El machismo literario y sus implicaciones en la economía de la cultura

La economía heteropatriarcal se ramifica hasta todas las esferas económicas y la cultura no se libra de ello. Esta semana se ha celebrado en la ciudad mexicana de Guadalajara la Bienal de Novela Mario Vargas Llosa, una iniciativa muy necesaria para ofrecer al mundo un espacio en el que dar a conocer las letras hispanoamericanas y a través de la cual la economía de la cultura puede difundirse y asentarse como parte de la industria, una industria en pro del conocimiento, la cultura y la difusión del patrimonio de una sociedad, país o lengua.

La noticia anterior, podría convertirse en algo positivo si no fuera por la polémica que a raíz de esta feria ha surgido en el panorama de las letras hispanoamericanas y es que, a pesar de ser el género femenino igual o más prolífico en la creación literaria en español, su presencia en la feria es prácticamente anecdótica. En esta edición participan trece hombres frente a sólo tres mujeres y al premio final han llegado cuatro hombres y una mujer, siendo los miembros del jurado cinco de los cuales únicamente hay una mujer. 

A raíz de los acontecimientos anteriores un elevado número de intelectuales relacionados con el mundo literario de las letras hispanoamericanas ha elaborado un manifiesto, titulado Contra el machismo literario, en el que se denuncia la abismal diferencia de género que existe en la cultura de América Latina. Desde Rosa Montero a Gabriela Wiener ponen el foco en el retraso y las consecuencias que acarrea para la industria de la cultura que se organicen actos de esta talla sin perspectiva de género y más aún en pleno proceso de reivindicación por la igualdad desde todos los sectores económicos, políticos y culturales a nivel mundial.

Algunos de los fragmentos más destacados de este texto son los siguientes:

Gracias a la lucha que desde hace mucho llevan a cabo las mujeres por sus derechos, por fin podemos descubrir a muchas escritoras que fueron borradas de la historia y del canon literario, denostadas, ninguneadas o silenciadas. Las mujeres escritoras han demostrado, además, por la calidad de sus obras, sus traducciones, su trabajo editorial y el reconocimiento que han adquirido en los últimos años, que la literatura escrita por mujeres es tan importante como la que escriben los hombres.”

“Las instituciones literarias siguen organizando y promoviendo espacios en los que la participación de mujeres aún es minoritaria o nula y, cuando se cuestiona, sus responsables recurren a una visión meritocrática falaz, en lugar de combatir desde dentro los privilegios masculinos –que los han llevado a cooptar los espacios por el simple hecho de ser autores hombres, buenos o malos– o de trabajar para ajustar esa desigualdad histórica que ha condenado a las mujeres a un lugar de subalternidad y silencio.

Como escritoras, escritores y personas vinculadas con el quehacer editorial, no podemos guardar silencio ni frente a la invisibilización de las autoras ni frente al acoso y abuso sexual que también son parte del statu quo de las letras, como ha revelado el reciente #MeTooEscritoresMéxicanos.”

El primer premio del evento está dotado con una cantidad de 109.000 dólares y cuenta con patrocinadores como la propia Cátedra Vargas Llosa, la Universidad de Guadalajara, la entidad bancaria Santander o Acción Cultural Española y el tema principal gira en torno a la relación existente entre la literatura y la migración. Los finalistas tendrán la oportunidad de reflexionar, debatir y compartir opiniones sobre la capacidad de transformación que en la actualidad tiene la literatura en todos los fenómenos que durante las últimas décadas están surgiendo a nivel global. 

En base a todo lo desarrollado a lo largo de este artículo, resulta irónico cómo el sistema patriarcal se retuerce de forma abigarrada para encontrar fenómenos que rozan la ironía y ponen sobre la palestra situaciones como las que en estos días van a vivirse en la ciudad mexicana. El feminismo se representa pues como una forma de allanar el terreno a las mujeres en la capacidad de hacerse partícipes de fenómenos no sólo culturales como difusión, sino que la propia cultura es una forma de general economía e industria y es ahí también donde se hace necesario abrir campos y caminos profesionales para el desarrollo sociolaboral femenino.

¿Tienen género los cuidados?

Cuidar no es más natural para las mujeres, lo hacen por el privilegio de los hombres» Joan Tronto, politóloga feminista, aboga por erradicar el rol exclusivo del cuidado a las mujeres.

A lo largo de su vida, toda mujer escucha innumerables veces que la capacidad para el cuidado es una virtud del género femenino y el estigma de esta constante llega a sobrepasar hasta el punto de que las personas acaban creyéndoselo. Esta diatriba, a priori, puede permanecer en la estereotipación de la mujer en una parte sumamente importante de la vida: la atención a otras personas. 

La privación y la vulneración de los hombres respecto al deber y el derecho de participar en los cuidados, los lleva, en muchas ocasiones, a desaparecer dentro del ámbito de la asistencia humana, algo que conlleva también una fuerte e inevitable despersonalización de la misma, ligando su vida a la dicotomía empleo-salario y olvidando partes tan importantes de la condición humana como son el disfrute de la crianza de hijas e hijos, la atención a familiares o amigos en situación de dependencia, así como la pérdida de una relación cercana con las personas mayores de su entorno.

El quid de la cuestión obtiene respuesta en las teorías feministas sobre la economía y su relación con los cuidados y el trabajo femenino, añadiendo una perspectiva feminista y poniendo en la palestra social, política y económica. Se ha de partir de la base de la existencia de una desigualdad primitiva que contamina todas las estructuras de poder y que atañe a la totalidad de las esferas vitales, haciendo aún más mella en el ámbito sociolaboral.

Es por todo lo anterior por lo que se cae en el error de adjudicar a principios biológicos en lugar de a constructos culturales la capacidad o incapacidad femenina y masculina para poder ejercer de la mejor manera los cuidados a lo largo de la vida y son las estructuras creadas por el sistema patriarcal la que atribuye cada uno de los roles. Evidentemente es la cultura la que perfila y crea estos arquetipos y, por tanto, como la cultura está construida por cada rama que la compone (prejuicios, aprendizajes, modos de vida…) ésta viene a representar y condicionar las aspiraciones y discursos de una parte de la sociedad.

El patriarcado, el que construye la sociedad y por ende la cultura ha articulado un sistema de valores que generación tras generación ha ido transmitiendo tanto a través de un sistema verbal como no verbal que divide de forma binaria a la sociedad, atribuyendo una serie de labores, valores y atribuciones propias de hombres y de mujeres y son éstas las que condicionan la vida, el empleo y las capacidades de cada género. Dentro de esta dicotomía se incluye la idea de que los cuidados forman parte de la naturaleza de las mujeres, pero como se ha advertido con anterioridad, las mujeres no dedican más tiempo a los cuidados porque sea algo intrínseco a su naturaleza sino porque la cultural patriarcal le ha atribuido este rol.

Es importante destacar que uno de los problemas fundamentales estriba en el ideal de mujer que se ha elaborado desde el patriarcado y que, además, hace de la excepción a aquellas mujeres que han llegado a desempeñar labores, trabajos o posiciones que tradicionalmente estaban preestablecidos a ser ejercidos por el género masculino, pero esta situación dista mucho de alcanzar la igualdad en ningún sentido, menos en el aspecto laboral o económico.

Para cerrar todo este círculo, es sumamente importante recalcar la necesidad de la emancipación económica femenina si lo que se busca es realmente una sociedad igualitaria y feminista. Aspectos como la renta básica universal, el subsidio por cuidados o la dignificación y profesionalización de profesiones tales como las personas Técnicas en Atención a Personas en Situación de Dependencia o las Técnicas de Educación Infantil forman parte de contribuir al desarrollo de la labor de cuidados que, por una parte, mejore la situación sociolaboral de tantas mujeres y equiparen y hagan atractivos los cuidados para el sector masculino. Por otra parte es totalmente necesario combinar lo anterior con medidas que ayuden a la conciliación y la corresponsabilidad real, así como a un uso y disfrute paritario del tiempo de ocio, de ocupación y de trabajo.

Nuevos retos para le economía feminista

«Yo no deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas«. Mary Wollstonecraft, filósofa y escritora inglesa del siglo XVIII.

Durante las últimas décadas el rol femenino respecto a la participación en la economía ha cambiado sustancialmente, en la actualidad las mujeres son agricultoras, trabajadoras en la industria, científicas, ingenieras, investigadoras o programadoras web y realizan numerosos trabajos que hace unos años no tenían ni siquiera un nombre en género femenino.

El trabajo femenino tiene una fuerza indiscutible en la economía mundial, desde la industria al sector primario, el trabajo doméstico, el sector servicios y las ventas, las trabajadoras migrantes o aquellos oficios no remunerados pero tan necesarios como aquellos relacionados con los cuidados. A pesar de lo anterior siguen existiendo tremendos hándicaps para poder desarrollar verdaderamente un mercado laboral feminista que asegura una igualdad real de acceso al empleo para todas las personas y sin que la condición género sea un impacto negativo en las mujeres.

La actual situación económica mundial, europea y española obliga a la necesidad de crear un entorno adecuado para conseguir llegar a una participación igualitaria y total en todas las esferas laborales. Entre estas medidas la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing que fue configurada y ratificada por los Estados miembros en 1995, comenzó a dar visibilidad a los problemas acarreados entre mujeres y economía como uno de sus puntos clave. Entre los puntos clave que los 189 gobiernos consensuaron en llevar a la práctica, pueden platearse los siguientes objetivos específicos que persiguen implementar el papel de las mujeres en el desarrollo de la economía mundial:

  • Eliminar todos los obstáculos que dificultan la participación activa de la mujer en todas las esferas de la vida pública y privada. Esto implica realizar políticas de corresponbilidad en el hogar, igualdad real en el acceso al trabajo y una tranformación del desarrollo sostenible basado en el principio de igualdad de mujeres y hombres.
  • Promover y proteger el pleno disfrute de todos los derechos humanos y las libertades fundamentales de todas las mujeres a lo largo de su vida, entre ellos el derecho al trabajo, vivienda e independencia.
  • Reconocer y difundir que algunas mujeres enfrentan barreras especiales que obstaculizan su participación plena y en pie de igualdad en la sociedad, siendo al acceso a una economía digna y sostenible uno de los pilares y trabas de esta desigualdad.
  • Incluir el principio de la igualdad para todas las personas a través de un crecimiento económico amplio y sostenido en el contexto del desarrollo sostenible para sustentar el desarrollo social y la justicia social. 
  • Proveer de recursos financieros para fortalecer la capacidad de las instituciones nacionales, subregionales, regionales e internacionales para luchar por la igualdad de derechos, responsabilidades y oportunidades.

Veinticinco años han pasado desde los compromisos y objetivos de esta cumbre de referencia, sin embargo, en la actualidad, los derechos económicos de la mujer siguen en boga de las teorías económicas feministas en especial aquellas que se relacionan con los derechos económicos femeninos, el fomento de una economía igualitaria y sostenible y, sobre todo, la desmesurada diferencia en cuanto a la pobreza y la falta de derechos en el trabajo de la tierra. El acceso a la educación es otro pilar fundamental como fuente de igualdad social, en especial a la formación secundaria y universitaria.

Por último se hace necesaria una renovación y actualización del compromiso, acordando políticas mundiales que vayan de la mano en cuanto a lo económico y social, asegurando un desarrollo sostenible e integrando nuevas corrientes que en la actualidad cobran auge entre las nuevas generaciones como el ecofeminismo y los movimientos verdes capitaneados por mujeres. La renovación y actualización de estos retos serán el brazo precursor de la igualdad de género en la esfera económica y ello dará sus frutos en el bienestar de la población mundial en comunidades y hogares, huyendo de la polarización norte-sur e integrando los aspectos positivos que supone el desarrollo de una economía global y mundial.