Prostitución: ¿trabajo, empleo o esclavitud?

Una definición de trabajo es la aportada por Recio (1997): “actividad humana orientada a satisfacer las necesidades a través de la producción de bienes y servicios, actividad que puede realizarse en diferentes contextos sociales”. 

El empleo es definido por Maruani (2000) de la siguiente forma: “categoría sociológica conjunto de las modalidades de acceso y salida del mercado de trabajo, así como la traducción de la actividad en status sociales”. 

La definición de esclavitud es dada por Westreicher (2020): “la esclavitud es la condición por la que una persona está sometidas a otra, perdiendo su libertad. Así, el esclavista toma posesión del esclavo, pudiendo disponer de su destino”. 

La diferencia clave entre estos dos primeros conceptos es la remuneración, puesto que el empleo, bien sea en dinero o en especie, la tiene ligada. En la tercera, entra en juego la libertad y el poder de elección.  

Teniendo esto en cuenta, ¿se podría considerar entonces el ejercicio de la prostitución como un trabajo o empleo? La realidad es que, en España, la prostitución no se considera ilegal, pero tampoco se reconoce como trabajo. Es una actividad no regularizada, por lo que entraría dentro de la economía sumergida. Debido a esto, no existen cifras oficiales ni 100% fiables sobre cuánto dinero mueve en nuestro país. La única aproximación que puede tomarse como referencia fue realizada en 2016 cuando, por primera vez, el Instituto Nacional de Estadística incluyó datos sobre el aporte de la prostitución al Producto Interior Bruto, cuya estimación se estableció en un 0,35%, lo que se supone alrededor de los 4.100 millones de euros.  

Aun así, estas cifras deben leerse teniendo en cuenta que, al ser una actividad no regularizada, es imposible tener un cálculo fiable y que, por tanto, no se puede estimar el impacto económico que tendría regularla. De la misma forma, tampoco es posible saber a ciencia cierta cuántas mujeres ejercen este oficio. De acuerdo con datos de la ONU, la prostitución es el segundo negocio que más dinero reporta. El primero sería la trata de personas, que bien es sabido la gran vinculación que poseen ambas actividades.  

Las personas que apoyan la regulación de esta actividad defienden que es por el bien de las prostitutas, para que tengan derechos laborales, pero… ¿qué supondría para ellas regular esta actividad? ¿es lícito y moralmente aceptable regular un oficio cuando, según un informe realizado por la ONG Onesvad, el 80% de las mujeres que ejercen la prostitución en España lo hacen contra su voluntad? De acuerdo con Amelia Tiganus, activista feminista y superviviente de trata y prostitución, en su obra “La revuelta de las putas”, la regulación de la prostitución supone una victoria para proxenetas y puteros, ya que van a ser considerados como empresarios y como meros clientes, mientras que, para las verdaderas víctimas, las prostitutas, no aporta ninguna solución. Tomemos como ejemplo Alemania o países Bajos, donde la regulación de la prostitución no ha hecho más que aumentar el comercio sexual y la trata y, además, ha convertido esta actividad en un atractivo turístico al que miles y miles de personas acuden cada año solo para observar a estas trabajadoras en sus escaparates. Un espectáculo grotesco y doloroso que banaliza y ridiculiza la situación.  

España es el país europeo donde más solicitada se encuentra la prostitución y el tercero del mundo. Sin duda, una actividad económica de gran importancia y esa es una de las principales razones por las que en nuestro país no existe una ley clara en torno a ella. Como bien dice la autora Rosa Cobo: “la prostitución está dentro del corazón del capitalismo”. La posesión del cuerpo de la mujer es un negocio muy rentable al que nuestro sistema no está dispuesto a renunciar.  

Referencias bibliográficas

Cobos, Rosa (2017). La prostitución en el corazón del capitalismo. Los libros de la catarata. 

Hernández, María (2018). La actividad de la prostitución supone el 0,35% del PIB nacional. El Mundo. Recuperado de: https://www.elmundo.es/espana/2018/09/01/5b8990cb46163f05758b45e2.html#:~:text=El%20INE%20estima%20que%20la,a%204.100%20millones%20de%20euros.  

Jeffreys, Sheyla (2009): The Industrial Vagina. The Political Economy of the Global Sex Trade. Nueva York: Routledge. 

Maruani, Margaret (2000). De la Sociología del Trabajo a la Sociología del empleo. Política y sociedad. 34. 9-17.

Ocho de cada diez ejercen la prostitución contra su voluntad. (2015). Heraldo. Recuperado de: https://www.elespanol.com/como/normas-apa-citar-pagina-web/402710424_0.amp.html

Recio, Albert (1997). Trabajo, personas, mercados. Manual de economía laboral. Icaria. 

Rius, Nuria (2021). Prostitución: un negocio de cinco millones de euros al día. Ara. Recuperado de: https://es.ara.cat/sociedad/prostitucion-negocio-cinco-millones-euros-dia_1_4173847.html 

Tiganus, Amelia (2021). La revuelta de las putas. Sinequanon. 

Westreicher, Guillermo (2020). Esclavitud. Economipedia.com.

Las Mujeres en la tecnología y el emprendimiento.

Nos convencieron  de que las mujeres no deberíamos estar  presentes en el emprendimiento y la puesta en marcha de todas las empresas, en especial de las que tenían una base tecnológica (startups). Sin embargo y a lo largo de este tiempo esta situación se ha podido resolver trabajando en fomentar las vocaciones científicas y tecnológicas de las niñas y adolescentes, la visibilización de mujeres referentes, publicitando el trabajo de las que ya se han atrevido a dar el paso, mejorando sus accesos a la financiación de proyectos, facilitando la existencia de redes profesionales para mujeres, entre muchas otras.

Con el paso de los años hemos aprendido que hace falta más que meter a todos en la misma bolsa, pues las mujeres en el mundo del emprendimiento y la tecnología en número no sólo no ha aumentado, si no, que en muchos casos, por las desigualdades evidentes, ha disminuido. Hemos intentado encajar en un modelo creado por una pequeña parte de la población mundial a la cual, sin duda no pertenecemos, en donde se han dedicado cantidad de energía, tiempo, dinero y esfuerzo. El cual no podemos recuperar. Bajo la amenaza de ser juzgadas como «intrusas» en lugares que siempre han sido ocupados por hombres.

Debemos tener presente que para que el emprendimiento sea una verdadera herramienta de empoderamiento económico para las mujeres, hay que mirar desde distintas perspectivas, otros sitios, otras maneras.

Es un modelo puramente hegemónico de emprendimiento, que nos reafirma la idea del éxito y la acumulación de dinero y crecimiento rápido, como el centro de todo, encumbrando el mito de la Meritocracia, desde la perspectiva de que todas y todos partimos desde el mismo lugar  a la hora de emprender y que los que “triunfan” son los que lo hacen mejor.

Ese modelo de emprendimiento no toma en cuenta que las mujeres al día de hoy, seguimos asumiendo (cada vez con más conciencia) mayoritariamente el ámbito de los cuidados o de la organización de los mismos, y de que “nos toca” compatibilizar ese trabajo no remunerado, con todos nuestros proyectos de emprendimiento. He aquí una realidad fulminante y el verdadero problema al que se enfrenta una mujer cuando quiere emprender: La división de género del trabajo no esta contemplada en el mundo del emprendimiento.

Urge encontrar y entrar en acción con otras formas de empoderamiento económicos, necesitamos compatibilizar los modelos de éxito y para eso es vital poner en valor al ámbito de los cuidados de una vez por todas. El autocuidado, el cuido de las hijas e hijos, el cuidado de nuestros mayores, de las personas dependientes.

La vida de una emprendedora siempre se ve en la tesitura de tener que elegir entre asumir dobles jornadas que consisten en trabajo productivo y cuidados o “tercerizarlos” sosteniendo nuestro desarrollo en la precariedad laboral de otras mujeres y contribuyendo, muchas veces de manera inconscientes en perpetuar las desigualdades.

Queremos imaginar y crear fuentes de sostenibilidad económica que aseguren las condiciones materiales en nuestras vidas, pero sin dejarnos la propia vida en el camino. Y que además, contribuyan a crear sistemas empresariales y económicos más justos y sobre todo, más accesibles para todas.

Este cambio no lo podremos generar nosotras solas con nuestras demandas de manera cotidiana y dando la batalla, pues no esta bajo nuestro control.  Se trata de un esfuerzo colectivo de gobiernos, empresas, y sociedad en donde tienen que asumir sus responsabilidades para que lleguemos a una igualdad de oportunidades real para el emprendimiento de todas y todos. El camino es largo, pero alentador.

Bibliografía

Azar, Elena (2019)  El autoempleo pone barreras financieras a las mujeres emprendedoras.

https://www.todostartups.com/emprendedores/el-autoempleo-pone-barreras-financieras-a-las-mujeres-emprendedoras

Pérez, Andrea. (2019) Entrevista a Cristina Carrasco. La economía feminista va más allá de la igualdad de hombres y mujeres.

https://www.eldiario.es/catalunya/economia/Cristina_Carrasco-igualdad-capitalismo-economia_feminista_0_541396500.html

La crisis del Estado de bienestar italiano desde el inicio de la República hasta hoy.

Los Estados de bienestar (Welfar State) empiezan a ser construidos después de la Segunda Guerra Mundial. Desde el final de los años 40 en muchos países, como Italia, se aprobaron constituciones donde se creaba y desarrollaba el moderno Estado de bienestar.

La creación de estos modelos de Estado ha sido una importante etapa histórica cerrando para siempre las heridas de las dictaduras en muchos países europeos y, al mismo tiempo, para construir Estados de derecho modernos donde se garanticen todos los derechos humanos, sociales, políticos, económicos y civiles.

En el caso concreto de Italia, con la victoria en el referéndum de la República en contra de la Monarquía y la siguiente aprobación de la Constitución, han sido creadas numerosas instituciones democráticas para desarrollar el Estado de bienestar. El rol de las mujeres en todo este proceso se puede considerar fundamental, aunque ellas solamente a partir de los años 60 – 70 empezaron a poder participar plenamente en la vida pública. Por ejemplo, una ley del 1919, que remonta al periodo liberal antes de la dictadura fascista, prohibía a las mujeres el acceso al poder judicial, obstáculo eliminado solo gracias a una Ley del 1963.

A pesar de todo merece la pena recordar que las mujeres empezaron a obtener más derechos gracias al movimiento del 1968 que triunfó en todo el mundo así que en 1970 fue aprobada la primera ley sobre el divorcio con una fuerte oposición de la Iglesia; en 1978 fue aprobada la ley del aborto; y la verdadera reforma que ha modernizado el país ha sido la reforma del derecho de familia (1975), donde todavía seguía una estructura totalmente patriarcal sobre el concepto de familia. Con esta reforma se establecía la igualdad jurídica del hombre y de la mujer, modificando el régimen jurídico en el matrimonio pasando a un sistema de comunión de los bienes como regla y la de separación como excepción; la transición del poder del esposo al poder compartido de los cónyuges en la toma de decisiones familiares; la igualdad de responsabilidades sobre el crecimiento de los niños.

Imagen extraída de: https://www.vistanet.it/ogliastra/2019/05/12/accadde-oggi-45-anni-fa-il-referendum-sul-divorzio-la-sardegna-voto-contro-labrogazione/

A partir de los años 70 el modelo de Estado de bienestar entra en crisis por el problema del empleo así que se ponen en marcha reformas para cambiar el modelo existente. En el sector del trabajo se desarrollan nuevos modelos de empleos flexibles según los principios neoliberales y además se ve caer el nivel de los salario alcanzados hasta el momento con la consiguiente reducción del gasto social en relación con los menores impuestos públicos. A partir de los años 80 el Estado de bienestar empieza a perder el consenso debido al elevado nivel de los costes, burocracia, ineficiencias y, sobre todo, al crecimiento del gasto y deuda pública. Pero solo al principio de los años 90 todas las contradicciones del modelo de Estado de bienestar italiano entran en crisis debido al colapso del sistema de los partidos tradicionales, la ineficiencia de muchos servicios públicos y de la administración. Además en 1995 se reforma el mercado del trabajo con nuevos contratos con mucha flexibilidad, penalizando a los jóvenes y a las mujeres para incorporarse al mercado laboral aunque, a pesar de todo, se ha registrado una mejoría en la participación femenina en esto. Toda esta situación se ha mantenido estable en los primeros años del 2000 donde ya se podía relevar el bajo crecimiento del PIB italiano hasta la crisis financiaria del 2008 – 2011. Desde el 2014 hasta el 2019 la economía italiana ha empezado a recuperar el nivel del 2008 hasta el 2020 donde la nueva crisis económica debida a la crisis sanitaria tendrá un fuerte impacto social todavía no conocido.

En conclusión resulta fundamental el desarrollo de un proceso de liberalización del sistema patriarcal para todas las mujeres con la aprobación de leyes y medidas que las ayuden a: incorporarse en el mercado laboral; conciliar los cuidados familiares con los deberes del trabajo; independizarse económicamente. Además las tareas más importantes que el Estado tiene que garantizar son una ampliación de los servicios públicos y gratuitos de guarderías infantiles para mejorar la conciliación laboral y familiar y, finalmente, potenciar la educación, en especial modo de los hombres, sobre una corresponsabilidad de las tareas familiares de los hombres y de las mujeres.

REFERENCIAS:

Bloque 1: Economía y género

https://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2020/01/21/el-4o-pilar-del-bienestar-liberar-a-las-mujeres-y-salvar-las-pensiones/

https://vientosur.info/spip.php?article14821

https://www.oralegalenews.it/magazine/05-marzo/cariche-elettive-e-parita-di-genere-in-costituzione/3914/2019/https://www.elsevier.es/es-revista-suma-negocios-208-pdf-S2215910X14700096

https://www.elsevier.es/es-revista-suma-negocios-208-pdf-S2215910X14700096

LAS EMPLEADAS DEL HOGAR, UN SECTOR VULNERABLE ¿QUÉ ES DE ELLAS CON LA CRISIS DE COVID-19?

El trabajo y el empleo según plantea la documentación de esta asignatura son dos conceptos muy diferentes; trabajo, actividad humana orientada a la satisfacción de necesidades a través de la producción de bienes y servicios, actividad que puede realizarse en diferentes contextos sociales (Recio, 1997). Y empleo, conjunto de las modalidades de acceso y salida del mercado de trabajo, así como la traducción de la actividad en status sociales (Maruani, 1997).

Estas definiciones se han ido desarrollando con la configuración del capitalismo como sistema económico y social, relacionando el trabajo con la actividad humana, predominantemente masculina, objeto de valoración social y eje de relaciones sociales, proporcionando el mayor valor a la producción la cual está estrechamente relacionada con la esfera pública. El sistema capitalista tiene reservada la esfera privada al otro sector de la población, la mujer. Entendiéndose dentro de esta las actividades relacionadas con el mantenimiento del hogar, actividades que no “merecen” remuneración. Formando así ciertas relaciones de poder, situando al varón en lo alto de la pirámide y a la mujer en la base (De Dios Herrero, 2006).

Este reparto de las esferas da a suponer que el trabajo realizado por la mujer no merece, ni posee ningún tipo de valor social, invisibilizando la realidad. Gracias al trabajo doméstico la esfera pública se mantiene y da sus frutos, sin el trabajo no remunerado de las mujeres la sociedad capitalista no podría desarrollarse de la misma forma, por ello tiene sentido que la mujer este en la base de la pirámide, si se mira desde una perspectiva inversa, la base es la que mantiene los cimientos de toda la pirámide.  

Con la entrada de la crisis de 2008 las esferas públicas y privadas se vieron claramente desdibujadas, convirtiéndose en necesidad el abandono de la mujer de lo privado e incorporándose a lo público. Y como muchas de estas mujeres no poseían ningún tipo de formación, se vieron obligadas a recurrir al trabajo doméstico, pero ahora fuera de su hogar, haciéndolo en el hogar de otras personas. Condicionando este oficio a un oficio precario y mal pagado, situando a la mujer en una posición de vulneración económica.

Y si de por sí, la mujer empleada del hogar representa a uno de los colectivos más empobrecidos y vulnerables que será de ellas y que consecuencias tendrán después de la crisis del Covid-19.

La medida aprobada por el Gobierno consiste en una prestación económica del 70% de su base de cotización y tendrá como tope el Salario Mínimo Interprofesional (SMI), que actualmente es de 950 euros.

 Pero ¿quién pude solicitar este tipo de prestaciones económicas? Solo a aquellas que estuviesen dadas de alta en la Seguridad Social antes del 14 de marzo de 2020, día en el que se decretó el estado de alarma. Por tanto, las empleadas domésticas que no estuviesen dadas de alta antes del 14 es decir, trabajando pero en situación irregular no tendrán derecho al subsidio (López Trujillo, 2020).

Y ahora, os planteo ¿creéis que todas las trabajadoras del hogar están dadas de alta en la seguridad social?

Muchas de estas mujeres trabajan sin contratos, muchas son incluso inmigrantes, viviendo situaciones casi de “esclavitud” y en estos momentos, muchas se ven en un estado de aún más precariedad, sin seguir siendo reconocidas, sin seguir otorgándoles el valor que su trabajo merece. De una forma u otro continúan siendo invisibilizadas, aunque por primera vez se las considere como un sector que necesita beneficiarse de prestaciones.

REFERENCIAS

De Dios Herrero, M. (2006). El trabajo de las empleadas domésticas: entre lo doméstico (privado) y lo asalariado (público). Recuperada 15 Abril 2020, de http://www.biblioteca.unlpam.edu.ar/pubpdf/aljaba/v10a10dios.pdf

López Trujillo, N. (2020). Derecho a subsidio durante la crisis del coronavirus para las empleadas del hogar: preguntas y respuestas | Newtral. Recuperado 15 Abril 2020, de https://www.newtral.es/derecho-a-subsidio-durante-la-crisis-del-coronavirus-para-las-empleadas-del-hogar-preguntas-y-respuestas/20200401/

¿ES LA TASA ROSA UN FACTOR QUE INCREMENTA LA SITUACIÓN DE VULNERABILIDAD DE LA POBLACIÓN FEMENINA?

Qué es la Tasa Rosa exactamente, según S. Alonso, (2019), es el impuesto que se conoce como el sobreprecio que pagan las mujeres por hacerse con productos y servicios que cuestan menos en su versión masculina. Es decir, según el diario 20Minutos, (2018)  es el precio añadido que se aplica a productos destinados al público femenino a pesar de que sus características sean idénticas a otros destinados al público masculino.

Este aumento de precio tiene que ver con el IVA (Impuesto de Valor Añadido). Este impuesto es indirecto, lo que se traduce como una carga al producto de forma en la que no se tiene en cuenta a quien va dirigido el producto, de esta forma su importe es igual para toda la ciudadanía. En general el IVA es de un 21% (general), pero existen reducciones del mismo según los productos que se consumen, como por ejemplo los productos de higiene femenina como las compresas, tampones, etc. Estos productos tienen un IVA del 10% (reducido), por lo que a estos productos no se les considera de primera necesidad, ya que los productos de primera necesidad tienen un IVA de tipo superreducido del 4%. (ElPaís, 2018)

La Tasa Rosa queda reflejada si se observa la recaudación anual que hace el Estado por estos impuestos, la cual asciende a 18 millones de euros. Pero la bajada de IVA no supone la bajada de precios, aunque si los precios bajasen la economía de las mujeres se vería beneficiada a largo plazo (Castelló, 2020).

Por lo tanto, ¿supone esta tasa una discriminación económica? Personalmente si lo considero así, aunque muchas personas pueden verlo como una oportunidad de beneficio. Desde el marketing consideran que esta tasa tiene que ver con las diferencias de producción, como son el color rosa, las formas curvas de los envases, el uso de palabras como soft, care, confort, estas campañas de marketing hacen uso de los estereotipos ligados al género femenino. Saben que las mujeres son capaces de pagar algo más por productos que se asemejen más a su “personalidad” (Castelló, 2020).

Por todo esto es por lo que lo veo un abuso, es decir, no solo perpetúan los estereotipos del género femenino, sino que crean una demanda de necesidades “falsas” y se aprovechan de que las mujeres pagan más por algo que saben que es exactamente igual al producto masculino, de una forma u otra son campañas vende humo con envoltorio rosa. Y la solución no es solo ser consciente de esta desigualdad y no comprar los productos “rosas”, la solución es que la sociedad comprenda que por el hecho de ser mujer no tengo que pagar más por el mismo producto, que dejen de aprovecharse de esas falsas necesidades creadas en las mujeres.

REFERENCIAS

20Minutos. (2018). ¿Qué es la ‘tasa rosa’?. Recuperado 9 Abril 2020, de https://www.20minutos.es/noticia/3341487/0/que-es-la-tasa-rosa/

Castelló, V. (2020). Tasa rosa: ¿por qué las mujeres pagan más por sus productos personales?. Recuperdo 9 Abril 2020, de https://elpais.com/economia/2020/02/25/actualidad/1582641233_142779.html

ElPaís. (2018). TASA ROSA | ¿En qué consiste? ¿Qué proponen los partidos? | España. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=OAosa2DhxLA

S. Alonso, N. (2019). Tasa rosa, el impuesto que amplía la brecha de género en el súper. Recuperado 9 Abril 2020, de https://www.newtral.es/tasa-rosa-impuesto-encarece-brecha-genero/20191113/

Economía y feminismo, ¿van de la mano?

A continuación, vamos a tratar la relación entre el feminismo y la economía, así como las propuestas y las alternativas que se proponen desde una ‘economía feminista’.
Es primordial tener en cuenta que no siempre se asocia el movimiento feminista a los términos económicos, pues siempre se le relacionan a aquellos que tiene que ver con el ámbito político y/o social. Esto sucede ya que es una de las maneras más visuales y directas en las que apreciar el movimiento feminista.
Es importante conocer como el feminismo se enfrenta a la economía desde una perspectiva que no se había puesto en duda hasta el momento, al menos desde esta perspectiva de género. No propone una economía de superioridad de la mujer respecto al hombre. Como anteriormente si se había hecho, pues las actividades que había sido desarrolladas por hombres estaban gozando de reconocimiento, esfuerzo, altas retribuciones y relevancia social y familiar, pues su salario era superior y sustentador de la familia. En cambio, las mujeres que trabajaban tenían menor consideración en todos los aspectos, sus labores eran desprestigiadas e infravaloradas tanto a nivel social como económico.
Estas desigualdades nacen, como siempre a lo largo de la historia, en los desajustes y las distinciones entre sexo y género, siendo la primera de componente biológico y la segunda, con mayor relevancia e importancia social, las construcciones sociales asociadas a determinada cultura.
Una de las cosas que se proponen y se fomentan, es que la economía no vaya en detrimento al género, pues es más productivo hacerlo conforme a los componentes cualitativos y no a los cuantitativos, es decir, poner en valor el valor de las personas en el desarrollo de las actividades, más allá de todo lo demás, como el género. Para ello, necesitamos deconstruir el modelo económico actual, desenmarcándolo de cualquier construcción social y cultural.
El hecho es conseguir acabar con ciertas construcciones para comenzar una sociedad más justa, competitiva y económicamente sostenible. Pues transformar estás percepciones y constructos que se encuentren, encubiertas o no, y las desigualdades salariales y de derechos laborales.
Una de las mayores desventajas se presentan en que el desempeño de los trabajos está relacionado con la visibilidad, pues un gran número del desarrollo laboral de las mujeres se limita al trabajo de hogar, de los hijos e hijas, así como los familiares que lo necesiten y esto no hace más que agravar dicha situación, pues en la gran mayoría no recibe retribución salarial, o esta está comprendida por un porcentaje ínfimo, y si no tiene el suficiente reconocimiento económico, según está planteado dicho sistema y dicha estructura, no tiene reconocimiento alguno o carece de valor. En cambio, los hombres si que gozan de dicho privilegio al recibir una retribución y, además, superior a la de las mujeres en el caso de que éstas la perciban.
Las propuestas en relación a este reconocimiento social y económico van en la línea de la inclusión de estas actividades laborales en el ámbito doméstico no retribuidas en el Producto Interior Bruto. Aunque también hay que considerar que provocan muchas diferencias de opiniones dentro de los distintos feminismos, entre las personas que están de acuerdo y lo apoyan y las que no, pues puede que se desvirtúe dicho valor salarial.
Es por ello por lo que, como sociedad, debemos fomentar una participación sostenible y equilibrada, en lo que a la economía y el trabajo se refiere, pues no tiene más que aspectos positivos y beneficiosos para la sociedad. También, para el reconocimiento del esfuerzo y del desarrollo laboral y económico que desempeñan las mujeres en el ámbito de los cuidados, que siempre están infravalorados y desvirtuados, entre otras cosas, por ser desempeñados por mujeres y por no recibir la retribución salarial necesaria ni suficiente.

Pero, si ya tenemos leyes de igualdad, ¿por qué se sigue reproduciendo la división sexual del trabajo?

En las últimas décadas, hemos asistido a una transformación social y política muy importante en materia de igualdad de género. Sin embargo, no es raro escuchar en los espacios feministas que dicho suceso no se corresponde con la consecución de una igualdad sólida, real y efectiva.  Si bien es cierto que la lucha feminista ha conseguido transformar el marco jurídico y administrativo en uno más igualitario, esto no ha supuesto (ni ha ido acompañado) de todos los cambios culturales necesarios para que dicha igualdad sea efectiva en la sociedad.

Así, si bien las mujeres hemos accedido progresivamente al mercado laboral en los últimos años; se sigue reproduciendo la tendencia hacia una división sexual del trabajo, unos contratos más precarios y salarios más bajos. Pero, ¿Por qué? ¿Cómo es posible que se siga reproduciendo la segregación ocupacional? ¿Cómo es posible que sigamos firmando los contratos más precarios? ¿Cómo es posible que se siga “pegando el suelo” y que sigamos atrapadas bajo el “techo de cristal”?

Trataremos de dar respuesta a estas preguntas a través del concepto de violencia simbólica (Bourdieu, 2000), el mito de la libre elección (De Miguel, 2015)  y de los planteamientos de la Economía Feminista.

Lo invisible de la violencia: Del patriarcado de la coacción, al patriarcado del consentimiento.

Para Bourdieu (2000), la violencia simbólica es una: “violencia amortiguada, insensible e invisible para su propias víctimas, que se ejerce esencialmente a través de los caminos puramente simbólicos de la comunicación y del conocimiento o, más exactamente, del desconocimiento, del reconocimiento o, en último término, del sentimiento” y que se apoya en relaciones de “dominación masculina”.

La violencia simbólica no necesita justificaciones; es el fruto de un proceso histórico, de reproducción social, en el que colaboran diversos agentes sociales (familia, escuela, medios de comunicación, estado, iglesia) e individuales (dominadores y dominadas). La violencia simbólica es una violencia suave, invisible, que se erige sobre el consentimiento del dominado, que la interioriza como natural  pues las únicas – o las de más fácil acceso- herramientas de las que dispone para analizar su realidad social son las herramientas del dominador (Varela, 2013).

Kate Millet, autora de Política sexual, también hablaba de esto ya en 1969: “No estamos acostumbrados a asociar el patriarcado con la fuerza. Su sistema socializador es tan perfecto, la aceptación general de sus valores tan firme y su historia en la sociedad humana tan larga y universal, que apenas necesita el respaldo de la violencia” y aún así, continúa: “al igual que otras ideologías dominantes, tales como el racismo y el colonialismo, la sociedad patriarcal ejercería un control insuficiente, e incluso ineficaz, de no contar con el apoyo de la fuerza, que no solo constituye una medida de emergencia, sino también un instrumento de intimidación constante”.

Es en este sentido, en el que Ana de Miguel (2015) conceptualiza el término de “el mito de la libre elección”. De Miguel apunta que existe toda una suerte de estructuras sociales muy ancladas en la raíz de la sociedad, que nos llevan, de alguna manera, a reproducir continuamente las desigualdades de género. Hemos pasado de un patriarcado de la coacción a un patriarcado de consentimiento, de tal manera que la propia naturalización de la desigualdad social nos hace ciegas ante el encarcelamiento de muchas de nuestras elecciones, y por tanto, a la propia reproducción de la desigualdad.

De homos economicus y mujeres que cuidan sin contar:

El acceso masivo de las mujeres a la educación superior y al mercado laboral, entre los 80 y 90, no fue fruto de un fuerte desarrollo del Estado de Bienestar, o consecuencia de una multitud de hombres reclamando su espacio en la esfera reproductiva y de cuidados; sino, más bien, gracias a la asunción y la conquista de la hegemonía de ciertos valores feministas, y a una “huelga de natalidad” y de cuidados, encabezada por mujeres (De Miguel, 2015).

Teniendo esto en cuenta, es lógico pensar que la vida de las mujeres aparece atravesada por dobles jornadas y multitud contradicciones.  Las economistas feministas hablan de que estamos ante una crisis de cuidados, pues el acceso masivo de las mujeres en el ámbito laboral ha puesto de manifiesto y ha hecho visible toda la cantidad de trabajo que no está siendo contabilizado en la economía capitalista y que es indispensable para que la sociedad funcione.

Si pretendemos indagar en las causas por las cuales siguen existiendo diferencias en el acceso a los ámbitos de dirección, a puestos más estables y con contratos a tiempo completo, no podemos obviar esta mirada feminista de la economía. Pues, el hecho de que las mujeres sigan ocupando los contratos más precarios, menos estables pero también más flexibles en cuanto al horario laboral, puede tener relación con que, todavía hoy, las mujeres siguen soportando la mayor carga en el ámbito reproductivo, de cuidado. Es decir, las mujeres están realizando una cantidad incontable de trabajo, que es ignorado por las visiones androcéntricas de la economía. Un trabajo que no está remunerado, que carece de derechos laborales y que no sólo no puntúa en el currículum profesional, si no que obstaculiza el desarrollo profesional (Pérez-Orozco, 2006).

Resumiendo, que es gerundio

Haciendo un esfuerzo de síntesis entre estas tres visiones, podemos resumir que existe todo un entramado ideológico, social y económico que reproduce y perpetúa la desigualdad de género a través de formas sutiles e imperceptibles. Una violencia simbólica que construye relatos vitales, cosmovisiones del mundo y el sentido común. Una violencia que se perpetúa por la complicidad y el consentimiento, subconscientes, de dominadores y dominadas; y legitimado por el discurso de la libre elección. Una violencia que invisibiliza una parte indispensable de la economía, cuyo mayor peso recae sobre las mujeres, y sin el cual no sería posible la vida. Más allá del marco legislativo, hay todo un entramado cultural que sigue reproduciendo la diferencia sexual a todos los niveles.

El camino es largo, pero está allanado por el paso de las luchas, de los cuidados y de las resistencias cotidianas de las que nos precedieron. Y, además, cada vez somos más a este lado del camino. Como cantábamos al unísono el pasado 8 de marzo: “hombro con hombro, unas con otras, nos vamos a liberar”.  

 

REFERENCIAS: 

Bourdieu, P. (2000). La dominación masculina. Editorial Anagrama, Barcelona.

De Miguel, A. (2015) Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección. Editorial Cátedra, Madrid.

Ezquerra, S. (2011). Crisis de los cuidados y crisis sistémica: la reproducción como pilar de la economía llamada real. Investigaciones feministas, 2(0).

Millet, K. (1995). Política sexual. Cátedra, Universidad de Valencia.

Orozco, A. P. (2006). Amenaza tormenta: la crisis de los cuidados y la reorganización del sistema económico. Revista de economía crítica, 5, 7-37.

Pessolano, D. (2016). Economía de la vida. Aportes de estudios feministas y de género. Polis. Revista Latinoamericana, (45).

Varela, N. (23 de Julio de 2013). Violencia simbólica. Recuperado de http://nuriavarela.com/violencia-simbolica/ 

 

No eres tú, es el sistema: crisis de cuidados y conflicto capital-vida

Mi día, como el de muchas, empieza a las seis o siete de la mañana y no acaba hasta las doce o la una de la madrugada. Durante todo ese amplio intervalo de tiempo conjugo, como puedo, dos, tres y hasta cuatro jornadas: Voy a trabajar, estudio un poco, voy a alguna que otra reunión, pongo alguna lavadora, la tiendo o recojo; e  intento proveer mi despensa para no morir de sobredosis de comida rápida. Fin de la(s) jornada(s). Estado vital: estresada. ¿Te suena?

Pues no, no eres tú, es el sistema.Tu frustración y tu cansancio forma parte de aquello a lo que las economistas feministas han llamado “crisis de cuidados” y que no es más que la manifestación expresa de la dificultad que tenemos, la mayoría de las personas, para cuidar y ser cuidadas y, porqué no, para el  auto-cuidado.

Pero, ¿qué es eso de la economía feminista?

La economía feminista es una escuela de pensamiento económico crítica, dentro de la cual se distinguen diferentes corrientes. Siguiendo a Amaia  Pérez Orozco, en términos prácticos, podríamos decir que es una propuesta de cambio de mirada, que nos apela a plantear la pregunta raíz que debe responder cualquier sistema económico, político y social. Esto es: ¿qué vida merece ser vivida?

En este sentido, la respuesta del capitalismo parece ser  bastante clara: la vida que merece ser vivida es la del homo economicus, o como esta feminista denomina; la del hombre champiñón, pues parece aparecer y desaparecer del centro de trabajo, como por arte de magia, sin necesidad de cuidar o ser cuidado. Pero, cabe pararse y reflexionar sobre este punto:  ¿es la vida, realmente, una experiencia de autosuficiencia como se apunta desde el capitalismo? ¿Podemos vivir sin necesidad de ser cuidadas? ¿Existe realmente este hombre champiñón?

Si  algo podríamos  afirmar con amplio consenso, es que la vida es insegura, incertera, peligrosa y vulnerable. La vida solo puede ser si se cuida. Toda persona necesita de cuidados en algún momento de su vida -como mínimo durante la niñez y la vejez; así como cuando atravesamos procesos de enfermedad-. Y, para que podamos desarrollar nuestras tareas en el ámbito laboral, debemos de haber realizado previamente una serie de tareas imprescindibles (como lavar la ropa, cocinar y alimentarnos, mantener nuestros hogares limpios y habitables, o cuidar de las personas en situación de dependencia). Luego, ¿por qué el paradigma económico obvia toda esta parte fundamental del proceso de producción, que tiene lugar fuera de él, en  “el lado oculto del sistema”, y que es imprescindible para la propia sostenibilidad y reproducción de la vida?

Desde la economía feminista se defiende que todos estos procesos que se desarrollan en el lado oculto del sistema, que posibilitan y sostienen la vida, y que producen bienestar físico y emocional; también son trabajo. Un trabajo que se desarrolla en los subsuelos del sistema capitalista, sin coste económico alguno. Un trabajo devaluado, que no genera derechos laborales, que no tiene salario, ni vacaciones, ni bajas por enfermedad y que no genera pensiones dignas. En definitiva, un trabajo imprescindible, no considerado trabajo.

Esto nos lleva a pensar que, capitalismo y patriarcado, son un matrimonio bastante bien avenido. El capitalismo necesita de una fuerza de trabajo que se ocupe de todas esas tareas propias del ámbito de los cuidados que, por una parte,  posibilitan las productivas; y, por otra, reproducen la fuerza de trabajo. Y el patriarcado ofrece una división sexual del trabajo que garantiza que todos estos procesos saldrán adelante; un aprendizaje de roles de género diferenciados durante el proceso de socialización que posibilita la justificación de dicha división como “algo natural”; y una pizca de amor romántico para sentar las bases de unas relaciones que permiten  expropiar a las mujeres, lo que Rosa Cobo denomina como “plusvalía de dignidad genérica”.

Bueno, ¿y por qué hablamos ahora de crisis de cuidado?

Actualmente se da una situación compleja en la que confluyen diferentes factores: por un lado, se produce una incorporación masiva de las mujeres al mercado laboral; y, por otro, un aumento de las situaciones de dependencia y una mutación y diversificación de la estructura familiar tradicional.

Además, como expone Ana de Miguel en Neoliberalismo Sexual (2015), esta incorporación masiva de las mujeres en el espacio público, no ha estado acompañada ni de un desarrollo de políticas públicas que posibilitaran seguir sosteniendo las tareas propias del ámbito reproductivo, ni de un ejercicio de cambio drástico de mentalidad en los hombres, que pasen a reclamar y a hacerse cargo de sus inexorables responsabilidades de cuidado.

Es decir, si bien hemos conseguido impugnar, de alguna manera, la división sexual del trabajo; así como politizar la concepción y las implicaciones del amor romántico y el desigual reparto de tareas en el ámbito privado; no se ha producido un compromiso político ni social serio, que plantee qué podemos hacer para que nuestras vidas sean tenidas en cuenta. Porque, al final, es ésto lo que se plantea. ¿Qué somos para el sistema? ¿Tiene cabida mi vida en este sistema? ¿Qué vida se va a cuidar; la de unos pocos hombres champiñones (que tienen dicha condición porque alguien se ocupa de su cuidado), o la del conjunto de la comunidad?

La crisis de cuidados y el conflicto capital-vida pueden superarse, pero no dentro del marco del capitalismo. Porque el capitalismo, siempre explotará unas vidas para que otras pocas puedan ser vividas. Porque lo que está en el centro de la economía capitalista es la lógica de acumulación de capital y no la sostenibilidad de la vida.

Así que no, no eres tú: es el sistema. Tenemos todo un reto por delante: hay que construir escenarios donde quepa toda vida, sus alegrías y penas; y sus fortalezas y vulnerabilidades. Hay que poner la vida en el centro.

 

REFERENCIAS:

  • Cobo, R. (2005). Globalización y nuevas servidumbres de las mujeres. Teoría feminista: de la Ilustración a la globalización3.
  • De Miguel, A. (2015) Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección, Cátedra, Madrid.
  • Ezquerra, S. (2010). La crisis de los cuidados: orígenes, falsas soluciones y posibles oportunidades. Viento Sur, 108, 37-43.
  • Ezquerra, S. (2011). Crisis de los cuidados y crisis sistémica: la reproducción como pilar de la economía llamada real. Investigaciones feministas, 2(0).
  • Orozco, A. P. (2006). Amenaza tormenta: la crisis de los cuidados y la reorganización del sistema económico. Revista de economía crítica, 5, 7-37.
  • Orozco, A. P. (2011). Crisis multidimensional y sostenibilidad de la vida. Investigaciones feministas, 2, 35.
  • Orozco, A. P. (2014). Subversión feminista de la economía: aportes para un debate sobre el conflicto capital-vida. Traficantes de sueños.

 

¿Qué precio tiene la maternidad?: Ser madre o la vida laboral.

Las mujeres españolas siguen soportando la sobrecarga de roles laborales y familiares, aunque trabajen a jornada completa y convivan en el mismo hogar con su pareja. La mayoría de ellas, además, sigue encontrando obstáculos en su trayectoria profesional por razones de sexo, que en muchos casos tienen que ver con la maternidad, a pesar de estar mejor preparadas. Son los datos recogidos en el estudio «Maternidad y trayectoria profesional», realizado por IESE Business School, en colaboración con Laboratorios Ordesa, que analiza los factores que limitan el pleno desarrollo laboral de las trabajadoras que son madres o pretenden serlo.

Patricia García. ABC.

En la actualidad, ser mujer implica, en muchas ocasiones, renunciar, sacrificarse…  nos educan para ello…

Los roles de género en la sociedad definen cómo se espera que actuemos, hablemos, nos vistamos, nos arreglemos y nos comportemos según nuestro sexo asignado. Por ejemplo, se espera que las mujeres y las niñas se vistan de forma femenina y que sean educadas, complacientes y maternales. A su vez, se espera que los hombres sean fuertes, agresivos e intrépidos.

Cada sociedad, grupo étnico y cultura tiene expectativas en relación con los roles de género, pero estos pueden variar mucho entre un grupo y otro, y también pueden cambiar con el tiempo dentro de la misma sociedad.

«La inserción de la mujer en el mundo laboral se ha producido en España más tarde que en el resto de Europa, pero de forma más intensa y en un periodo de tiempo menor –con un repunte mayor en la década de los noventa—. Y junto a este incremento en la tasa de actividad se está produciendo una fuerte caída de la natalidad.» En los países nórdicos, por el contrario, esta correlación cambia de sentido: hay más mujeres trabajando y además sus tasas de natalidad son mayores.

Hoy en día vivimos polémicas y movimientos sociales que envuelven este tema en una lucha donde la mujer lucha por no perder su identidad como mujer, a la par que lo hace también por seguir creciendo profesionalmente y desmitificar la maternidad.

Ejemplo de esto es la publicación del libro “Madre hay más que una, un relato en primera persona sobre a aventura de la maternidad” (Planeta) escrito por Samanta Villar y presentado el 24 de enero de 2017. Una visión muy alejada de los tópicos sobre lo que significa tener hijos hoy.

A través de este libro, Samanta Villar, periodista y presentadora de 42 años, así como a través de titulares generados de las entrevistas realizadas en torno a él, ha protagonizado un enorme revuelo social, especialmente en los diferentes medios de comunicación y redes sociales. El principal motivo, no es más que poner en entredicho aspectos relacionados con los roles de género de los padres, más concretamente de las mujeres, así como de los estereotipos que la maternidad les supone, a través de afirmaciones como “Tener hijos es perder calidad de vida” o “La maternidad está sobrevalorada”. Para entender un poco el impacto social que este libro y dichas afirmaciones han supuesto, debemos teorizar cómo se establece la identidad de género en nuestra sociedad, especialmente en el caso de las mujeres, y qué idealismos, estándares o estereotipos hay en torno a él.

En primer lugar, y como vamos a poder comprobar a través de este análisis, presentación y/o reflexión, actualmente, debemos decir que continuamos conviviendo en un sistema social sexista, que promueve la dominación del hombre y potencia la sumisión de la mujer, a través del aprendizaje de estereotipos y prejuicios impuestos a uno u otro género, provocando graves consecuencias para ambos sexos, pero con repercusiones más peligrosas para las mujeres, ya que las coloca en una posición de vulnerabilidad para su desarrollo vital.

Quizás Samanta habría tenido mayor aceptación social contando lo estupenda que es la maternidad y lo realizada que se siente en esta nueva etapa de su vida, pues seguramente habrían sido afirmaciones más toleradas, debido a que encajan mejor con el “adiestramiento” social y los valores y/o creencias que lo envuelven.

Cuando alguien rompe los estándares que tenemos establecidos, en este caso el papel de mujer en nuestra sociedad (“madre estupenda, feliz y que puede con todo”), se nos mueven los cimientos de nuestro patriarcado, de nuestro aprendizaje. Miles de usuarios/as en las redes se han sentido ofendidos por las afirmaciones de Samanta e incluso, muchos de ellos han respondido y criticado las mismas, cuestionando el juicio, sentimientos o, incluso, su valía como madre. A través de una búsqueda sencilla por internet en redes como Instagram, Facebook… podemos ver comentarios que protagonizan este linchamiento a la periodista, aclamando: “¿qué tipo de madre es Samanta si dice que ahora no es más feliz por ser madre?”, “¿qué pensarán sus hijos al crecer y leer estas palabras?” o ¿cómo no ha pensado en sus hijos cuando estaba hablando así?

Estas personas no es que estén preocupadas por los hijos de Samanta, sino que actúan de este modo porque están sintiendo como se destruyen o tambalean los relatos que siempre nos han contado sobre la maternidad. Como bien veníamos explicando, durante toda nuestra vida, como niñas, nos cuentan toda una serie de historias y ficciones sobre qué significa ser mujer y cómo hay que serlo, siendo uno de los objetivos finales, ser madre.

Ya desde muy pequeñas, en muchas ocasiones sin haber cumplido el primer año de edad y sin apenas saber hablar, es común, especialmente en esta sociedad de consumismo en la que nos movemos, que en Navidad encontremos bajo nuestro árbol un bebé rosa de juguete con su chupete y complementos. Con tan solo unos meses en el mundo, por el solo hecho de haber nacido con genitales femeninos, quien sabe si por ello, en un futuro, nos identifiquemos con el género femenino al crecer, ya tenemos como primer regalo de Navidad, la carga de la maternidad.

¿Nos habrían regalado el mismo muñeco si hubiésemos nacido con genitales masculinos? Un niño de meses habría tenido bajo el árbol un coche, algo que hiciera música, animales, cosas de acción… porque al final, a los niños se les educa para la acción y a las niñas para el cuidado.

Con todo esto, nos reafirmamos en decir que, desde muy pequeñas, nos educan para asumir que, si somos niñas, seremos también madres en un futuro.  La familia, como institución intencional, nos lo dice regalándonos bebés cuando aún seguimos siendo bebés, o nos lo transmiten a través de los cuentos y películas tradicionales, de princesas, donde además de ser madres, nos inculcan que debemos ser heterosexuales, estar muy enamoradas y ser sumisas. De forma intencional, también nos lo dicen las instituciones escolares, donde se estudia los órganos femeninos con un único objetivo reproductivo, aunque no nos hablen de las limitaciones fisiológicas que, a medida que pasan los años, las mujeres vamos generando en relación con este tema. Los medios de comunicación, también influyen en nuestro enfoque de la maternidad dentro de la construcción del género. Si eres mujer, ves Youtube y tienes entre 25 y 30 años, habrás notado un aumento significativo de anuncios publicitarios relacionados con pruebas de embarazo o fecundación. E indudablemente, los temas de conversación que aparece en el grupo de iguales, comienzan a guardar una estrecha relación: deseos de un trabajo bien remunerado y estable, un domicilio cómodo y familiar, búsqueda de la pareja ideal, “sentar la cabeza”, la educación que reciben los menores, los errores que cometieron nuestros propios padres o, directamente, que el tiempo apremia si se desea ser madre. Sin olvidar, la pregunta de “¿tienes pensado ser madre?” que se vuelve un factor común en entrevistas de trabajo.

Para finalizar el análisis de cómo el libro de Samanta ha resultado un choque social para los estereotipos de género, partiremos en cómo dio comienzo su nuevo programa en la cadena cuatro “Samanta y…”: «Basura, que ascazo das, es una injusticia que mujeres cómo tú sean madres, no te mereces tener hijos, puerca, egocéntrica»…

Con estos insultos arrancaba la presentación de Samanta Villar, en la que recordaba que había tenido que aguantar desde el momento en el que dijo que al ser madre se pierde calidad de vida. «Hace año y medio que soy madre y adoro a mis hijos, pero sigo pensando lo mismo y no me pienso callar», añadía la periodista. Programa con muchas críticas pero a la par enriquecedor para muchas mujeres, donde se inició con un primer capítulo dedicado a la maternidad y contó con numerosos testimonios, a través de los cuales se contempló las dificultades de conciliación de las familias, los sacrificios de muchas mujeres o las críticas que reciben por sus conductas «desnaturalizadas», la posibilidad de elección en cuanto al hecho de ser madre o los diferentes métodos y vías para lograrlo.

Samanta Villar no es la única que ha recibido críticas a través de las redes, Soraya Arnelas, cantante, también fue víctima de comentarios que juzgaban su papel como madre tras una publicación en Instagram, pocos días después de dar a luz, donde se la veía en una imagen saliendo con su pareja a cenar ellos dos solos. Lo cual desató un sinfín de comentarios y críticas. «Mala madre» fue lo más bonito que le llamaron en su propio post simplemente por decidir “separarse”, aunque fuese por unas horas, tan pronto de su hija recién nacida. Soraya intentó tomarse a broma los comentarios.

El origen de todos estos insultos puede estar en la creencia o principio de que la mujer debiera quedarse en casa criando hijos, para no desequilibrar un proceso de la naturaleza, el cual puede estar en riesgo con mujeres empoderadas, que deciden por ellas mismas si quieren o no ser madres, y de qué forma. La realidad es que hoy en día hay muchas mujeres que tienen que decidir entre la maternidad o su carrera profesional, encontrándose verdaderas barreras para compatibilizar ambas. Parece ser que, poco a poco, nos vamos socializando en la idea de que, para sentirte realizada como mujer, tienes que ser madre y, una vez que lo seas, tienes que llevar toda la carga y responsabilidad de la crianza porque, al fin y al cabo, llevas siendo toda tu vida entrenada para ello. Y, precisamente, por estas mentiras que nos han venido contando, Samanta se siente engañada y, como ella, muchas otras mujeres que, aunque con mucha menos repercusión en los medios y sin poder escribir libros sobre ello, afirman que ser madre es muy bonito, pero también muy duro, muy difícil y muy sacrificado.

Con esta actuación, Samanta o Soraya están rompiendo con lo que está preestablecido, con los roles históricamente asumidos y asociados por y para las mujeres y con el mito de que la maternidad es sinónimo de felicidad y realización. Está claro que, para muchas mujeres lo es y que, a pesar de los esfuerzos y sacrificios, para muchas madres todo merece la pena, pero también es necesario hablar de aquellas para las que no, las que ven reducida su calidad de vida y las comodidades de una vida sin grandes responsabilidades, o se ven abrumadas durante la maternidad por diferentes sensaciones que nunca les habían contado. De hecho, el silencio sobre este tema provoca que muchas madres se sientan culpables de lo que sienten.

La única solución ante esto es contar las dos caras de la moneda, sin silenciar ésta, que menos encaja con nuestros estándares históricos o roles preestablecidos. Con ello, conseguiremos que las mujeres puedan tomar decisiones con toda la información encima de la mesa, sin engaños, sin adornos y sin culpas, entendiendo y respetando que la diversidad de vivencias entorno a la maternidad pueden ser enriquecedoras y sin acusar ni machacar a aquellas que no lo viven de la forma que siempre nos lo han contado.

Cierro la reflexión respondiendo a aquellos que se preguntan por el qué se llevarán los hijos de Samanta si el día de mañana leen su libro o las entrevistas que ha realizado. Decirles, que posiblemente verán la realidad que ha vivido su madre, que los quiere, pero que también se atrevió a contar una verdad al mundo que incomoda porque no es aceptada. Lo que se llevarán posiblemente sus hijos, es una imagen de su madre luchando para que las mujeres tengan toda la información que les permitan tomar decisiones conscientes, empoderadas, seguras y sin condicionantes sociales, así como para poder sentir y expresarse libremente, sin miedo ni culpas.

 

REFERENTES

 

Indicadores de discriminación por razón de sexo en el mercado de trabajo.

A través de esta aportación, abro debate a fin de analizar  los principales rasgos discriminatorios que se observan comúnmente en el mercado de trabajo: segregación ocupacional horizontal, segregación ocupacional vertical y diferencias entre los salarios de hombres y mujeres…

En los ámbitos económico, profesional y laboral tradicionalmente se han venido otorgando funciones y papeles distintos a los hombres y a las mujeres. Las teorías, los enfoques y los argumentos utilizados en la valoración del desarrollo económico se centran básicamente en indicadores que analizan la producción de bienes y servicios para el consumo, pero ignoran el trabajo de carácter reproductivo no remunerado (De la Cruz, 1992; Elson, 2000), que ejercen las mujeres en sus familias y comunidades. Este hecho se refleja incluso en los conceptos más amplios de desarrollo que incluyen “el logro de la autoestima, de la dignidad, de la integralidad de todos los sectores y no sólo el
crecimiento del PNB” (De la Cruz, 1992: 253-254). La consecuencia es que las funciones de crianza y cuidado de los hijos y la atención de personas mayores, enfermas o disminuidas no son valoradas y registradas adecuadamente, y no son tomadas en consideración a la hora de adoptar políticas para lograr un desarrollo más justo.

El hecho de no tener en cuenta el trabajo no remunerado que realizan las mujeres origina que “las nociones convencionales acerca del modo en que funcionan las economías ofrecen directrices limitadas para políticas que promuevan la potenciación de las mujeres y los modos de combinar la justicia de género con la justicia económica”. Contemplando la economía desde una perspectiva de género se llega a un análisis distinto de la reestructuración económica: “los indicadores económicos convencionales
pueden indicar que se está progresando, si más y más mujeres se incorporan al trabajo remunerado, y si las reformas económicas (incluyendo la liberalización y la  privatización) producen aumentos en la eficacia económica. Pero pueden oscurecer una transferencia de los costos reales (en el tiempo y en el esfuerzo de las personas) desde el sector público, donde dichos costos se monetizan y aparecen en la cuentas del gobierno, hasta las familias (el “sector doméstico”) donde tales costos no se monetizan y por lo tanto no son visibles. El análisis económico con conciencia de género sugiere la necesidad de una definición más completa de la ‘eficacia’, que dirija la atención más allá
de los costos financieros” (Elson, 2000: 8-9).

A pesar de que las circunstancias de las mujeres han experimentado cambios y éstas han desarrollado comportamientos distintos “no han podido modificar su relación con el Estado en términos de género. En la calle o en el hogar, el Estado las sigue viendo tan sólo como garantes del bienestar familiar, variables intervinientes en la implementación de políticas, no consultadas a la hora del diseño, disciplinadas en el momento de llevarlas a cabo”.

¿QUÉ OPINÁIS AL RESPECTO?

¿QUÉ RASGOS CONSIDERÁIS MÁS LLAMATIVOS EN LA ACTUALIDAD?

En mi opinión, podríamos señalar tres factores como muestra de las diferencias de género en el trabajo: la asignación de tareas basada en el sexo de los trabajadores (división sexual del trabajo), el mayor valor otorgado al trabajo realizado por los hombres en relación al que realizan las mujeres (devaluación de la mujer y de su trabajo que desencadena un diferencial de salarios) y la construcción del género en el trabajo por parte de empresarios y trabajadores.

Las mujeres han cambiado su percepción de sus propios roles como madres y como trabajadoras y se han incorporado al trabajo asalariado en busca de una valoración social y de independencia económica. Sin embargo, en el conjunto de la sociedad no se ha producido una transformación similar. Así, el mercado de trabajo sigue estructurado de acuerdo a la pauta masculina de trabajo a tiempo completo durante toda la vida adulta y la organización socio-económica se mantiene sin cambios significativos durante estas décadas: jornadas laborales, vacaciones escolares, servicios públicos, etc., siguen funcionando bajo el supuesto de que ‘hay alguien en casa’ que cuida de niños, ancianos, enfermos, lo cual se ha traducido en una continua presión sobre el tiempo de las mujeres. Por su parte, los hombres como grupo humano tampoco han respondido a la nueva situación creada y el trabajo familiar y doméstico continúa siendo asumido mayoritariamente por las mujeres.

¿EN QUÉ MEDIDA LOS HOMBRES HAN ASUMIDO EL NUEVO ROL DE LA MUJER DENTRO DEL MERCADO LABORAL? ¿QUÉ OPINÁIS?

Aunque en las últimas décadas se ha producido una transferencia de parte del trabajo de reproducción al sector público y al mercado, una parte importante de dicho trabajo continúa siendo responsabilidad de las mujeres y aparece como esencial para el buen funcionamiento social.

A pesar de las diferencias de participación de trabajos de hombres y mujeres en el mercado laboral y en el trabajo doméstico se observa que las mujeres cada vez son más reacias a interrumpir su carrera profesional por motivos familiares (matrimonio, hijos, etc.), y cuanto más jóvenes son las mujeres se observa que participan en mayor medida en el mercado laboral a cualquier edad. Se observa que los patrones familiares han cambiado, aumentando en gran medida las familias donde trabajan fuera de casa el hombre y la mujer. Este hecho ha motivado que las mujeres en los últimos tiempos hayan ejercido mayor presión para que los hombres compartan el trabajo doméstico. Aún así, las mujeres son las primeras responsables de cuidar a los niños, personas mayores (lo cual representa un problema de tiempo y esfuerzo para compaginar dos trabajos) y suelen ser quienes sacrifican sus empleos en favor de los trabajos de los hombres.

Los hombres y las mujeres trabajan en todos los sectores, pero hay variaciones sistemáticas en la división genérica del trabajo. El trabajo de cuidado no remunerado, el trabajo voluntario y el trabajo informal remunerado y no remunerado tienden a ser realizados mayoritariamente por mujeres (con alta participación de las mujeres en este tipo de empleo), mientras que el trabajo formal remunerado en los sectores privado, público y de ONG tiende a ser realizado mayoritariamente por hombres (con alta participación de hombres en este tipo de empleo).

Las mujeres sólo son mayoría en los servicios personales, y son pequeña minoría en construcción y energía, donde las que trabajan lo hacen en empleos más cualificados y con remuneraciones más próximas a las de los varones que en el conjunto de sectores. Un sector que también destaca por una inferior participación femenina es el de la conducción y medios de transporte.

La proporción de mujeres disminuye a medida que se asciende en la jerarquía piramidal, de modo que su presencia en posiciones de poder y asumiendo responsabilidades laborales es mínima. Esta discriminación vertical se observa tanto si comparamos los porcentajes de varones y mujeres por categoría laboral en un determinado sector, como si se toma en consideración la cantidad de mujeres que, hoy en día, figura entre la población activa, teniendo en cuenta, además su nivel de formación y preparación profesional.

Los hombres que acceden a un trabajo típicamente femenino a menudo llegan a la cumbre a pesar de ser extraños en un ambiente predominantemente femenino. Las mujeres, por otro lado, habitualmente permanecen en los escalones inferiores con independencia de que sus trabajos sean mayoritariamente femeninos o mayoritariamente masculinos. Las mujeres se encuentran con problemas para ascender y para ejercer su autoridad en el trabajo. El denominado “techo de cristal” existe para las mujeres de todas las clases, así como para las minorías de ambos sexos y mucha gente asume que las minorías (y especialmente las mujeres en minoría) son contratadas o ascendidas únicamente para cumplir con determinadas cuotas. A pesar de que parece que las mujeres están en mejores condiciones en el sector público que en el privado, dentro de los gobiernos los hombres tienen tendencia a ocupar los puestos más altos.

La eliminación de la discriminación en los lugares de trabajo es estratégica para combatir la discriminación en cualquier lugar ayudando a superar prejuicios y estereotipos. La igualdad en el empleo es importante para la libertad, dignidad y el bienestar de los individuos. El estrés, la moral baja y la falta de motivación son sentimientos que prevalecen entre los sujetos objeto de discriminación, afectando a su autoestima, reforzando los prejuicios contra dichas personas e influyendo negativamente en su productividad. Eliminar la discriminación también es importante para el funcionamiento eficiente de los mercados de trabajo y la competitividad empresarial, además de permitir expandir y desarrollar el potencial humano de una forma más efectiva. Por último, la exclusión sistemática de determinados grupos del trabajo en condiciones decentes genera serios problemas de pobreza y fragmentación social que comprometen el crecimiento económico.

Las dificultades que encuentran las mujeres para el acceso al mercado laboral y en concreto las barreras que les dificultan la promoción y ascenso a puestos de trabajo de niveles superiores tienen consecuencias importantes. La desigualdad y discriminación en este sentido es injusta y provoca que las mujeres perciban unos salarios inferiores, además de no permitirles ejercer autoridad en el trabajo, lo cual a menudo conlleva la frustración de las mujeres.
Además, la dificultad que encuentran las mujeres para ejercer autoridad también tiene consecuencias importantes: el tener autoridad es imprescindible para realizar el trabajo de forma efectiva y redunda en la satisfacción personal del trabajador. Una posición de autoridad permite a los empleados mostrar su talento de cara a su promoción, del mismo modo que una falta de autoridad de los trabajadores puede hacerles vulnerables al acoso sexual. Por otro lado, al dificultar el acceso de las mujeres (y otros grupos minoritarios) a los puestos de trabajo de las categorías superiores se está excluyendo a personas
potencialmente productivas en base a su sexo (o color).

 

REFERENCIAS:

BARBERÁ HEREDIA, Ester y otros (2012): “Mas allá del techo de cristal”.Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Nº 40, pp. 55-68.

CONSEJO DE LA JUVENTUD DE ESPAÑA (2016): La igualdad de oportunidades y la participación social de las jóvenes. Consejo de la Juventud de España, Madrid.