La familia constituye la principal prestadora de los cuidados en nuestro entorno, pero realmente ¿quién es la/el que lleva a cabo esos cuidados? Según una encuesta del INE el 23% de los hombres dedican 5 horas semanales al cuidado de los hijos e hijas frente al 38% de las mujeres. Si a eso le añadimos que el 11% de los hombres dicen dedicar 5 horas semanales a actividades y tareas del hogar frente al 20% de las mujeres en 2006 obtenemos que la carga de los cuidados sigue recayendo mayoritariamente en el género femenino.
La situación del Covid-19 trae consigo la necesidad de valorar los cuidados como la base de la vida. Aquí encontramos que un gran número de mujeres son las que se convierten en estos días totalmente esenciales para poder seguir sobreviviendo. Se empieza a valorar las profesiones consideradas de mujeres como la sanidad o el profesorado y realmente nos enfocamos en poner sobre la mesa los roles que cada persona adquiere dentro de su entorno familiar, y vuelve a salir a la luz que los cuidados son vitales. De acuerdo con Dobrée:
“Los cuidados históricamente han sido trabajos invisibles y socialmente poco valorados, atribuidos a las mujeres bajo el pretexto de que ellas tienen una supuesta capacidad natural para cuidar. Sin embargo, esto tiene que cambiar. La carga de trabajo reproductivo debe repartirse de manera más equitativa entre distintos actores. Ciertamente, ello implica comprometer a los hombres en el cuidado, pero también conlleva distribuir de manera más justa las responsabilidades entre los hogares, el Estado, el sector privado y la comunidad. A fin de cuentas, todos y todas nos beneficiamos con el cuidado desde el momento en que en distintos momentos de nuestras vidas y bajo diferentes circunstancias necesitamos cuidados para poder vivir bien, trabajar o estudiar o desarrollar cualquier otra de nuestras funciones vitales.” (2020, pág.3)
La importancia de dar visibilidad y por tanto reconocimiento se hace una necesidad. La economía tal y como está planteada actualmente tiene en cuenta como trabajo remunerado la parte productiva de la sociedad, pero debemos tener en cuenta que sin la parte que se considera reproductiva no se podría adquirir la producción que se lleva a cabo en este país. Por lo tanto, se hace visible la precisión de una economía feminista. Como expone Carrasco Bengoa:
“Hemos aprendido una visión que se nos ha presentado como única y, sin embargo, es parcial y distorsionadora. La economía feminista cambia la perspectiva, flexibilizando y ampliando la mirada para incorporar la experiencia de las mujeres; lo que permite reformular conceptos centrales del análisis económico, desarrollar nuevos marcos analíticos y elaborar políticas públicas que den respuesta a la realidad de mujeres y hombres.” (2013, pág. 42)
Los mercados de trabajo en los que nos encontramos se han colocado en el centro de nuestra estructura económica y pasan al último plano lo que realmente hace que funcionemos, que es la sostenibilidad de la vida. Esa responsabilidad se le otorga a la mujer, pero sin un beneficio económico y excusándose en absurdos estereotipos como “es que tú cocinas mejor” “las mujeres tienen esa faceta de amor al prójimo que hacen que cuiden mejor a los hijos o hijas” y que relegan a la mujer en una única función no remunerada, y por lo tanto no valorada. Como expone Pérez Orozco este modelo económico que estamos sosteniendo se está destruyendo:
“Este modelo está resquebrajándose por múltiples factores. Entre ellos, los habitualmente mencionados son el envejecimiento de la población, la inserción de las mujeres en el mercado laboral y el cambio en las unidades de convivencia. Sobre el segundo fenómeno, cabe señalar que la disminución en términos de disponibilidad para trabajar no remuneradamente, si bien es en sí misma fundamental, lo es más aún como reflejo de una modificación de los roles de género.” (2006, pág. 20)
En conclusión, actualmente nos encontramos en una situación que nuestro sistema económico no está planteado adecuadamente, excluyendo a mucha población que trabaja sin remuneración por no considerarse dentro del sistema productivo, pero que son aquellas personas que sostienen la vida. Lo que nos hace plantearnos ¿estamos ante una crisis de cuidados?
Referencias bibliográficas
Carrasco Bengoa, Cristina (2013). El cuidado como eje vertebrador de una nueva economía. Universidad de Barcelona. Cuadernos de Relaciones Laborales. 31(1), págs. 39-56
Dobrée, Patricio (2020). Aplanemos también la curva de los cuidados. Centro de Documentación y Estudios
Pérez Orozco, Amaia (2006). Amenaza tormenta: La crisis de los cuidados y la reorganización del sistema económico. Revista de Economía Crítica. 5, págs. 7-37