¿Qué papel tiene la perspectiva de género en las políticas de igualdad?

Comenzaremos diciendo que el género es la forma por la cual en todas las sociedades determinan las funciones, las actitudes, valores, y relaciones que conciernen al hombre y a la mujer. A partir de esto, se comienzan a diseñar las acciones específicas y la transversalidad de género. Al comprender que la desigualdad deriva de un sistema de poder entre hombres y mujeres determinado por los roles sociales, se deduce que es necesario el desarrollo de acciones específicas para corregir la situación de desigualdad hacia las mujeres y que para que todas las políticas respondan a las necesidades de hombres y mujeres, es necesario que introduzcan la perspectiva de género.

Relacionado con las teorías de género, es imprescindible tener en cuenta las siguientes ideas:

En primer lugar, el género no es sinónimo de mujer, si no que es una categoría de análisis acerca de las relaciones de los hombres y las mujeres.

Y en segundo lugar, en todas las políticas es necesario analizar tanto la situación de las mujeres como de los hombres. Al ser analizadas las relaciones entre ambos sexos se obtendrá una visión más completa de la realidad. Es decir, si por ejemplo al analizar la situación de una empresa, cuando se menciona los puestos de dirección, se dice que están ocupados por quince hombres, no se tiene la información suficiente para valorar la situación de las mujeres, en cambio, si se dice que quince hombres y dos mujeres, resulta mucho más fácil de concluir que existen obstáculos para la participación de las mujeres.

A pesar de que nuestra Constitución en su art. 14 reconoce expresamente el derecho a la igualdad y a la no discriminación por razón de sexo, los hechos demuestran que este principio no es tan fácil de aplicar en las relaciones sociales.

Con el objetivo de erradicar toda forma de discriminación es necesaria la incorporación de los poderes públicos, que se deben hacer responsables de conseguir no sólo la igualdad legal, sino una igualdad real. Para ello, se exigió que, al igual que con respecto a otros grupos, la desigualdad debería ser combatida desde el propio Estado con políticas adecuadas a este fin. En la medida en que estas demandas adquirieron legitimidad y consenso, en muchos países se comenzaron a implementar políticas públicas para corregir la desigualdad y la discriminación de las mujeres.

Nuestra Constitución en su art. 9.2 obliga a los poderes públicos a adoptar las medidas necesarias para remover todos los obstáculos para lograr la efectividad de los derechos reconocidos en el art.14.

Hoy las instituciones y la opinión pública son cada vez más conscientes de que, aunque las mujeres y los hombres sean diferentes, la desigualdad y la discriminación de género son incompatibles con la democracia.

Las políticas de igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres tienen como finalidad garantizar que las mujeres y los hombres puedan participar de forma igualitaria en todas las esferas de la vida económica, política, social, de toma de decisiones, etc., y en todas las actividades, ya sean educativas, de formación, culturales, de empleo, entre otras, de forma que se beneficien de igual manera en el desarrollo y progreso de la sociedad a la que pertenecen.

http://eap.gobex.es/external/guia_formacion_igualdad/contenido/cap5/3preguntas_frecuentes.html

Analizando desigualdades de género en nuestro mercado laboral

En la sociedad de hoy en día debe haber un compromiso, el cual, deba aumentar las políticas siendo exigentes con el cumplimiento de: “a igual cualificación e igual trabajo, mismo salario”. Una de las variables, como es el salario a igualdad de condiciones se deberá alcanzar sin esperar mayor dilación, bien sea por el convencimiento empresarial o bien por la exigencia de la legalidad a través del impulso político que asegure el cumplimiento de este aspecto.

La brecha salarial, es el indicador más evidente de la desigualdad existente entre mujeres y hombres en el ámbito laboral, este indicador junto con el concepto denominado techo de cristal (barreras invisibles de ascenso en mujeres de alta cualificación), concretan los dos obstáculos a los que nos enfrentamos como sociedad avanzada, que debería proponerse como objetivo alcanzar la igualdad por una simple, pero a la vez absoluta, razón de justicia.

El empleo precario, la segregación ocupacional y la concentración en determinadas ramas de actividad son unas características de una parte del empleo femenino, además, su participación en los empleos con mayores salarios es inferior a la de los hombres. Este tipo de segregación es, en cierta medida, consecuencia de estereotipos de género en las elecciones educativas y laborales, pero también es el resultado de los procesos de discriminación que sufren las mujeres en el acceso a determinados empleos y las dificultades para su promoción dentro de las empresas.

El “techo de cristal” frena su acceso a puestos mejor retribuidos y de más responsabilidad y el “suelo pegajoso” las retiene en los puestos peor remunerados y de más baja cualificación, mostrando que siguen existiendo obstáculos sociales y culturales que impiden la igualdad laboral entre hombres y mujeres.

El modelo tradicional de organización familiar ha sufrido cambios significativos, dando paso a otro en el que ha sido principalmente la mujer la que ha compatibilizado trabajo tanto intra como extra doméstico. Como consecuencia, la incorporación de la mujer al mundo laboral ha venido acompañada del retraso en la formación de hogares, la maternidad y la disminución del número medio de hijos. Además, se observa que las diferencias en participación se acentúan con la llegada de los hijos, una evidencia que pone de relieve la necesidad de articular medidas de conciliación de la vida familiar y laboral que contribuyan a cerrar esta brecha.

La evolución reciente del mercado laboral españñol viene determinada por la crisis económica y el inicio de la recuperación. La destrucción de empleo que comenzó en el año 2007 dejó en algunos momentos más de seis millones de parados. Según los datos de la EPA, el empleo llegó a disminuir un 18% respecto a su nivel de 2007 y aún sigue estando un 8% por debajo de los 20 millones de ocupados que había al iniciarse la crisis. Es destacable que la recesión económica no afectó al empleo de todos los colectivos por igual.

El desplome del sector de la construcción, muy masculinizado, explica en parte estas desigualdades. Este sector representaba antes de la crisis el 12% del empleo total y llegó a caer hasta el 5%. La pérdida de puestos de trabajo afectó por lo tanto principalmente a hombres, inmigrantes y jóvenes, poco cualificados.

En definitiva, el compromiso se deberá aumentar y las políticas aplicadas deberán ser exigentes con el cumplimiento de lo mencionado anteriormente.

Cebrián, I. (2018), “El modelo de empleo existente en España y las consecuencias de las reformas laborales” en G. Jaraíz Arroyo (ed.) Bienestar social y políticas públicas. Retos para pactar el futuro, Madrid, Los Libros de la Catarata: 184-202.

Economía de género

El estudio de economía de género comenzó a ser considerada entre los economistas al principio de los años noventa. A partir de entonces se comienza a establecer una revaloración crítica de los conceptos tradicionales y de la metodología en todas las disciplinas académicas.

La economía de género utiliza esa denominación para categorizar una diferencia pero no esencialista, es decir no aprueba que existan diferencias históricas y fundamentales entre los hombres y las mueres, y por lo tanto, no demanda que las mujeres necesiten una economía diferente que la de los hombres. Al igual que tampoco plantea que las mujeres economistas que llevan a cabo una disciplina tienen una visión económica distinta de los hombres economistas o incluso que éstas tienen una intuición nata y una conducta especial para entender la situación económica de las mujeres. En cambio, si existe algunas preocupaciones y hallazgos de algunas de las mujeres economistas, el cual es la experiencia propia que han tenido en la discriminación académica y en el mercado de trabajo o la maternidad.

Los hombres que han cuidado de los niños y enfermos o incluso han compartido el trabajo doméstico pueden incluso cuestionar los supuesto de la ciencia económica que, por convención, en las cuentas nacionales ignora el valor del trabajo doméstico y se ocupa casi siempre de la escasez, egoísmo y la competencia, etc., por lo que el problema es que las teorías económicas son sexistas y no es que sean masculinas; sexista en el sentido que existe un sesgo por género en las categorías teóricas utilizadas.

Las/los economistas que adoptan el enfoque de género analizan, como la teoría económica, desde cualquiera de los centros educativos, su metodología y hasta su práctica pedagógica.

Esta economía de género ha ido desarrollando una amplia producción teórica y empírica y se ha ido estableciendo como un cuerpo maduro de pensamiento con una estructura común de referencia. Se trata de una forma distinta –de una perspectiva diferente- de analizar la realidad socioeconómica, que integra las relaciones de género. Además, ha tenido el mérito de despertar un interés creciente entre académicas de disciplinas cercanas, tal y como se menciona anteriormente.

Lo que hoy en día se economía de género abarca una amplia temática, pero también integra distintos enfoques y distintos niveles de ruptura con los paradigmas establecidos. Hay que tener presente, que como cualquier área de conocimiento –particularmente en sus inicios- la economía feminista se ha desarrollado cómo un proceso no lineal, de continua crítica, reconstrucción y elaboración. Un camino que lógicamente puede tener un inicio, pero no un punto final de llegada, en el cual, el recorrido suele estar plagado de dudas, conflictos, experiencias y pruebas, que precisamente a la larga van dando forma al conocimiento.

La abundante y creciente producción de los últimos años, permite comenzar a establecer algunas diferencias entre las distintas líneas de investigación.

Esta economía de género estaría centrada en describir y denunciar las desigualdades entre mujeres y hombres pero dentro de un marco analítico preestablecido, sin cuestionar el marco en sí mismo.

No se trata de un enfoque rupturista de los discursos androcéntricos, sino que se sigue la estrategia del “añada mujeres y revuelva”. Se centra fundamentalmente en el análisis de la ausencia de las mujeres en tanto que sujeto epistemológico, aunque también denuncia sesgos androcéntricos en la economía que han servido para justificar situaciones de discriminación.

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