Las cooperativas agrícolas españolas contratarán para el año 2018 a unas 16.000 temporeras de nacionalidad marroquí. El número de temporeras marroquíes se ha multiplicado por siete respecto al año 2016, cuando solo vinieron legalmente a España unas 2.000 trabajadoras. Esto demuestra la mejoría que ha experimentado la economía española en los últimos dos o tres años; el desempleo se ha reducido notablemente y muchos/as empresarios/as españoles se han visto en la obligación de contratar a inmigrantes ante la falta de oferta de mano de obra local. Este colectivo está muy bien valorado por los/as empresarios/as, por su seriedad y dedicación al trabajo.
En los últimos años, más de 22.000 marroquíes han pasado por los campos de la provincia de Huelva (España), a través de lo que se conoce como contrataciones en origen de temporada. Esta fórmula de gestión transnacional del empleo ha sido enarbolada como modelo de migración legal y ordenada. No obstante, una mirada atenta revela las asimetrías de género y de desarrollo sobre las que se asienta, así, como los recortes de derechos laborales a los que da lugar.
Se trata de trabajadoras contratadas en origen, cuyas estancias, se extienden entre dos y ochos meses al año. Están ligadas a las campañas de recolección y plantación de la fresa y otros frutos cultivados en la zona. Estas temporeras llegan a los campos onubenses con un contrato de trabajo ya firmado, tras haber sido seleccionadas en su país de origen. Los contratos están vinculados a un empleador/a concreto/a y se le exige a la trabajadora que retorne a su país al finalizar, de esta manera, podrá optar a ser llamada en posteriores campañas.
La contratación de mujeres encuentra su explicación por parte de los/as empleadores/as onubenses en que consideran que ellas “dan menos problemas”, “son más trabajadoras” y “tienen más posibilidades de retorno” – en especial, si tienen cargas familiares – que sus homólogos varones, al tiempo que se les identifica con actitudes que consideran ventajosas para el trabajo, como: “no salen, no beben, etc.”. También se les atribuyen capacidades consideradas esencialmente femeninas como la “delicadeza” o la “sensibilidad” en las manos, esto las hacen a ellas más válidas para la manipulación de la fresa. En contraposición, manejan una serie de estereotipos con los que identifican a los temporeros marroquíes con comportamientos conflictivos o irresponsables (“salen, beben, arman bronca, faltan al trabajo” y “abandonan la campaña antes de su fin”). Queda, pues, confirmada la tendencia al empleo de mano de obra femenina, extranjera y contratada en origen.
El control sobre la vida privada y la reproducción de estas mujeres que imponen los contratos, impensables para el acceso a un puesto de trabajo en un Estado de pleno Derecho que garantice la igualdad de oportunidades entre los sexos, parece que encuentra su legitimación cuando de personas extranjeras se trata. Esto evidencia como lógicas sexistas son puestas al servicio de los beneficios de la empresa privada y el control de los flujos migratorios. Además, la existencia de la posibilidad de dar prioridad a mujeres casadas y viudas sobre las divorciadas, y a excluir a las madres solteras, responde a la asunción por parte de los poderes públicos marroquíes de una lógica patriarcal en la que una supuesta rectitud moral de las mujeres y el grado de adhesión a la norma social es percibida como garantía de docilidad y, por tanto, recompensada (esto es, que una mujer viuda tiene más probabilidades de volver que una divorciada y, no digamos, que una madre soltera).
Estas jornaleras ocupan generalmente puestos de trabajo eventuales, precarios y de baja remuneración (agrícolas, industria agroalimentaria, servicio doméstico, etc). Los conocimientos de la realidad que les rodea son muy incompletos. La mayoría desconoce la lengua española, el convenio laboral al que están sujetas, los derechos que poseen en tanto que trabajadoras inmigrantes de temporada o sus posibilidades de regularización. Incluso en general ignoran en qué momento van a terminar su trabajo y ser “devueltas” a Marruecos.
Los sindicatos y diversas ONGs denunciaron las duras condiciones de trabajo a las que se tenían que someter las temporeras marroquíes. Algunas inmigrantes sin papeles trabajan en condiciones de semiesclavitud. Actualmente esta situación continúa desarrollándose.
Dos realidades completamente diferentes por lo que abro debate para que podáis aportar vuestra opinión.
Extraído de:
http://cadenaser.com/emisora/2018/02/09/radio_sevilla/1518186698_091933.html
https://repositorio.uam.es/bitstream/handle/10486/670179/REIM_7_5.pdf?sequence=1&isAllowed=y