Hoy queremos visibilizar un suelo pegajoso muy concreto, el que tienen bajo sus pies uno de los colectivos de nuestra sociedad que es considerado como de los más vulnerables no solo en lo referente al ámbito del mercado laboral, sino dentro del sistema patriarcal en el que vivimos: las mujeres víctimas de violencia de género.
La existencia de discriminación por motivos de género se sabe un hecho más que probado en el ámbito laboral. Vemos como se traduce en números la brecha salarial, por la que las mujeres cobran de media un 23% menos que sus compañeros varones, y como el techo de cristal provoca que la presencia femenina en los puestos de poder sea mucho más reducida. Sueldos más bajos, trabajos de peor cualificación, asunción mayoritaria de medias jornadas y reducciones horarias con consiguiente detrimento económico, en definitiva que la mujer tiene ante sí un panorama del empleo, en términos generales, en condiciones mucho más precarias que el de sus compañeros. Además, las mujeres nos hemos incorporado al mundo del mercado laboral y hemos añadido jornadas de trabajo a las que ya teníamos en el ámbito privado, y en muchos casos, esta situación hace que nosotras nos condicionemos a elegir un empleo que nos permita encajar con las tareas domésticas y de cuidado que ya nos venían (auto)impuestas por tradición y socialización.
El tan conocido suelo pegajoso impide el despegue de muchas mujeres para que puedan abandonar la esfera de lo privado hacia el espacio público, hecho que provoca una gran dificultad en el acceso y en la participación en el mercado laboral. Además el suelo pegajoso es un factor que convierte determinados trabajos en puestos feminizados, que por facilitar la conciliación, en una especie de pescadilla que se muerde la cola, no son trabajos a jornada completa acabando por desarrollarlos sobre todo mujeres y con ello en muchos casos, con un salario menor que si lo ejecutara un hombre. Un ejemplo muy ilustrativo son los empleos de cuidados a personas dependientes y los de limpieza , que se encuentran muy feminizados y por consiguiente, con un salario más bajo.
Cuando una mujer es víctima de violencia de género, nos encontramos con que han solido estar sometidas a una relación donde la estructura patriarcal marcaba el devenir de sus días no sólo en un plano afectivo, sino en el más que probable reparto tradicional y sexista de los trabajos: él proveedor del sueldo y enmarcado en el ámbito del empleo remunerado, y ella anclada al trabajo doméstico y de cuidados sin remuneración monetaria. Estas mujeres van añadiendo e intercalando dobles y triples victimizaciones y discriminaciones, por el hecho de ser mujeres, por ser supervivientes de la violencia machista, y por contar en muchos casos con la única experiencia laboral que podríamos encuadrar en el antiguo pero ejemplificador término de “sus labores”: cocinera, camarera, limpiadora, costurera, peluquera, planchadora, secretaria, amante, madre, suegra, hija, ….. Así pues, paradójicamente en muchos casos parecen a ser los “empleos idóneos”, de forma que se continúa perpetuando la división sexista del mercado laboral, e impidiendo salir de ese suelo pegajoso al que se encuentran literalmente pegadas.
El Instituto de la Mujer cuenta en su página web con un recurso que se marca como objetivo el acercar a las personas responsables de selección y contratación de personal de las empresas, el proceso de inserción laboral de las víctimas de violencia de género, rompiendo estereotipos y falsas creencias acerca de estas mujeres y facilitando a las empresas su contratación. Es el Manual interactivo para facilitar la inserción laboral de mujeres victima de violencia de género, donde se pueden ver ejemplos de buenas prácticas de empresas como Danone, Ferrovial y Repsol.
Manual interactivo para facilitar la inserción laboral de mujeres victima de violencia de género . http://www.inmujer.gob.es/servRecursos/formacion/Pymes/Introducion.htm ��������-�1��