos tiempos presenta algunas características propias que les otorgan distintos grados de flexibilidad, sustituibilidad o necesidad” (Cristina Carrasco, “La sostenibilidad de la vida humana: ¿un asunto de mujeres?”. En Revista Mientras Tanto, N.º 82, otoño-invierno 2001, Icaria Editorial, Barcelona, página 14). Tomando como base lo antedicho, y observando una encuesta del uso del tiempo de 2016 de mi Ciudad (Buenos Aires) es posible notar lo siguiente: cuando miramos los ingresos del primer quintil, en el trabajo para el mercado, los hombres dedican una hora y media más por día que las mujeres (07.32 horas diarias mujeres – 08.57 horas diarias hombres); mientras que, en el caso del quinto quintil, (es decir, quienes más ganan), mujeres y varones dedican igualmente alrededor de 8.30 horas diarias al mismo.

Cuando se miran las estadísticas para el tiempo que se dedica al trabajo no remunerado (tareas domésticas y de cuidado) la situación se complejiza. Observando lo que sucede con los hogares de mayores ingresos, las mujeres dedican más de 3 horas diarias y los hombres 2. En los hogares con menores ingresos, las mujeres dedican más de 7 horas diarias y los hombres poco más de 3 horas y media. Es decir que las mujeres de menores ingresos dedican el doble de horas que los hombres de su mismo quintil (y más del doble si se las compara con los hombres de hogares con mejores ingresos), y también dedican el doble de tiempo que las mujeres de mayores ingresos a estas tareas. Esto da cuenta de al menos tres cosas. Una de ellas, es que la doble carga femenina continúa marcada en forma indeleble. En segundo lugar, que las desigualdades entre varones y mujeres se mantienen en todos los estratos sociales y, en tercer lugar, que los análisis siempre deben tener una mirada interseccional para describir y comprender cómo afectan otro tipo de factores, como en este caso podrían ser los niveles de ingresos, con la consecuente posibilidad de externalizar algunas de las tareas de cuidado.

Tomando en consideración que las tareas de cuidado son muy inflexibles, tanto porque la demanda puede tener horarios muy rígidos o, por el contrario, porque puede implicar un trabajo sin horarios que reclame atención las 24 horas del día, el tiempo de ocio se vuelve extremadamente flexible y suele ser la primera variable de ajuste. En este sentido, es preciso abordar la relación dialógica entre producción y reproducción, y sus tensiones derivadas, para pensar dónde quedan los espacios de disfrute para las mujeres. Reflexionar sobre cuánto dejamos de hacer por nosotras mismas. El ser-para -nosotras parece estar ausente. Me preocupa también la inoculación de la culpa que es tan profunda y busca enquistarse sobre quienes no siguen los mandatos del cuidado o quienes no colocan estas tareas por encima de todo el resto de las cosas.

En un estadio del capitalismo cada vez más extractivo y voraz, me pregunto cómo es posible que quienes hemos sido relegadas a una situación de mayor vulnerabilización y desigualdad tengamos momentos propios, cuando muchas veces no se tienen satisfechas ni las necesidades más básicas. Creo que es muy difícil, pero parte de la clave puede estar en intentar diseñar estrategias colectivas a partir de miradas como la de la economía feminista para romper con esta dinámica tan perversa.

Quisiera terminar compartiendo un video titulado “Eso que llaman amor es trabajo no pago” que se hizo en Argentina en 2018 y también da cuenta de algunas estadísticas en torno al tema.