¿Quiénes son las personas que realmente tienen que lidiar con la conciliación? ¿Va más allá del ámbito familiar?

Las políticas de conciliación son siempre objeto de debate en los diferentes convenios de trabajo, aunque siempre se enfocan más al sector femenino o, mejor dicho, feminizado que al masculino o masculinizado. Esto se hace, en mi opinión, porque se entiende que son las mujeres las que tienen que lidiar y conciliar la vida laboral con la vida familiar, se da por hecho que son ellas quienes tiene que organizar su tiempo y su vida laboral para conciliar y lidiar con ambas cosas, liberando así, en gran medida, a los hombres de dicha responsabilidad que parecía que sería compartida.

La conciliación se presupone como algo extralaboral, pues se entiendo como que está fuera del horario laboral y que es algo ajeno a la empresa, algo que se tiene que gestionar aparte. La conciliación es una manera de ofrecer igualdad de oportunidades a hombres y mujeres.

La precariedad y la inestabilidad del mercado laboral hacen que el salario y el mantenimiento del puesto de trabajo, es decir, el mal momento laboral que se vive, es lo que hace que la conciliación y sus políticas pasen a un segundo plano. A su vez, cuando se abarca se hace de manera genérica, no de manera específica ni concreta, no se aborda ni se entiende como problemática social, individual o laboral.

Por otro lado, siempre se entiende la conciliación se asocia siempre a poder compaginar el ámbito laboral con el ámbito familiar, pero no es sólo eso, pues también tenemos dimensiones sociales e individuales, como se indica anteriormente, que siempre se dejan olvidadas en las negociaciones colectivas de los convenios empresariales.

Una las razones por las que la conciliación familiar, en concreto, no se aborde de manera específica y articulada en los convenios laborales puede ser debido a la falta de mujeres en los sindicatos y en las mesas de negociaciones de las empresas, por lo que este tipo de medidas se ven mermadas debido a la falta de representatividad que existe. Es evidente que la mayoría de los problemas de conciliación lo sufren las mujeres y si son los hombres quienes ponen las medidas no serán medidas reales pues ellos no son perceptores reales de dicho problema. Algunos países proponen como alternativas prácticas como el empleo a jornada parcial para tener la manera de estar presente en el trabajo y en el hogar, con la familia. Pero, ¿hasta qué punto son las mujeres las que tienen que sacrificar sus proyecciones laborales por la familia? ¿Y los hombres por qué estamos exentos de dicho esfuerzo o sacrificio? Estas medidas están cargadas de una connotación sexista y machista en lo que a las ocupaciones laborales se refiere y a una división sexual del trabajo.

Una buena propuesta de políticas laborales que abarquen sobre las necesidades de las personas, más allá de lo meramente laboral y profesional, teniendo en cuenta otros aspectos fundamentales de la vida, como el tiempo de ocio. Proponiendo alternativas, a la maternidad, paternidad, crecimiento personal y profesional, continuar con los estudios y demás actividades que permitan un desarrollo personal. Se deben plantear políticas de tiempo.

En España es necesario una modificación de la Ley de conciliación, para que vaya más allá de la maternidad, paternidad. Aunque en los últimos años se han insertado equiparaciones progresivas en dichos permisos y demás mejoras que verán sus frutos con el paso del tipo debido a su reciente incorporación.

Para ellos, como se ha comentado anteriormente, es indispensable que esto se aborde y se tenga en cuenta desde una perspectiva de género, pues así sería una manera de afrontar y proponer soluciones a la realidad de la conciliación, pues son quienes sufren en primera línea dichos problemas.

¿Qué importancia le damos al trabajo doméstico?

A continuación, se va a comentar como se tiene en consideración valoración el desempeño del trabajo doméstico no remunerados desempeñado por mujeres, evidentemente, en México.

Es por ello, por lo que dichas actividades que desempeñaban dentro del hogar y eran actividades domésticas no pagadas, que no recibían remuneración o pago alguno. Cuando hace referencia al trabajo doméstico no pagado se refiere a que aquellas actividades o tareas domésticas que se realizan dentro del hogar son desempeñadas por algún miembro de hogar, es decir, de las personas que viven allí, atendiendo sus propias necesidades y las de quienes convivan con dicha persona. Es evidente que estas actividades las llevan a cabo, en su amplia y gran mayoría, las mujeres.

Estas actividades domésticas, no están estipuladas su remuneración como cualquier otra actividades remunerada de producción de mercado. Por ejemplo, según nos expone dicho artículo, es fácil identificar o marcar el precio de un producto cuando tiene un valor de producción. Si un par de zapatos valen 10 pesos, 20 pares de zapatos valen 200 pesos. Pero cuando se ofrecen servicios la cosa se vuelve más compleja, pues es muy complicado identificar dicho valor de producción. La alternativa que se utiliza es la medición de la cantidad de tiempo dedicado a realizar la actividad, en el caso del ámbito doméstico al tiempo que se dedica en realizar dichas labores domésticas.

Es importante incidir en que la responsabilidad de llevar a cabo dichas tareas del hogar está desempañada por su inmensa mayoría por mujeres, tanto las que reciben remuneración por ello, como las que no porque desempeñan dicha actividad en sus propios hogares.

La inclusión del trabajo doméstico no remunerado en el Producto Interior Bruto (PIB) sería una subida del mismo, pues su aportación económica, en datos del estudio, sería de unos 519 mil millones de pesos, es decir, un 20% del Producto Interior Bruto (PIB) tradicional.

Es necesario un reconocimiento social para el sector servicios del trabajo doméstico, es muy importante. Pero esto no se conseguirá hasta que no tengan también el reconocimiento económico que merece, pues si no tiene la remuneración adecuada o necesaria no adquiere ese valor o reconocimiento.

A su vez, la falta de reconocimiento que reciben las mujeres al desempeñar dichas funciones de trabajo doméstico no hace más que agravar las situaciones de desigualdades y desventajas entre hombres y mujeres. Si ya se daban en plano o ámbito político y social, así como en el económico por diferencias salariales y de derechos, es un incentivo negativa más el hecho de que haya actividades laborales que las mujeres realizan y que no tienen, ni siquiera el reconocimiento económico o salarial adecuado, en el caso de que lo tuviera.

La infografía que se adjunta, representa con datos como es la situación vivida en México, el desempeño que las mujeres y lo hombres dedican al mantenimiento del hogar. La desigualdad que existe en el número de horas que hombres y mujeres desempeñan a dichas actividades no es más que un reflejo del machismo y el sistema patriarcal que está tan asentado en la sociedad.

Agua y Vida (2018). Trabajo Doméstico y de Cuidados [Infografía]. Recuperado de https://aguayvida.org.mx/infografia-trabajo-domestico-y-de-cuidados/

Economía y feminismo, ¿van de la mano?

A continuación, vamos a tratar la relación entre el feminismo y la economía, así como las propuestas y las alternativas que se proponen desde una ‘economía feminista’.
Es primordial tener en cuenta que no siempre se asocia el movimiento feminista a los términos económicos, pues siempre se le relacionan a aquellos que tiene que ver con el ámbito político y/o social. Esto sucede ya que es una de las maneras más visuales y directas en las que apreciar el movimiento feminista.
Es importante conocer como el feminismo se enfrenta a la economía desde una perspectiva que no se había puesto en duda hasta el momento, al menos desde esta perspectiva de género. No propone una economía de superioridad de la mujer respecto al hombre. Como anteriormente si se había hecho, pues las actividades que había sido desarrolladas por hombres estaban gozando de reconocimiento, esfuerzo, altas retribuciones y relevancia social y familiar, pues su salario era superior y sustentador de la familia. En cambio, las mujeres que trabajaban tenían menor consideración en todos los aspectos, sus labores eran desprestigiadas e infravaloradas tanto a nivel social como económico.
Estas desigualdades nacen, como siempre a lo largo de la historia, en los desajustes y las distinciones entre sexo y género, siendo la primera de componente biológico y la segunda, con mayor relevancia e importancia social, las construcciones sociales asociadas a determinada cultura.
Una de las cosas que se proponen y se fomentan, es que la economía no vaya en detrimento al género, pues es más productivo hacerlo conforme a los componentes cualitativos y no a los cuantitativos, es decir, poner en valor el valor de las personas en el desarrollo de las actividades, más allá de todo lo demás, como el género. Para ello, necesitamos deconstruir el modelo económico actual, desenmarcándolo de cualquier construcción social y cultural.
El hecho es conseguir acabar con ciertas construcciones para comenzar una sociedad más justa, competitiva y económicamente sostenible. Pues transformar estás percepciones y constructos que se encuentren, encubiertas o no, y las desigualdades salariales y de derechos laborales.
Una de las mayores desventajas se presentan en que el desempeño de los trabajos está relacionado con la visibilidad, pues un gran número del desarrollo laboral de las mujeres se limita al trabajo de hogar, de los hijos e hijas, así como los familiares que lo necesiten y esto no hace más que agravar dicha situación, pues en la gran mayoría no recibe retribución salarial, o esta está comprendida por un porcentaje ínfimo, y si no tiene el suficiente reconocimiento económico, según está planteado dicho sistema y dicha estructura, no tiene reconocimiento alguno o carece de valor. En cambio, los hombres si que gozan de dicho privilegio al recibir una retribución y, además, superior a la de las mujeres en el caso de que éstas la perciban.
Las propuestas en relación a este reconocimiento social y económico van en la línea de la inclusión de estas actividades laborales en el ámbito doméstico no retribuidas en el Producto Interior Bruto. Aunque también hay que considerar que provocan muchas diferencias de opiniones dentro de los distintos feminismos, entre las personas que están de acuerdo y lo apoyan y las que no, pues puede que se desvirtúe dicho valor salarial.
Es por ello por lo que, como sociedad, debemos fomentar una participación sostenible y equilibrada, en lo que a la economía y el trabajo se refiere, pues no tiene más que aspectos positivos y beneficiosos para la sociedad. También, para el reconocimiento del esfuerzo y del desarrollo laboral y económico que desempeñan las mujeres en el ámbito de los cuidados, que siempre están infravalorados y desvirtuados, entre otras cosas, por ser desempeñados por mujeres y por no recibir la retribución salarial necesaria ni suficiente.