Como casi siempre, cuando pienso sobre un tema me hago preguntas como las siguientes: ¿qué ocurre con los hombres? ¿Por qué ellos no se dedican al cuidado al igual que las mujeres? ¿Por qué somos siempre las mujeres las que tenemos que asumir el rol de cuidadoras? ¿Por qué el sistema patriarcal nos sigue empujando al ámbito privado? ¿Por qué esa falta de corresponsabilidad entre la vida familiar y laboral? ¿Por qué sigue importando más el ámbito político que el privado que es donde estamos nosotras, las mujeres?
Las respuestas a todas estas preguntas, quizá, puedan resumirse en una única respuesta: vivimos en un mundo heteropatriarcal. El mundo está dirigido por y para hombres. Así hace referencia Friedan (1965) cuando nos habla de quiénes son los que se encargan de producir y dirigir las revistas destinadas a mujeres. Son hombres que hablan sobre mujeres y de asuntos que a nosotras nos conciernen desde su óptica masculina.
Somos la mitad de la población y continuamos siendo nosotras las que dejamos nuestro proyecto de vida propio para asumir el rol de cuidadoras sin que los hombres sean participe de ello.
La cuestión de que sean las mujeres las que dejemos nuestro proyecto de vida está íntimamente conectada con la idea de trascendencia de Beaouvoir (1969). Esta idea, hace referencia a aquello que nos libera de las cadenas de la naturaleza y esto es tener un proyecto de vida, la libertad. Así que cuando hablamos de transcendencia hacemos referencia a ascender de nuestra animalidad, a elevarnos por encima de la naturaleza, es decir, tener un proyecto de vida y no solo nacer, crecer, desarrollarnos y morir.
Por el contrario, siguiendo de nuevo a Beaouvoir (1969), la inmanencia se da en la naturaleza, vinculada a la esfera de lo privado, pues es nuestra capacidad de reproducción. Desde el sistema patriarcal se argumenta que las mujeres estamos ancladas a la inmanencia por nuestra capacidad de reproducción; por ello, no podemos trascender si permanecemos ancladas a la inmanencia y solo alcanzamos la trascendencia a través de los hombres. Esto tiene que ver con el sistema dicotómico desigual en el que se conceptualiza el patriarcado:
ESFERA PÚBLICA: HOMBRE (ASPECTOS POSITIVOS) | ESFERA PRIVADA: MUJER (ASPECTOS NEGATIVOS) |
Sujeto | Objeto |
Cultura | Naturaleza |
Razón | Emoción |
Etc. | Etc. |
Por lo tanto, la inmanencia, nos ancla a las mujeres en lo doméstico y no nos permite alcanzar la libertad que se alcanza en lo público. No somos sujetos libres, somos objetos. Por ejemplo, nos suelen llamar la “señora de”, lo cual implica que pertenecemos a alguien como si de un objeto se tratase.
Hay que contextualizar que el libro de Simone de Beauvoir, El segundo sexo, se publica en 1949, después de la Segunda Guerra Mundial cuando la mujer vuelve al ámbito doméstico otra vez, con electrodomésticos, sin proyecto de vida propio en la esfera de la inmanencia. Tal y como ocurre con las mujeres que describe Friedan en su obra, La mística de la feminidad.
Todo ello resulta indignante pero como señalaba Simone de Beaouvoir: “no se nace mujer, se llega a serlo”. Aquí, se empieza a entender que lo que llamamos mujer es una construcción social, pues el conjunto de la civilización elabora un producto que somos nosotras, las mujeres.
Por último, me gustaría saber qué opináis al respecto. ¿Creéis que las mujeres seguimos ancladas en el ámbito doméstico? ¿Cómo mejorar la conciliación laboral y familiar? Si tenéis alguna propuesta, idea, sugerencia, opinión, etc. Estaré encantada de leerla.
FUENTES:
Beauvoir, S. de (1969). El segundo sexo. (P. Palant, Trad.) Buenos Aires, Argentina: Siglo Veinte (Trabajo original publicado en 1949)
Friedan, B. (1965). La mística de la feminidad. (C. Dampierre, Trad.) Barcelona, España: Sagitario, S.A. (Trabajo original publicado en 1963)