Me parece muy relevante compartir en este espacio los principales argumentos del Feminismo Comunitario, un movimiento que se expande cada vez más en muchos países de Latinoamérica, y que plantea una forma interesante de organizar la vida y la economía bajo el lema del “vivir bien” de todas las personas.
Esta corriente feminista se centra en la necesidad de construir comunidades. Paredes (2010), explica que comunidad es un «principio incluyente que cuida la vida», y es el espacio donde conviven las personas. En ese sentido, las comunidades compuestas por hombres y mujeres, se forman en cualquier lugar del mundo, por lo que este concepto se refiere a las comunidades urbanas, rurales, religiosas, deportivas, culturales, políticas, de lucha, territoriales, educativas, de tiempo libre, de amistad, de barrio, generacionales, sexuales, agrícolas, escolares, etcétera. Es decir, en todo grupo humano se pueden construir comunidades, por lo tanto, esta es una propuesta alternativa a la sociedad individualista en la que vivimos actualmente (Paredes, 2010). Es así que el feminismo comunitario no se construye basado en el bienestar individual, sino que en el colectivo; esto es algo que muchas veces se nos olvida porque cada vez somos más individualistas y pensamos solamente en nuestro bienestar olvidando el de las personas que tenemos alrededor; esto lo hemos visto reflejado durante esta crisis del Covid-19, donde una conducta individual irresponsable puede ser un problema para todo un vecindario o comunidad, esta crisis nos ha demostrado algo que parece que habíamos olvidado: la interdependencia entre los seres humanos y el bien común desde la responsabilidad colectiva.
Para el feminismo comunitario, el sistema económico imperante es el origen de la opresión de las mujeres, es decir que el capitalismo representa al patriarcado (Sánchez, 2020). En ese sentido, este movimiento resalta la necesidad de construir redes y lazos comunitarios que no vean la vida humana como una mercancía que está hecha solo para producir bienes y ganar dinero. Como afirma Carrasco (2001), necesitamos alimentarnos, vestirnos, protegernos del frío, de las enfermedades, educarnos, pero también necesitamos afecto, cuidados, aprender a establecer relaciones, a vivir en comunidad y esto requiere algo más que sólo bienes y servicios. Además, el hecho de construir redes y lazos más humanos con nuestra comunidad nos permite ser mucho más empáticos y valorar a aquellos distintos sectores de la población que realizan un trabajo imprescindible para el funcionamiento de la sociedad y el sostenimiento de la vida humana, que muchas veces son trabajos mal pagados e invisibilizados.
Como sabemos, nuestro sistema económico actual no reconoce la actividad no remunerada que se encarga del cuidado de la vida, que la realizan casi siempre las mujeres y se da en la mayoría de los casos desde los hogares. En contraparte a esto, según Guzmán (2020), el feminismo comunitario cuestiona la maternidad y los cuidados de los hijos solo en el espacio privado, afirmando que son una tarea esclavizadora para las mujeres y que no la deberían realizar solas en sus hogares; por lo que plantea la crianza comunitaria como responsabilidad con la vida, además identifica el trabajo impagado de las mujeres en el hogar como la constitución misma del capitalismo, por lo tanto, propone un modelo económico que explote a ninguna persona.
Este feminismo también critica la explotación del medio ambiente y remarca la necesidad de entender de que los seres humanos somos parte del cosmos y de la madre tierra, por lo que tenemos la obligación de protegerla y de convivir con la naturaleza de una manera sostenible.
Me parece muy interesante la propuesta del feminismo comunitario, el planteamiento del cuidado de la vida humana en comunidad hace que la responsabilidad deje de estar solo en manos de las mujeres dentro del espacio privado y lo traslada al espacio público de la comunidad. Si bien es cierto que esta corriente feminista nace en Bolivia ante la falta de implicación del Estado en lo que se refiere a políticas de conciliación, no deja de ser relevante ver como lo comunitario también es importante y que el sostenimiento de la vida también depende de redes y espacios fuera de la familia en los que se cuida. De esta manera nos podemos dar cuenta de que existen otras alternativas para organizar los cuidados que se están llevando a cabo en muchos pueblos de América Latina.
Referencias bibliográficas
Carrasco, C. (2001). La sostenibilidad de la vida humana: ¿Un asunto de mujeres? Mientras tanto, 82, 43-70.
Guzmán, A. (25 de marzo de 2020). Feminismo Comunitario-Bolivia. Un feminismo útil para la lucha de los pueblos. Obtenido de Revista con la A: https://conlaa.com/feminismo-comunitario-bolivia-feminismo-util-para-la-lucha-de-los-pueblos/
Paredes, J. (2010). Hilando fino desde el feminismo indigena comunitario. La Paz: El Rebozo .
Sánchez, R. (1 de enero de 2020). Feminismo comunitario: Una respuesta al individualismo. Obtenido de Rebelión: https://rebelion.org/feminismo-comunitario-una-respuesta-al-individualismo/