Sonia Chaves Márquez
Si bien es cierto, el trabajo domestico ha sido y es actualmente un trabajo realizado principalmente por las mujeres. Aunque existen diferentes propuestas y medidas dirigidas a favorecer un reparto equitativo en el ámbito laboral, el trabajo doméstico está desvinculado del ámbito laboral al no estar remunerado. Tanto es así que, actualmente, es un trabajo invisibilizado al que no se le atribuye la importancia que se merece. En este sentido “La Organización Internacional del Trabajo (OIT) considera que un trabajo es aquella actividad destinada a producir un ingreso; así, comprende tanto el trabajo asalariado corno otras modalidades que producen bienes o servicios destinados al mercado” (Nieto, 2004, p.415). Por lo que en esta definición no se considera la labor doméstica como un trabajo.
Desde hace años, este trabajo ha sido vinculado a la labor femenina justificándose por naturaleza como una labor de la mujer. No obstante, atendiendo a la finalidad del trabajo doméstico que es la de satisfacer las necesidades de las familias, sabemos que es totalmente atribuible tanto al hombre como a la mujer (Larrañaga, Arregui y Arpal, 2004). Pero, lo cierto es que, aún sigue considerándose un trabajo típico de la mujer. Incluso es frecuente escuchar en un hombre que realiza una tarea domestica expresiones como “te he puesto la lavadora”, “te he hecho la comida” … Lo que demuestra que, a pasar de compartir algunas tareas, con el lenguaje se deja claro que es trabajo de la mujer.
Además, es importante tener en cuenta que el trabajo doméstico demanda una gran cantidad de tareas y de horas que son restadas de la vida de la mujer, quitándoles tiempo para otros trabajos remunerados o tiempo de ocio, entre otras actividades ya que las labores domésticas demandan una gran cantidad de horas de trabajo. Por ejemplo, “en la preparación de alimentos se utiliza más tiempo, con alrededor de 13.7 horas a la semana; el segundo lugar corresponde a dos actividades que alcanzan un promedio de algo más de 1 1 horas: el cuidado de menores y otros miembros del hogar no discapacitados con 11.6 horas en promedio y el aseo de la vivienda con 1 1.4 horas. El tercer lugar lo ocupa la atención a personas con discapacidades, que absorbe 8.2 horas, seguido de la limpieza y cuidado de la ropa con 5.9 horas. Las otras actividades se desarrollan en cuatro horas” (Nieto, 2004, p.439)
A pesar de que el trabajo doméstico es sin duda un trabajo esencial, aunque no remunerado, no se le ha atribuido el suficiente valor e importancia. No obstante, muchos economistas reconocen la importancia de remunerar las labores domésticas. En este sentido, una actual noticia de la web Concilia2, la cual os invito a leer, asegura que, por ejemplo, en Andalucía el valor del trabajo doméstico remunerado aporta una riqueza no contabilizada de 167.500 millones de euros anuales, cifra más elevada que la generada por el trabajo remunerado (140.000 millones de euros).
Aunque en la actualidad no existe acuerdo para valorar en términos económicos el trabajo doméstico, no hay duda de que al trabajo doméstico se le atribuiría bastante dinero.
Pero, ante estas cifras, ¿le conviene al Estado pagar el trabajo doméstico? En mi opinión, es el Estado el que debe asumir estos costes y no atribuirlo a la labor de la mujer puesto que es un problema que afecta a toda la sociedad.
REFERENCIAS
- Concilia2. (2016)- Recuperado de https://www.concilia2.es/valor-y-precio-del-trabajo-domestico/
- Larrañaga, Isabel., Arregui, Begoña., y Arpal, Jesús. (2004). El trabajo reproductivo o doméstico. Gaceta Sanitaria, 18(4), 31-37.
- Nieto, M. P. (2004). Género, trabajo doméstico y extradoméstico en México. Una estimación del valor económico del trabajo doméstico. Estudios demográficos y urbanos, 413-446.