CONCEPTUALIZAR ES POLITIZAR

Celia Amorós, la afamada pensadora ha popularizado su frase “conceptualizar es politizar”, lo cual implica “pasar de la anécdota a la categoría” para visibilizar un fenómeno, darle nombre, hacerlo presente en la realidad y así, poder trabajar sobre él (puede consultarse la siguiente liga donde en una conferencia lo explica ella misma mediante el ejemplo de la violencia ejercida hacia las mujeres: http://www.youtube.com/watch?v=v_xOnIGkTQ8).

El patriarcado es una creación histórica elaborada por hombres y mujeres en un proceso que tardó casi 2500 años en completarse.

Podríamos definir patriarcado como “Organización social primitiva en que la autoridad es ejercida por un varón jefe de cada familia, extendiéndose este poder a los parientes aún lejanos de un mismo linaje” (Diccionario de la Real Academia de la Lengua, 1992:1549).

Tal y como recoge Gerda Lenner en su obra La creación del patriarcado, la primera forma de patriarcado apareció en el estado arcaico. La unidad básica de su organización era la familia patriarcal. Esto implicaba que, las funciones y actitudes que se consideraban adecuadas para casa sexo, venían indicadas por los valores, las costumbres y las leyes, así como con los roles sociales.

Las mujeres, sus capacidades, su trabajo y su sexualidad, se convirtieron en una mercancía, incluso antes de la creación de la civilización occidental. Intercambiaban a las mujeres en las tribus, este hecho fue provocado por el desarrollo de la agricultura durante el periodo neolítico.

El colectivo masculino poseía ciertos derechos sobre las mujeres, cosa que no ocurría en sentido contrario. Los hombres adquirían a las mujeres como un recurso, como si de una propiedad de tierra se tratase. El proceso era el siguiente: compraban o intercambiaban a las mujeres en beneficio de la familia, seguidamente las conquistarían o las comprarían como esclavas, entrando también en juego el uso y disfrute sexual y, sus descendientes, pasarían a ser propiedad de sus amos.

Podríamos decir que, el patriarcado invisibiliza a las mujeres. Les roba espacios y tiempos propios, les deniega toda responsabilidad que no esté relacionada con las acciones que él mismo considera que les “son propias por naturaleza”. Uno de los primeros ejemplos históricos lo encontramos en la Grecia clásica. Desde Aristóteles se define una noción de lo humano que se ha asentado como natural. Aristóteles define esta concepción como una opción particular para la existencia humana orientada por una voluntad de dominio expansivo sobre bases racistas y sexistas. Se ordena lo público y lo privado de la vida social, vinculando a la mujer a este último espacio, para supeditarla y olvidarla, para arrancarle cualquier conexión con la verdad, anexa siempre a principios abstractos y masculinos (Moreno, 1988: 16-24).

A la mujer se le priva del espacio, lo que me hace recrodar aa Virginia Woolf y los problemas que planteaba ante la falta de espacios: la mujer no dispone de una habitación propia donde crear, viajar y vivir sin ninguna tutela; carece de un espacio donde llevar a cabo el deseo humano de ser autónoma, en un mundo que le pertenece tanto como al hombre (Forrester, 1977: 69). Y es la propia Virginia Woolf la que en Tres guineas denuncia la discriminación que padece la mujer a todos los niveles. El patriarcado se nos muestra como una revelación absolutamente incuestionable, que alcanza a todos los espacios de la vida (Simón, 1999: 19), que subyuga y discrimina a las mujeres en todos los planos.

Esta es la razón de que el movimiento feminista haya puesto el acento de sus actuaciones en la construcción de alternativas y en la reivindicación crítica del papel realizado por las mujeres en la sociedad.

¿Aún queda mucho camino por recorrer?, ¿En qué punto nos encontramos?

REFERENCIAS:

Lenner, Gerda (1986): La creación del patriarcado, Pamplona: Katakrak.

PULEO, Alicia H., El feminismo radical de los setenta: Kate MILLETT.

Ranea Triviño, Beatriz. Feminismos. Antología de textos feministas para uso de la generaciones más jóvenes y las que no lo son tanto. Madrid: Catarata, 2019. 

Estado del bienestar y trabajo doméstico

Decía Paracelso, médico suizo del siglo XV, que «quienes se imaginan que todos los frutos maduran al mismo tiempo que las fresas, no saben nada de las uvas».

Esta metáfora hace referencia a lo que les ocurrió a los economistas durante mucho tiempo. Se daba por hecho que solo el trabajo remunerado era trabajo, por lo que el trabajo doméstico no era considerado como tal. Por este motivo, el objetivo de la economía feminista es hacer visible lo que, a lo largo de los años la economía ha tenido oculto: el trabajo familiar doméstico y sus relaciones.

La división sexual del trabajo no sólo diferencia las tareas que hacen hombres o mujeres, además, confiere o quita prestigio a esas tareas y también crea desigualdades en las recompensas económicas que se obtienen. Cuando las mismas ocupaciones están realizadas por mujeres, son consideradas menos importantes. El prestigio se otorga al ser una actividad masculina, no por la actividad en sí misma.

La mayor parte del trabajo invisible desarrollado por las mujeres está constituido por las labores domésticas. El Instituto de la Mujer realiza, desde 1993, encuestas sobre los usos del tiempo. Tanto en 1993 como en 2001, las mujeres dedicaban más tiempo que los hombres al trabajo de la casa, mientras que éstos consagraban más horas al estudio, a sus empleos y al tiempo libre. En 1993, las mujeres destinaban 5 horas y 28 minutos diarios más que los hombres a las tareas domésticas; en 2001, las mujeres aún trabajaban en casa 4 horas y 12 minutos diariamente más que los varones. Estos datos dejan en evidencia sobre quiénes recae el trabajo doméstico.

El feminismo comenzó a debatir sobre el trabajo doméstico en los años setenta,  analizándolo en relación al trabajo remunerado. Si se quería otorgar reconocimiento al trabajo doméstico había que demostrar que era una actividad análoga al trabajo de mercado.

Las mujeres empezaron a acceder al mercado laboral, pero los hombres no compartían las tareas del hogar ni del cuidado.

Fue cuando el feminismo diferenció entre las uvas y las fresas: las actividades realizadas en el hogar tienen un valor que la sociedad capitalista patriarcal desde siempre había ignorado.

El trabajo doméstico invisible, que va desde organizar los horarios de la familia hasta estar pendientes de las necesidades emocionales de los hijos, sigue recayendo mayoritariamente en las mujeres y eso deteriora tanto su bienestar como su salud mental.

Según un estudio realizado por Lucia Ciciolla, profesora asistente de Psicología de la Universidad Estatal de Oklahoma (EEUU) y autora del estudio publicado en la revista “Sex Roles”, Casi 9 de cada 10 mujeres  sienten que son las únicas responsables de organizar los horarios de la familia, un porcentaje alto dado que un 65 % de las encuestadas tenían un empleo. Por otro lado, 7 de cada 10 revelan que también eran responsables de otras áreas de las rutinas familiares, como la asignación de tareas domésticas.

“Ser capaces de abordar las desigualdades en el trabajo invisible” puede permitir crear hogares más funcionales y “ahorrar gimnasia mental a las mujeres para que encuentren espacio y tiempo para cuidarse a sí mismas” (Ciciolla, 2019).

REFERENCIAS:

CARRASCO, Cristina (ed.), Mujeres y economía. Nuevas perspectivas para viejos y nuevos problemas, Icaria, 2.a ed., Barcelona, 2003.

MARÍN, Gloria, «Ética de la justicia, ética del cuidado», 1993, http://www.nodo50.org/doneselx/ética.htm.

MEAD, Margaret, Sex and Temperament in Three Primitive Societies, 1963, citado en MOLINA, Cristina, Feminismo es… y será. Jornadas Feministas Córdoba 2000. Ponencias, mesas redondas y exposiciones, Asamblea de Mujeres de Córdoba Hierbabuena, Universidad de Córdoba, 2001, pág. 115.

Valera, N. (2005). Feminismo para principiantes. Edición actualizada. Barcelona: Penguin Random House Grupo Editorial.

DE LA FORMALIDAD DE UN PLAN DE IGUALDAD A LA REALIDAD

¿QUÉ ES UN PLAN DE IGUALDAD? Podríamos definir Plan de Igualdad como  un conjunto de medidas que se establecen en una empresa para garantizar que trabajadoras y trabajadores participan por igual en la formación, promoción y otras prácticas de la empresa; así como para equilibrar la presencia de mujeres y hombres en el conjunto de la plantilla y, especialmente, en los puestos de trabajo donde existe escaso número de mujeres.

La igualdad de trato y oportunidades es un derecho reconocido en la Ley orgánica 3/2007, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres.

¿QUÉ EMPRESAS TIENEN QUE ELABORAR UN PLAN DE IGUALDAD? Aunque todas las empresas pueden elaborar un plan de igualdad, para cumplir la finalidad de lograr la igualdad entre mujeres y hombres en el ámbito laboral el RDL 6/2019 modificó la regulación de los planes de igualdad en las empresas. Se incluía la ampliación de la obligación de implantar planes de igualdad para las empresas a partir de 50 trabajadores (antes más de 250 trabajadores). Dicha obligación se estableció de forma escalonada según el tamaño de la empresa.

De esta forma, en aplicación de esta normativa transitoria, desde el 7-3-2020 es obligatorio que las empresas de 151 a 250 trabajadores cuenten con planes de igualdad  según en la siguiente escala:

  • Las empresas de 101 a 150 trabajadores: deberán contar con planes de igualdad a partir del 7-3-2021;
  • Por otro lado, las empresas de 50 a 100 trabajadores: deberán contar con planes de igualdad a partir del​ 7-3-2022.

El contenido mínimo del Plan de Igualdad, depende de los resultados obtenidos en el diagnóstico previo de situación. Desde el 8-3-2019 es obligatorio que este diagnóstico, al menos, contenga las siguientes materias:

  • Proceso de selección y contratación.
  • Clasificación profesional.
  • Formación.
  • Promoción profesional.
  • Condiciones de trabajo, incluida la auditoría salarial entre mujeres y hombres.
  • Ejercicio corresponsable de los derechos de conciliación de la vida personal, familiar y laboral.
  • Infrarrepresentación femenina.
  • Retribuciones y prevención del acoso sexual y por razón de sexo.

El incumplimiento de la obligación de la puesta en práctica por parte de las empresas del plan de igualdad, constituye una infracción ​grave sancionada con multa de 626 a 6.250 €.

¿SE PLASMA LO QUE SE DICE EN EL PLAN DE IGUALDAD EN LA READLIDAD?

            Es un hecho que las mujeres sufren discriminación laboral. A pesar de los avances, de la obligatoriedad de llevar a cabo planes de igualdad y, por supuesto, ponerlos en práctica, de estar incluso a veces mejor preparadas, siguen existiendo desigualdades en el mercado laboral entre hombre y mujeres.

Según un estudio realizado por el centro de estudios de economía aplicada (FEDEA), podemos analizar diez datos que corroboran dicha discriminación.

  1. «Las mujeres en España tienen más años de educación formal que los hombres. En 2015 aproximadamente el 43% de las mujeres en el mercado de trabajo español habían terminado estudios universitarios frente a un 36% en el caso de los hombres».
  2. En España hay 1.642.000 mujeres menos que están trabajando que los hombres, según datos de la última Encuesta de Población Activa (EPA) elaborada por el INE.
  3.  La brecha entre el paro masculino y femenino está volviendo a crecer con la recuperación económica.
  4.  La tasa de parcialidad no deseada, conocido como subempleo, son especialmente elevadas entre las mujeres. El 57% de las trabajadoras está ocupada a tiempo parcial porque no ha logrado encontrar un trabajo a jornada completa.
  5. La brecha de la participación laboral en España no mejora con independencia de la edad de los hijos porque se produce una desconexión del mundo laboral después de la maternidad.
  6. «Cuanto más desigual es la distribución de tareas domésticas dentro del hogar, mayor es la brecha de género en la participación laboral», señala el informe.
  7. Las mujeres cobran de media por hora un 20% menos que los hombres, según el estudio.
  8. «Un mayor porcentaje de mujeres que de hombres están sobrecualificadas para el puesto que ocupan», explica el informe.
  9. «Existe un preocupante estancamiento en el porcentaje de mujeres que ocupan la categoría de manager (por debajo del 30% en las últimas décadas», sostiene el documento.
  10. Solo el 17% de las consejeras de las grandes empresas son mujeres, una tasa muy por debajo de la media europea.

WEBGRAFIA:

https://elderecho.com/entrada-vigor-la-obligacion-establecer-planes-igualdad-las-empresas-mas-150-trabajadores

https://elpais.com/economia/2016/10/24/actualidad/1477310236_972254.html