Impacto laboral de la crisis del Coronavirus y sus diferencias entre mujeres y hombres.

Desde el comienzo de la crisis del coronavirus, se ha intentado usar la pandemia como un  argumento más de ataque al feminismo. La celebración de las manifestaciones de 8M ha sido catalogada como “un foco de contagio”. Sin embargo, muchos fueron los eventos celebrados días antes del decreto del estado de alarma sin que hayan aludido a ellos como focos de propagación del virus en la misma medida, ni se haya criticado en la misma forma al Gobierno por permitir celebrarlos.

Esta manipulación del discurso contra el movimiento feminista no es novedad, especialmente desde la  llegada de la denominada “cuarta ola del feminismo”. Durante esta crisis tan significativa como la que estamos viviendo con la COVID 19 , poco se esta analizando las repercusiones de género que esta pandemia tendrá en nuestra sociedad a medio y largo plazo.

Es importante mencionar lo relevante que es la falta de incorporación de la perspectiva de genero en el análisis del impacto que esta crisis esta teniendo en las mujeres en diversos ámbitos, muy en especial en el laboral.

En comparación con crisis económicas y recesiones anteriores, que afectaron a la empleabilidad de hombres con más fuerza que al empleo de las mujeres, esta nueva crisis económica generada por la COVID 19 y la caída del empleo relacionada con las medidas de distanciamiento social, tienen un mayor impacto en los sectores con altas tasas de empleo femenino, como es el sector servicios (restauración, hostelería, educación, el ámbito artístico, cultural y de ocio).

Otras de las medidas que se han tomado durante la pandemia, como el cierre de centro educativos y escuelas, genera también un gran impacto en el equilibrio y conciliación entre la vida familiar y laboral. A pesar de que las mujeres han estado mejor posicionadas para trasladar su empleo al “teletrabajo”, han visto aumentada su carga de trabajo al asumir también las labores de cuidado de menores, en su apoyo en el estudio. Esto, junto con el teletrabajo y el trabajo en casa, hace que las mujeres se encuentren sobresaturadas.

La anhelada conciliación familiar y laboral se ve plenamente como algo que está en la mesa, pero no hay quien se atreva a debatirlo, mucho menos en tiempos de COVID 19.

Ha sido, como lo mencionaba antes, la división sexual del trabajo la que ha legitimado la separación de espacios como los falsos discursos dicotómicos, dando lugar a los antagonismos sexualizados entre los ámbitos público y privado.

El ámbito publico, totalmente masculinizado, dedicado a la producción de bienes, tradicionalmente atribuido a los hombre (cuando todos sabemos que hoy en día, esto ya no es así) y el ámbito privado (arcaicamente feminizado), dedicado a las tareas de reproducción y cuidado de la familia y de la casa, tradicionalmente atribuido a las mujeres, provoca, por tanto, invisibilidad a su problemática. En este momento esa división queda diluida en muchos hogares, como otra fatídica consecuencia de la formula entre confinamiento y teletrabajo.

Bibliografia

Redacción La Vanguardia  (2020) Las mujeres con menores que teletrabajan soportan la mayor parte del estrés del confinamiento. https://www.lavanguardia.com/vida/20200504/48962995216/mujeres-teletrabajo-estres-confinamiento-estudio-coronavirus.html

Instituto de la mujer y para la igualdad de oportunidades  (2012) Usos del tiempo. http://www.inmujer.gob.es/MujerCifras/Conciliacion/UsosdelTiempo.htm

Urbanismo feminista para construir ciudades que cuiden la vida.

El análisis de género sobre el urbanismo nos revela que las ciudades están planificadas desde la óptica de la productividad, orientadas al trabajo remunerado y al consumo. El diseño de los espacios urbanos sigue la misma lógica que el sistema capitalista de la división sexual del trabajo, separando la esfera pública o productiva, ocupada por los hombres, de la esfera privada o reproductiva, destinada a las mujeres; espacios en los que se priorizan las actividades de producción, olvidando e invisibilizando las tareas de reproducción. Así como ocurre en el mercado de trabajo, en las ciudades los cuidados están invisibilizados, se quedan en casa, las calles son para los desplazamientos a los lugares de trabajo, principalmente en coche, y para facilitar los negocios. Las ciudades actuales están pensadas desde un punto de vista androcéntrico, tomando al hombre como modelo, ese sujeto económico del que nos habla Amaia Pérez Orozco: el BBVAh (blanco, burgués, varón, adulto, heterosexual) y sin diversidad funcional. Un sujeto privilegiado que se constituye como lo hegemónico, como la normalidad, tanto en la economía como en el urbanismo. Las ciudades se diseñan para satisfacer sus necesidades.

Quiero compartir las aportaciones que hace en este sentido Blanca Valdivia en su artículo Del urbanismo androcéntrico a la ciudad cuidadora (2018), en el que aborda cómo se ha ido construyendo la concepción social del espacio público como espacio ajeno e inapropiado para las mujeres, del que han sido excluidas. Señala la autora que esta exclusión de las mujeres del ámbito público tiene su origen en la Revolución Industrial, en la que también se comienza a identificar a las mujeres con las actividades de cuidados, actividades que se llevaban a cabo exclusivamente en el espacio doméstico. A partir de esta división sexual de los trabajos, enmarcada en el sistema social patriarcal, comienzan a conformarse las ciudades. Como consecuencia, los espacios se han configurado históricamente desde la dicotomía público-privado, priorizando las experiencias y necesidades masculinas, y obviando la satisfacción de las necesidades vinculadas con la esfera reproductiva. Una concepción de los espacios que ha invisibilizado la participación de las mujeres en esfera pública y sus contribuciones a la económica, la política y la cultura.

Uno de los aspectos fundamentales que señala Valdivia es la necesidad de responsabilizarnos socialmente de los cuidados y colocarlos en un lugar central en nuestra sociedad, revirtiendo la posición marginal que tienen socialmente. Para ello es imprescindible cambiar la concepción de los espacios de la ciudad y reconfigurarlos, así como los tiempos, pensándolos para poder desarrollar todas las actividades de cuidados.

En este línea de cambiar los parámetros sociales que valoran más las actividades productivas que las reproductivas se enfoca el urbanismo feminista. Su objetivo es transformar el modelo de ciudad, rompiendo con la visión androcéntrica y neoliberal sobre la que están construidas nuestras ciudades y diseñar una planificación urbana que responda también a las necesidades derivadas de la esfera reproductiva, poniendo en valor los cuidados. Esta visión feminista del urbanismo “reivindica la importancia social de los cuidados sin que esto signifique encasillar a las mujeres en el rol de cuidadoras, sino asumiendo que todas las personas somos dependientes unas de otras y del entorno y que, por lo tanto, los cuidados deben ser una responsabilidad colectiva”(Valdivia, 2018).

Desde la cooperativa de urbanistas feministas Col·lectiu punt 6, de la que forma parte Blanca Valdivia, buscan la transformación de las ciudades para mejorar la cotidianidad de las personas, anteponiendo la vida y los cuidados al sistema productivo. Desde una perspectiva interseccional, en la que la diversidad de género se entrecruza con tras variables como la edad, el origen, la identidad sexual, el tipo de unidad de convivencia, la diversidad funcional, etc., analizan cómo los roles de género influyen y tienen implicaciones directas en las decisiones urbanas y cómo las diferentes posiciones de poder influyen en el uso y la configuración de los espacios. Sus propuestas parten de la necesidad de repensar los espacios y apropiarse de los mismos para convertirlos en espacios de participación comunitaria, lugares y tiempo en los que encontrarse para crear redes de apoyo mutuo. Sus propuestas abogan por poner la vida de las personas en el centro de las decisiones urbanas.

Os dejo con una frase de Adriana Ciocoletto, integrante del Col·lectiu punt 6, y coautora junto a Blanca Valdivia del libro Urbanismo feminista, por una transformación radical de los espacios de vida (Virus Editorial, 2019).

“El urbanismo feminista pretende transformarlo todo radicalmente… El urbanismo feminista va al lado y de la mano de la economía feminista.”

Fuentes consultadas:

– Col·lectiu Punt 6 (2016, julio 30). ¿Qué es el urbanismo feminista? [Vídeo]. Recuperado de https://youtu.be/dI4TOCPMMBA

– Regadas, Leire (2020, marzo 8). El urbanismo feminista pretende transformarlo todo radicalmente. El Salto. Recuperado de https://www.elsaltodiario.com/urbanismo/feminista-adriana-ciocoletto-blanca-valdiviafeminista-pretende-transformar-todo-radicalmente

– Valdivia, Blanca (2018). Del urbanismo androcéntrico a la ciudad cuidadora. Hábitat y Sociedad (issn 2173-125X), n.o 11, noviembre de 2018, pp. 65-84. http://dx.doi.org/10.12795/HabitatySociedad.2018.i11.05

Pero, si ya tenemos leyes de igualdad, ¿por qué se sigue reproduciendo la división sexual del trabajo?

En las últimas décadas, hemos asistido a una transformación social y política muy importante en materia de igualdad de género. Sin embargo, no es raro escuchar en los espacios feministas que dicho suceso no se corresponde con la consecución de una igualdad sólida, real y efectiva.  Si bien es cierto que la lucha feminista ha conseguido transformar el marco jurídico y administrativo en uno más igualitario, esto no ha supuesto (ni ha ido acompañado) de todos los cambios culturales necesarios para que dicha igualdad sea efectiva en la sociedad.

Así, si bien las mujeres hemos accedido progresivamente al mercado laboral en los últimos años; se sigue reproduciendo la tendencia hacia una división sexual del trabajo, unos contratos más precarios y salarios más bajos. Pero, ¿Por qué? ¿Cómo es posible que se siga reproduciendo la segregación ocupacional? ¿Cómo es posible que sigamos firmando los contratos más precarios? ¿Cómo es posible que se siga “pegando el suelo” y que sigamos atrapadas bajo el “techo de cristal”?

Trataremos de dar respuesta a estas preguntas a través del concepto de violencia simbólica (Bourdieu, 2000), el mito de la libre elección (De Miguel, 2015)  y de los planteamientos de la Economía Feminista.

Lo invisible de la violencia: Del patriarcado de la coacción, al patriarcado del consentimiento.

Para Bourdieu (2000), la violencia simbólica es una: “violencia amortiguada, insensible e invisible para su propias víctimas, que se ejerce esencialmente a través de los caminos puramente simbólicos de la comunicación y del conocimiento o, más exactamente, del desconocimiento, del reconocimiento o, en último término, del sentimiento” y que se apoya en relaciones de “dominación masculina”.

La violencia simbólica no necesita justificaciones; es el fruto de un proceso histórico, de reproducción social, en el que colaboran diversos agentes sociales (familia, escuela, medios de comunicación, estado, iglesia) e individuales (dominadores y dominadas). La violencia simbólica es una violencia suave, invisible, que se erige sobre el consentimiento del dominado, que la interioriza como natural  pues las únicas – o las de más fácil acceso- herramientas de las que dispone para analizar su realidad social son las herramientas del dominador (Varela, 2013).

Kate Millet, autora de Política sexual, también hablaba de esto ya en 1969: “No estamos acostumbrados a asociar el patriarcado con la fuerza. Su sistema socializador es tan perfecto, la aceptación general de sus valores tan firme y su historia en la sociedad humana tan larga y universal, que apenas necesita el respaldo de la violencia” y aún así, continúa: “al igual que otras ideologías dominantes, tales como el racismo y el colonialismo, la sociedad patriarcal ejercería un control insuficiente, e incluso ineficaz, de no contar con el apoyo de la fuerza, que no solo constituye una medida de emergencia, sino también un instrumento de intimidación constante”.

Es en este sentido, en el que Ana de Miguel (2015) conceptualiza el término de “el mito de la libre elección”. De Miguel apunta que existe toda una suerte de estructuras sociales muy ancladas en la raíz de la sociedad, que nos llevan, de alguna manera, a reproducir continuamente las desigualdades de género. Hemos pasado de un patriarcado de la coacción a un patriarcado de consentimiento, de tal manera que la propia naturalización de la desigualdad social nos hace ciegas ante el encarcelamiento de muchas de nuestras elecciones, y por tanto, a la propia reproducción de la desigualdad.

De homos economicus y mujeres que cuidan sin contar:

El acceso masivo de las mujeres a la educación superior y al mercado laboral, entre los 80 y 90, no fue fruto de un fuerte desarrollo del Estado de Bienestar, o consecuencia de una multitud de hombres reclamando su espacio en la esfera reproductiva y de cuidados; sino, más bien, gracias a la asunción y la conquista de la hegemonía de ciertos valores feministas, y a una “huelga de natalidad” y de cuidados, encabezada por mujeres (De Miguel, 2015).

Teniendo esto en cuenta, es lógico pensar que la vida de las mujeres aparece atravesada por dobles jornadas y multitud contradicciones.  Las economistas feministas hablan de que estamos ante una crisis de cuidados, pues el acceso masivo de las mujeres en el ámbito laboral ha puesto de manifiesto y ha hecho visible toda la cantidad de trabajo que no está siendo contabilizado en la economía capitalista y que es indispensable para que la sociedad funcione.

Si pretendemos indagar en las causas por las cuales siguen existiendo diferencias en el acceso a los ámbitos de dirección, a puestos más estables y con contratos a tiempo completo, no podemos obviar esta mirada feminista de la economía. Pues, el hecho de que las mujeres sigan ocupando los contratos más precarios, menos estables pero también más flexibles en cuanto al horario laboral, puede tener relación con que, todavía hoy, las mujeres siguen soportando la mayor carga en el ámbito reproductivo, de cuidado. Es decir, las mujeres están realizando una cantidad incontable de trabajo, que es ignorado por las visiones androcéntricas de la economía. Un trabajo que no está remunerado, que carece de derechos laborales y que no sólo no puntúa en el currículum profesional, si no que obstaculiza el desarrollo profesional (Pérez-Orozco, 2006).

Resumiendo, que es gerundio

Haciendo un esfuerzo de síntesis entre estas tres visiones, podemos resumir que existe todo un entramado ideológico, social y económico que reproduce y perpetúa la desigualdad de género a través de formas sutiles e imperceptibles. Una violencia simbólica que construye relatos vitales, cosmovisiones del mundo y el sentido común. Una violencia que se perpetúa por la complicidad y el consentimiento, subconscientes, de dominadores y dominadas; y legitimado por el discurso de la libre elección. Una violencia que invisibiliza una parte indispensable de la economía, cuyo mayor peso recae sobre las mujeres, y sin el cual no sería posible la vida. Más allá del marco legislativo, hay todo un entramado cultural que sigue reproduciendo la diferencia sexual a todos los niveles.

El camino es largo, pero está allanado por el paso de las luchas, de los cuidados y de las resistencias cotidianas de las que nos precedieron. Y, además, cada vez somos más a este lado del camino. Como cantábamos al unísono el pasado 8 de marzo: “hombro con hombro, unas con otras, nos vamos a liberar”.  

 

REFERENCIAS: 

Bourdieu, P. (2000). La dominación masculina. Editorial Anagrama, Barcelona.

De Miguel, A. (2015) Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección. Editorial Cátedra, Madrid.

Ezquerra, S. (2011). Crisis de los cuidados y crisis sistémica: la reproducción como pilar de la economía llamada real. Investigaciones feministas, 2(0).

Millet, K. (1995). Política sexual. Cátedra, Universidad de Valencia.

Orozco, A. P. (2006). Amenaza tormenta: la crisis de los cuidados y la reorganización del sistema económico. Revista de economía crítica, 5, 7-37.

Pessolano, D. (2016). Economía de la vida. Aportes de estudios feministas y de género. Polis. Revista Latinoamericana, (45).

Varela, N. (23 de Julio de 2013). Violencia simbólica. Recuperado de http://nuriavarela.com/violencia-simbolica/