Prostitución: ¿trabajo, empleo o esclavitud?

Una definición de trabajo es la aportada por Recio (1997): “actividad humana orientada a satisfacer las necesidades a través de la producción de bienes y servicios, actividad que puede realizarse en diferentes contextos sociales”. 

El empleo es definido por Maruani (2000) de la siguiente forma: “categoría sociológica conjunto de las modalidades de acceso y salida del mercado de trabajo, así como la traducción de la actividad en status sociales”. 

La definición de esclavitud es dada por Westreicher (2020): “la esclavitud es la condición por la que una persona está sometidas a otra, perdiendo su libertad. Así, el esclavista toma posesión del esclavo, pudiendo disponer de su destino”. 

La diferencia clave entre estos dos primeros conceptos es la remuneración, puesto que el empleo, bien sea en dinero o en especie, la tiene ligada. En la tercera, entra en juego la libertad y el poder de elección.  

Teniendo esto en cuenta, ¿se podría considerar entonces el ejercicio de la prostitución como un trabajo o empleo? La realidad es que, en España, la prostitución no se considera ilegal, pero tampoco se reconoce como trabajo. Es una actividad no regularizada, por lo que entraría dentro de la economía sumergida. Debido a esto, no existen cifras oficiales ni 100% fiables sobre cuánto dinero mueve en nuestro país. La única aproximación que puede tomarse como referencia fue realizada en 2016 cuando, por primera vez, el Instituto Nacional de Estadística incluyó datos sobre el aporte de la prostitución al Producto Interior Bruto, cuya estimación se estableció en un 0,35%, lo que se supone alrededor de los 4.100 millones de euros.  

Aun así, estas cifras deben leerse teniendo en cuenta que, al ser una actividad no regularizada, es imposible tener un cálculo fiable y que, por tanto, no se puede estimar el impacto económico que tendría regularla. De la misma forma, tampoco es posible saber a ciencia cierta cuántas mujeres ejercen este oficio. De acuerdo con datos de la ONU, la prostitución es el segundo negocio que más dinero reporta. El primero sería la trata de personas, que bien es sabido la gran vinculación que poseen ambas actividades.  

Las personas que apoyan la regulación de esta actividad defienden que es por el bien de las prostitutas, para que tengan derechos laborales, pero… ¿qué supondría para ellas regular esta actividad? ¿es lícito y moralmente aceptable regular un oficio cuando, según un informe realizado por la ONG Onesvad, el 80% de las mujeres que ejercen la prostitución en España lo hacen contra su voluntad? De acuerdo con Amelia Tiganus, activista feminista y superviviente de trata y prostitución, en su obra “La revuelta de las putas”, la regulación de la prostitución supone una victoria para proxenetas y puteros, ya que van a ser considerados como empresarios y como meros clientes, mientras que, para las verdaderas víctimas, las prostitutas, no aporta ninguna solución. Tomemos como ejemplo Alemania o países Bajos, donde la regulación de la prostitución no ha hecho más que aumentar el comercio sexual y la trata y, además, ha convertido esta actividad en un atractivo turístico al que miles y miles de personas acuden cada año solo para observar a estas trabajadoras en sus escaparates. Un espectáculo grotesco y doloroso que banaliza y ridiculiza la situación.  

España es el país europeo donde más solicitada se encuentra la prostitución y el tercero del mundo. Sin duda, una actividad económica de gran importancia y esa es una de las principales razones por las que en nuestro país no existe una ley clara en torno a ella. Como bien dice la autora Rosa Cobo: “la prostitución está dentro del corazón del capitalismo”. La posesión del cuerpo de la mujer es un negocio muy rentable al que nuestro sistema no está dispuesto a renunciar.  

Referencias bibliográficas

Cobos, Rosa (2017). La prostitución en el corazón del capitalismo. Los libros de la catarata. 

Hernández, María (2018). La actividad de la prostitución supone el 0,35% del PIB nacional. El Mundo. Recuperado de: https://www.elmundo.es/espana/2018/09/01/5b8990cb46163f05758b45e2.html#:~:text=El%20INE%20estima%20que%20la,a%204.100%20millones%20de%20euros.  

Jeffreys, Sheyla (2009): The Industrial Vagina. The Political Economy of the Global Sex Trade. Nueva York: Routledge. 

Maruani, Margaret (2000). De la Sociología del Trabajo a la Sociología del empleo. Política y sociedad. 34. 9-17.

Ocho de cada diez ejercen la prostitución contra su voluntad. (2015). Heraldo. Recuperado de: https://www.elespanol.com/como/normas-apa-citar-pagina-web/402710424_0.amp.html

Recio, Albert (1997). Trabajo, personas, mercados. Manual de economía laboral. Icaria. 

Rius, Nuria (2021). Prostitución: un negocio de cinco millones de euros al día. Ara. Recuperado de: https://es.ara.cat/sociedad/prostitucion-negocio-cinco-millones-euros-dia_1_4173847.html 

Tiganus, Amelia (2021). La revuelta de las putas. Sinequanon. 

Westreicher, Guillermo (2020). Esclavitud. Economipedia.com.

Las Mujeres en la tecnología y el emprendimiento.

Nos convencieron  de que las mujeres no deberíamos estar  presentes en el emprendimiento y la puesta en marcha de todas las empresas, en especial de las que tenían una base tecnológica (startups). Sin embargo y a lo largo de este tiempo esta situación se ha podido resolver trabajando en fomentar las vocaciones científicas y tecnológicas de las niñas y adolescentes, la visibilización de mujeres referentes, publicitando el trabajo de las que ya se han atrevido a dar el paso, mejorando sus accesos a la financiación de proyectos, facilitando la existencia de redes profesionales para mujeres, entre muchas otras.

Con el paso de los años hemos aprendido que hace falta más que meter a todos en la misma bolsa, pues las mujeres en el mundo del emprendimiento y la tecnología en número no sólo no ha aumentado, si no, que en muchos casos, por las desigualdades evidentes, ha disminuido. Hemos intentado encajar en un modelo creado por una pequeña parte de la población mundial a la cual, sin duda no pertenecemos, en donde se han dedicado cantidad de energía, tiempo, dinero y esfuerzo. El cual no podemos recuperar. Bajo la amenaza de ser juzgadas como «intrusas» en lugares que siempre han sido ocupados por hombres.

Debemos tener presente que para que el emprendimiento sea una verdadera herramienta de empoderamiento económico para las mujeres, hay que mirar desde distintas perspectivas, otros sitios, otras maneras.

Es un modelo puramente hegemónico de emprendimiento, que nos reafirma la idea del éxito y la acumulación de dinero y crecimiento rápido, como el centro de todo, encumbrando el mito de la Meritocracia, desde la perspectiva de que todas y todos partimos desde el mismo lugar  a la hora de emprender y que los que “triunfan” son los que lo hacen mejor.

Ese modelo de emprendimiento no toma en cuenta que las mujeres al día de hoy, seguimos asumiendo (cada vez con más conciencia) mayoritariamente el ámbito de los cuidados o de la organización de los mismos, y de que “nos toca” compatibilizar ese trabajo no remunerado, con todos nuestros proyectos de emprendimiento. He aquí una realidad fulminante y el verdadero problema al que se enfrenta una mujer cuando quiere emprender: La división de género del trabajo no esta contemplada en el mundo del emprendimiento.

Urge encontrar y entrar en acción con otras formas de empoderamiento económicos, necesitamos compatibilizar los modelos de éxito y para eso es vital poner en valor al ámbito de los cuidados de una vez por todas. El autocuidado, el cuido de las hijas e hijos, el cuidado de nuestros mayores, de las personas dependientes.

La vida de una emprendedora siempre se ve en la tesitura de tener que elegir entre asumir dobles jornadas que consisten en trabajo productivo y cuidados o “tercerizarlos” sosteniendo nuestro desarrollo en la precariedad laboral de otras mujeres y contribuyendo, muchas veces de manera inconscientes en perpetuar las desigualdades.

Queremos imaginar y crear fuentes de sostenibilidad económica que aseguren las condiciones materiales en nuestras vidas, pero sin dejarnos la propia vida en el camino. Y que además, contribuyan a crear sistemas empresariales y económicos más justos y sobre todo, más accesibles para todas.

Este cambio no lo podremos generar nosotras solas con nuestras demandas de manera cotidiana y dando la batalla, pues no esta bajo nuestro control.  Se trata de un esfuerzo colectivo de gobiernos, empresas, y sociedad en donde tienen que asumir sus responsabilidades para que lleguemos a una igualdad de oportunidades real para el emprendimiento de todas y todos. El camino es largo, pero alentador.

Bibliografía

Azar, Elena (2019)  El autoempleo pone barreras financieras a las mujeres emprendedoras.

https://www.todostartups.com/emprendedores/el-autoempleo-pone-barreras-financieras-a-las-mujeres-emprendedoras

Pérez, Andrea. (2019) Entrevista a Cristina Carrasco. La economía feminista va más allá de la igualdad de hombres y mujeres.

https://www.eldiario.es/catalunya/economia/Cristina_Carrasco-igualdad-capitalismo-economia_feminista_0_541396500.html

Pero, si ya tenemos leyes de igualdad, ¿por qué se sigue reproduciendo la división sexual del trabajo?

En las últimas décadas, hemos asistido a una transformación social y política muy importante en materia de igualdad de género. Sin embargo, no es raro escuchar en los espacios feministas que dicho suceso no se corresponde con la consecución de una igualdad sólida, real y efectiva.  Si bien es cierto que la lucha feminista ha conseguido transformar el marco jurídico y administrativo en uno más igualitario, esto no ha supuesto (ni ha ido acompañado) de todos los cambios culturales necesarios para que dicha igualdad sea efectiva en la sociedad.

Así, si bien las mujeres hemos accedido progresivamente al mercado laboral en los últimos años; se sigue reproduciendo la tendencia hacia una división sexual del trabajo, unos contratos más precarios y salarios más bajos. Pero, ¿Por qué? ¿Cómo es posible que se siga reproduciendo la segregación ocupacional? ¿Cómo es posible que sigamos firmando los contratos más precarios? ¿Cómo es posible que se siga “pegando el suelo” y que sigamos atrapadas bajo el “techo de cristal”?

Trataremos de dar respuesta a estas preguntas a través del concepto de violencia simbólica (Bourdieu, 2000), el mito de la libre elección (De Miguel, 2015)  y de los planteamientos de la Economía Feminista.

Lo invisible de la violencia: Del patriarcado de la coacción, al patriarcado del consentimiento.

Para Bourdieu (2000), la violencia simbólica es una: “violencia amortiguada, insensible e invisible para su propias víctimas, que se ejerce esencialmente a través de los caminos puramente simbólicos de la comunicación y del conocimiento o, más exactamente, del desconocimiento, del reconocimiento o, en último término, del sentimiento” y que se apoya en relaciones de “dominación masculina”.

La violencia simbólica no necesita justificaciones; es el fruto de un proceso histórico, de reproducción social, en el que colaboran diversos agentes sociales (familia, escuela, medios de comunicación, estado, iglesia) e individuales (dominadores y dominadas). La violencia simbólica es una violencia suave, invisible, que se erige sobre el consentimiento del dominado, que la interioriza como natural  pues las únicas – o las de más fácil acceso- herramientas de las que dispone para analizar su realidad social son las herramientas del dominador (Varela, 2013).

Kate Millet, autora de Política sexual, también hablaba de esto ya en 1969: “No estamos acostumbrados a asociar el patriarcado con la fuerza. Su sistema socializador es tan perfecto, la aceptación general de sus valores tan firme y su historia en la sociedad humana tan larga y universal, que apenas necesita el respaldo de la violencia” y aún así, continúa: “al igual que otras ideologías dominantes, tales como el racismo y el colonialismo, la sociedad patriarcal ejercería un control insuficiente, e incluso ineficaz, de no contar con el apoyo de la fuerza, que no solo constituye una medida de emergencia, sino también un instrumento de intimidación constante”.

Es en este sentido, en el que Ana de Miguel (2015) conceptualiza el término de “el mito de la libre elección”. De Miguel apunta que existe toda una suerte de estructuras sociales muy ancladas en la raíz de la sociedad, que nos llevan, de alguna manera, a reproducir continuamente las desigualdades de género. Hemos pasado de un patriarcado de la coacción a un patriarcado de consentimiento, de tal manera que la propia naturalización de la desigualdad social nos hace ciegas ante el encarcelamiento de muchas de nuestras elecciones, y por tanto, a la propia reproducción de la desigualdad.

De homos economicus y mujeres que cuidan sin contar:

El acceso masivo de las mujeres a la educación superior y al mercado laboral, entre los 80 y 90, no fue fruto de un fuerte desarrollo del Estado de Bienestar, o consecuencia de una multitud de hombres reclamando su espacio en la esfera reproductiva y de cuidados; sino, más bien, gracias a la asunción y la conquista de la hegemonía de ciertos valores feministas, y a una “huelga de natalidad” y de cuidados, encabezada por mujeres (De Miguel, 2015).

Teniendo esto en cuenta, es lógico pensar que la vida de las mujeres aparece atravesada por dobles jornadas y multitud contradicciones.  Las economistas feministas hablan de que estamos ante una crisis de cuidados, pues el acceso masivo de las mujeres en el ámbito laboral ha puesto de manifiesto y ha hecho visible toda la cantidad de trabajo que no está siendo contabilizado en la economía capitalista y que es indispensable para que la sociedad funcione.

Si pretendemos indagar en las causas por las cuales siguen existiendo diferencias en el acceso a los ámbitos de dirección, a puestos más estables y con contratos a tiempo completo, no podemos obviar esta mirada feminista de la economía. Pues, el hecho de que las mujeres sigan ocupando los contratos más precarios, menos estables pero también más flexibles en cuanto al horario laboral, puede tener relación con que, todavía hoy, las mujeres siguen soportando la mayor carga en el ámbito reproductivo, de cuidado. Es decir, las mujeres están realizando una cantidad incontable de trabajo, que es ignorado por las visiones androcéntricas de la economía. Un trabajo que no está remunerado, que carece de derechos laborales y que no sólo no puntúa en el currículum profesional, si no que obstaculiza el desarrollo profesional (Pérez-Orozco, 2006).

Resumiendo, que es gerundio

Haciendo un esfuerzo de síntesis entre estas tres visiones, podemos resumir que existe todo un entramado ideológico, social y económico que reproduce y perpetúa la desigualdad de género a través de formas sutiles e imperceptibles. Una violencia simbólica que construye relatos vitales, cosmovisiones del mundo y el sentido común. Una violencia que se perpetúa por la complicidad y el consentimiento, subconscientes, de dominadores y dominadas; y legitimado por el discurso de la libre elección. Una violencia que invisibiliza una parte indispensable de la economía, cuyo mayor peso recae sobre las mujeres, y sin el cual no sería posible la vida. Más allá del marco legislativo, hay todo un entramado cultural que sigue reproduciendo la diferencia sexual a todos los niveles.

El camino es largo, pero está allanado por el paso de las luchas, de los cuidados y de las resistencias cotidianas de las que nos precedieron. Y, además, cada vez somos más a este lado del camino. Como cantábamos al unísono el pasado 8 de marzo: “hombro con hombro, unas con otras, nos vamos a liberar”.  

 

REFERENCIAS: 

Bourdieu, P. (2000). La dominación masculina. Editorial Anagrama, Barcelona.

De Miguel, A. (2015) Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección. Editorial Cátedra, Madrid.

Ezquerra, S. (2011). Crisis de los cuidados y crisis sistémica: la reproducción como pilar de la economía llamada real. Investigaciones feministas, 2(0).

Millet, K. (1995). Política sexual. Cátedra, Universidad de Valencia.

Orozco, A. P. (2006). Amenaza tormenta: la crisis de los cuidados y la reorganización del sistema económico. Revista de economía crítica, 5, 7-37.

Pessolano, D. (2016). Economía de la vida. Aportes de estudios feministas y de género. Polis. Revista Latinoamericana, (45).

Varela, N. (23 de Julio de 2013). Violencia simbólica. Recuperado de http://nuriavarela.com/violencia-simbolica/ 

 

No eres tú, es el sistema: crisis de cuidados y conflicto capital-vida

Mi día, como el de muchas, empieza a las seis o siete de la mañana y no acaba hasta las doce o la una de la madrugada. Durante todo ese amplio intervalo de tiempo conjugo, como puedo, dos, tres y hasta cuatro jornadas: Voy a trabajar, estudio un poco, voy a alguna que otra reunión, pongo alguna lavadora, la tiendo o recojo; e  intento proveer mi despensa para no morir de sobredosis de comida rápida. Fin de la(s) jornada(s). Estado vital: estresada. ¿Te suena?

Pues no, no eres tú, es el sistema.Tu frustración y tu cansancio forma parte de aquello a lo que las economistas feministas han llamado “crisis de cuidados” y que no es más que la manifestación expresa de la dificultad que tenemos, la mayoría de las personas, para cuidar y ser cuidadas y, porqué no, para el  auto-cuidado.

Pero, ¿qué es eso de la economía feminista?

La economía feminista es una escuela de pensamiento económico crítica, dentro de la cual se distinguen diferentes corrientes. Siguiendo a Amaia  Pérez Orozco, en términos prácticos, podríamos decir que es una propuesta de cambio de mirada, que nos apela a plantear la pregunta raíz que debe responder cualquier sistema económico, político y social. Esto es: ¿qué vida merece ser vivida?

En este sentido, la respuesta del capitalismo parece ser  bastante clara: la vida que merece ser vivida es la del homo economicus, o como esta feminista denomina; la del hombre champiñón, pues parece aparecer y desaparecer del centro de trabajo, como por arte de magia, sin necesidad de cuidar o ser cuidado. Pero, cabe pararse y reflexionar sobre este punto:  ¿es la vida, realmente, una experiencia de autosuficiencia como se apunta desde el capitalismo? ¿Podemos vivir sin necesidad de ser cuidadas? ¿Existe realmente este hombre champiñón?

Si  algo podríamos  afirmar con amplio consenso, es que la vida es insegura, incertera, peligrosa y vulnerable. La vida solo puede ser si se cuida. Toda persona necesita de cuidados en algún momento de su vida -como mínimo durante la niñez y la vejez; así como cuando atravesamos procesos de enfermedad-. Y, para que podamos desarrollar nuestras tareas en el ámbito laboral, debemos de haber realizado previamente una serie de tareas imprescindibles (como lavar la ropa, cocinar y alimentarnos, mantener nuestros hogares limpios y habitables, o cuidar de las personas en situación de dependencia). Luego, ¿por qué el paradigma económico obvia toda esta parte fundamental del proceso de producción, que tiene lugar fuera de él, en  “el lado oculto del sistema”, y que es imprescindible para la propia sostenibilidad y reproducción de la vida?

Desde la economía feminista se defiende que todos estos procesos que se desarrollan en el lado oculto del sistema, que posibilitan y sostienen la vida, y que producen bienestar físico y emocional; también son trabajo. Un trabajo que se desarrolla en los subsuelos del sistema capitalista, sin coste económico alguno. Un trabajo devaluado, que no genera derechos laborales, que no tiene salario, ni vacaciones, ni bajas por enfermedad y que no genera pensiones dignas. En definitiva, un trabajo imprescindible, no considerado trabajo.

Esto nos lleva a pensar que, capitalismo y patriarcado, son un matrimonio bastante bien avenido. El capitalismo necesita de una fuerza de trabajo que se ocupe de todas esas tareas propias del ámbito de los cuidados que, por una parte,  posibilitan las productivas; y, por otra, reproducen la fuerza de trabajo. Y el patriarcado ofrece una división sexual del trabajo que garantiza que todos estos procesos saldrán adelante; un aprendizaje de roles de género diferenciados durante el proceso de socialización que posibilita la justificación de dicha división como “algo natural”; y una pizca de amor romántico para sentar las bases de unas relaciones que permiten  expropiar a las mujeres, lo que Rosa Cobo denomina como “plusvalía de dignidad genérica”.

Bueno, ¿y por qué hablamos ahora de crisis de cuidado?

Actualmente se da una situación compleja en la que confluyen diferentes factores: por un lado, se produce una incorporación masiva de las mujeres al mercado laboral; y, por otro, un aumento de las situaciones de dependencia y una mutación y diversificación de la estructura familiar tradicional.

Además, como expone Ana de Miguel en Neoliberalismo Sexual (2015), esta incorporación masiva de las mujeres en el espacio público, no ha estado acompañada ni de un desarrollo de políticas públicas que posibilitaran seguir sosteniendo las tareas propias del ámbito reproductivo, ni de un ejercicio de cambio drástico de mentalidad en los hombres, que pasen a reclamar y a hacerse cargo de sus inexorables responsabilidades de cuidado.

Es decir, si bien hemos conseguido impugnar, de alguna manera, la división sexual del trabajo; así como politizar la concepción y las implicaciones del amor romántico y el desigual reparto de tareas en el ámbito privado; no se ha producido un compromiso político ni social serio, que plantee qué podemos hacer para que nuestras vidas sean tenidas en cuenta. Porque, al final, es ésto lo que se plantea. ¿Qué somos para el sistema? ¿Tiene cabida mi vida en este sistema? ¿Qué vida se va a cuidar; la de unos pocos hombres champiñones (que tienen dicha condición porque alguien se ocupa de su cuidado), o la del conjunto de la comunidad?

La crisis de cuidados y el conflicto capital-vida pueden superarse, pero no dentro del marco del capitalismo. Porque el capitalismo, siempre explotará unas vidas para que otras pocas puedan ser vividas. Porque lo que está en el centro de la economía capitalista es la lógica de acumulación de capital y no la sostenibilidad de la vida.

Así que no, no eres tú: es el sistema. Tenemos todo un reto por delante: hay que construir escenarios donde quepa toda vida, sus alegrías y penas; y sus fortalezas y vulnerabilidades. Hay que poner la vida en el centro.

 

REFERENCIAS:

  • Cobo, R. (2005). Globalización y nuevas servidumbres de las mujeres. Teoría feminista: de la Ilustración a la globalización3.
  • De Miguel, A. (2015) Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección, Cátedra, Madrid.
  • Ezquerra, S. (2010). La crisis de los cuidados: orígenes, falsas soluciones y posibles oportunidades. Viento Sur, 108, 37-43.
  • Ezquerra, S. (2011). Crisis de los cuidados y crisis sistémica: la reproducción como pilar de la economía llamada real. Investigaciones feministas, 2(0).
  • Orozco, A. P. (2006). Amenaza tormenta: la crisis de los cuidados y la reorganización del sistema económico. Revista de economía crítica, 5, 7-37.
  • Orozco, A. P. (2011). Crisis multidimensional y sostenibilidad de la vida. Investigaciones feministas, 2, 35.
  • Orozco, A. P. (2014). Subversión feminista de la economía: aportes para un debate sobre el conflicto capital-vida. Traficantes de sueños.

 

¿Qué precio tiene la maternidad?: Ser madre o la vida laboral.

Las mujeres españolas siguen soportando la sobrecarga de roles laborales y familiares, aunque trabajen a jornada completa y convivan en el mismo hogar con su pareja. La mayoría de ellas, además, sigue encontrando obstáculos en su trayectoria profesional por razones de sexo, que en muchos casos tienen que ver con la maternidad, a pesar de estar mejor preparadas. Son los datos recogidos en el estudio «Maternidad y trayectoria profesional», realizado por IESE Business School, en colaboración con Laboratorios Ordesa, que analiza los factores que limitan el pleno desarrollo laboral de las trabajadoras que son madres o pretenden serlo.

Patricia García. ABC.

En la actualidad, ser mujer implica, en muchas ocasiones, renunciar, sacrificarse…  nos educan para ello…

Los roles de género en la sociedad definen cómo se espera que actuemos, hablemos, nos vistamos, nos arreglemos y nos comportemos según nuestro sexo asignado. Por ejemplo, se espera que las mujeres y las niñas se vistan de forma femenina y que sean educadas, complacientes y maternales. A su vez, se espera que los hombres sean fuertes, agresivos e intrépidos.

Cada sociedad, grupo étnico y cultura tiene expectativas en relación con los roles de género, pero estos pueden variar mucho entre un grupo y otro, y también pueden cambiar con el tiempo dentro de la misma sociedad.

«La inserción de la mujer en el mundo laboral se ha producido en España más tarde que en el resto de Europa, pero de forma más intensa y en un periodo de tiempo menor –con un repunte mayor en la década de los noventa—. Y junto a este incremento en la tasa de actividad se está produciendo una fuerte caída de la natalidad.» En los países nórdicos, por el contrario, esta correlación cambia de sentido: hay más mujeres trabajando y además sus tasas de natalidad son mayores.

Hoy en día vivimos polémicas y movimientos sociales que envuelven este tema en una lucha donde la mujer lucha por no perder su identidad como mujer, a la par que lo hace también por seguir creciendo profesionalmente y desmitificar la maternidad.

Ejemplo de esto es la publicación del libro “Madre hay más que una, un relato en primera persona sobre a aventura de la maternidad” (Planeta) escrito por Samanta Villar y presentado el 24 de enero de 2017. Una visión muy alejada de los tópicos sobre lo que significa tener hijos hoy.

A través de este libro, Samanta Villar, periodista y presentadora de 42 años, así como a través de titulares generados de las entrevistas realizadas en torno a él, ha protagonizado un enorme revuelo social, especialmente en los diferentes medios de comunicación y redes sociales. El principal motivo, no es más que poner en entredicho aspectos relacionados con los roles de género de los padres, más concretamente de las mujeres, así como de los estereotipos que la maternidad les supone, a través de afirmaciones como “Tener hijos es perder calidad de vida” o “La maternidad está sobrevalorada”. Para entender un poco el impacto social que este libro y dichas afirmaciones han supuesto, debemos teorizar cómo se establece la identidad de género en nuestra sociedad, especialmente en el caso de las mujeres, y qué idealismos, estándares o estereotipos hay en torno a él.

En primer lugar, y como vamos a poder comprobar a través de este análisis, presentación y/o reflexión, actualmente, debemos decir que continuamos conviviendo en un sistema social sexista, que promueve la dominación del hombre y potencia la sumisión de la mujer, a través del aprendizaje de estereotipos y prejuicios impuestos a uno u otro género, provocando graves consecuencias para ambos sexos, pero con repercusiones más peligrosas para las mujeres, ya que las coloca en una posición de vulnerabilidad para su desarrollo vital.

Quizás Samanta habría tenido mayor aceptación social contando lo estupenda que es la maternidad y lo realizada que se siente en esta nueva etapa de su vida, pues seguramente habrían sido afirmaciones más toleradas, debido a que encajan mejor con el “adiestramiento” social y los valores y/o creencias que lo envuelven.

Cuando alguien rompe los estándares que tenemos establecidos, en este caso el papel de mujer en nuestra sociedad (“madre estupenda, feliz y que puede con todo”), se nos mueven los cimientos de nuestro patriarcado, de nuestro aprendizaje. Miles de usuarios/as en las redes se han sentido ofendidos por las afirmaciones de Samanta e incluso, muchos de ellos han respondido y criticado las mismas, cuestionando el juicio, sentimientos o, incluso, su valía como madre. A través de una búsqueda sencilla por internet en redes como Instagram, Facebook… podemos ver comentarios que protagonizan este linchamiento a la periodista, aclamando: “¿qué tipo de madre es Samanta si dice que ahora no es más feliz por ser madre?”, “¿qué pensarán sus hijos al crecer y leer estas palabras?” o ¿cómo no ha pensado en sus hijos cuando estaba hablando así?

Estas personas no es que estén preocupadas por los hijos de Samanta, sino que actúan de este modo porque están sintiendo como se destruyen o tambalean los relatos que siempre nos han contado sobre la maternidad. Como bien veníamos explicando, durante toda nuestra vida, como niñas, nos cuentan toda una serie de historias y ficciones sobre qué significa ser mujer y cómo hay que serlo, siendo uno de los objetivos finales, ser madre.

Ya desde muy pequeñas, en muchas ocasiones sin haber cumplido el primer año de edad y sin apenas saber hablar, es común, especialmente en esta sociedad de consumismo en la que nos movemos, que en Navidad encontremos bajo nuestro árbol un bebé rosa de juguete con su chupete y complementos. Con tan solo unos meses en el mundo, por el solo hecho de haber nacido con genitales femeninos, quien sabe si por ello, en un futuro, nos identifiquemos con el género femenino al crecer, ya tenemos como primer regalo de Navidad, la carga de la maternidad.

¿Nos habrían regalado el mismo muñeco si hubiésemos nacido con genitales masculinos? Un niño de meses habría tenido bajo el árbol un coche, algo que hiciera música, animales, cosas de acción… porque al final, a los niños se les educa para la acción y a las niñas para el cuidado.

Con todo esto, nos reafirmamos en decir que, desde muy pequeñas, nos educan para asumir que, si somos niñas, seremos también madres en un futuro.  La familia, como institución intencional, nos lo dice regalándonos bebés cuando aún seguimos siendo bebés, o nos lo transmiten a través de los cuentos y películas tradicionales, de princesas, donde además de ser madres, nos inculcan que debemos ser heterosexuales, estar muy enamoradas y ser sumisas. De forma intencional, también nos lo dicen las instituciones escolares, donde se estudia los órganos femeninos con un único objetivo reproductivo, aunque no nos hablen de las limitaciones fisiológicas que, a medida que pasan los años, las mujeres vamos generando en relación con este tema. Los medios de comunicación, también influyen en nuestro enfoque de la maternidad dentro de la construcción del género. Si eres mujer, ves Youtube y tienes entre 25 y 30 años, habrás notado un aumento significativo de anuncios publicitarios relacionados con pruebas de embarazo o fecundación. E indudablemente, los temas de conversación que aparece en el grupo de iguales, comienzan a guardar una estrecha relación: deseos de un trabajo bien remunerado y estable, un domicilio cómodo y familiar, búsqueda de la pareja ideal, “sentar la cabeza”, la educación que reciben los menores, los errores que cometieron nuestros propios padres o, directamente, que el tiempo apremia si se desea ser madre. Sin olvidar, la pregunta de “¿tienes pensado ser madre?” que se vuelve un factor común en entrevistas de trabajo.

Para finalizar el análisis de cómo el libro de Samanta ha resultado un choque social para los estereotipos de género, partiremos en cómo dio comienzo su nuevo programa en la cadena cuatro “Samanta y…”: «Basura, que ascazo das, es una injusticia que mujeres cómo tú sean madres, no te mereces tener hijos, puerca, egocéntrica»…

Con estos insultos arrancaba la presentación de Samanta Villar, en la que recordaba que había tenido que aguantar desde el momento en el que dijo que al ser madre se pierde calidad de vida. «Hace año y medio que soy madre y adoro a mis hijos, pero sigo pensando lo mismo y no me pienso callar», añadía la periodista. Programa con muchas críticas pero a la par enriquecedor para muchas mujeres, donde se inició con un primer capítulo dedicado a la maternidad y contó con numerosos testimonios, a través de los cuales se contempló las dificultades de conciliación de las familias, los sacrificios de muchas mujeres o las críticas que reciben por sus conductas «desnaturalizadas», la posibilidad de elección en cuanto al hecho de ser madre o los diferentes métodos y vías para lograrlo.

Samanta Villar no es la única que ha recibido críticas a través de las redes, Soraya Arnelas, cantante, también fue víctima de comentarios que juzgaban su papel como madre tras una publicación en Instagram, pocos días después de dar a luz, donde se la veía en una imagen saliendo con su pareja a cenar ellos dos solos. Lo cual desató un sinfín de comentarios y críticas. «Mala madre» fue lo más bonito que le llamaron en su propio post simplemente por decidir “separarse”, aunque fuese por unas horas, tan pronto de su hija recién nacida. Soraya intentó tomarse a broma los comentarios.

El origen de todos estos insultos puede estar en la creencia o principio de que la mujer debiera quedarse en casa criando hijos, para no desequilibrar un proceso de la naturaleza, el cual puede estar en riesgo con mujeres empoderadas, que deciden por ellas mismas si quieren o no ser madres, y de qué forma. La realidad es que hoy en día hay muchas mujeres que tienen que decidir entre la maternidad o su carrera profesional, encontrándose verdaderas barreras para compatibilizar ambas. Parece ser que, poco a poco, nos vamos socializando en la idea de que, para sentirte realizada como mujer, tienes que ser madre y, una vez que lo seas, tienes que llevar toda la carga y responsabilidad de la crianza porque, al fin y al cabo, llevas siendo toda tu vida entrenada para ello. Y, precisamente, por estas mentiras que nos han venido contando, Samanta se siente engañada y, como ella, muchas otras mujeres que, aunque con mucha menos repercusión en los medios y sin poder escribir libros sobre ello, afirman que ser madre es muy bonito, pero también muy duro, muy difícil y muy sacrificado.

Con esta actuación, Samanta o Soraya están rompiendo con lo que está preestablecido, con los roles históricamente asumidos y asociados por y para las mujeres y con el mito de que la maternidad es sinónimo de felicidad y realización. Está claro que, para muchas mujeres lo es y que, a pesar de los esfuerzos y sacrificios, para muchas madres todo merece la pena, pero también es necesario hablar de aquellas para las que no, las que ven reducida su calidad de vida y las comodidades de una vida sin grandes responsabilidades, o se ven abrumadas durante la maternidad por diferentes sensaciones que nunca les habían contado. De hecho, el silencio sobre este tema provoca que muchas madres se sientan culpables de lo que sienten.

La única solución ante esto es contar las dos caras de la moneda, sin silenciar ésta, que menos encaja con nuestros estándares históricos o roles preestablecidos. Con ello, conseguiremos que las mujeres puedan tomar decisiones con toda la información encima de la mesa, sin engaños, sin adornos y sin culpas, entendiendo y respetando que la diversidad de vivencias entorno a la maternidad pueden ser enriquecedoras y sin acusar ni machacar a aquellas que no lo viven de la forma que siempre nos lo han contado.

Cierro la reflexión respondiendo a aquellos que se preguntan por el qué se llevarán los hijos de Samanta si el día de mañana leen su libro o las entrevistas que ha realizado. Decirles, que posiblemente verán la realidad que ha vivido su madre, que los quiere, pero que también se atrevió a contar una verdad al mundo que incomoda porque no es aceptada. Lo que se llevarán posiblemente sus hijos, es una imagen de su madre luchando para que las mujeres tengan toda la información que les permitan tomar decisiones conscientes, empoderadas, seguras y sin condicionantes sociales, así como para poder sentir y expresarse libremente, sin miedo ni culpas.

 

REFERENTES

 

Indicadores de discriminación por razón de sexo en el mercado de trabajo.

A través de esta aportación, abro debate a fin de analizar  los principales rasgos discriminatorios que se observan comúnmente en el mercado de trabajo: segregación ocupacional horizontal, segregación ocupacional vertical y diferencias entre los salarios de hombres y mujeres…

En los ámbitos económico, profesional y laboral tradicionalmente se han venido otorgando funciones y papeles distintos a los hombres y a las mujeres. Las teorías, los enfoques y los argumentos utilizados en la valoración del desarrollo económico se centran básicamente en indicadores que analizan la producción de bienes y servicios para el consumo, pero ignoran el trabajo de carácter reproductivo no remunerado (De la Cruz, 1992; Elson, 2000), que ejercen las mujeres en sus familias y comunidades. Este hecho se refleja incluso en los conceptos más amplios de desarrollo que incluyen “el logro de la autoestima, de la dignidad, de la integralidad de todos los sectores y no sólo el
crecimiento del PNB” (De la Cruz, 1992: 253-254). La consecuencia es que las funciones de crianza y cuidado de los hijos y la atención de personas mayores, enfermas o disminuidas no son valoradas y registradas adecuadamente, y no son tomadas en consideración a la hora de adoptar políticas para lograr un desarrollo más justo.

El hecho de no tener en cuenta el trabajo no remunerado que realizan las mujeres origina que “las nociones convencionales acerca del modo en que funcionan las economías ofrecen directrices limitadas para políticas que promuevan la potenciación de las mujeres y los modos de combinar la justicia de género con la justicia económica”. Contemplando la economía desde una perspectiva de género se llega a un análisis distinto de la reestructuración económica: “los indicadores económicos convencionales
pueden indicar que se está progresando, si más y más mujeres se incorporan al trabajo remunerado, y si las reformas económicas (incluyendo la liberalización y la  privatización) producen aumentos en la eficacia económica. Pero pueden oscurecer una transferencia de los costos reales (en el tiempo y en el esfuerzo de las personas) desde el sector público, donde dichos costos se monetizan y aparecen en la cuentas del gobierno, hasta las familias (el “sector doméstico”) donde tales costos no se monetizan y por lo tanto no son visibles. El análisis económico con conciencia de género sugiere la necesidad de una definición más completa de la ‘eficacia’, que dirija la atención más allá
de los costos financieros” (Elson, 2000: 8-9).

A pesar de que las circunstancias de las mujeres han experimentado cambios y éstas han desarrollado comportamientos distintos “no han podido modificar su relación con el Estado en términos de género. En la calle o en el hogar, el Estado las sigue viendo tan sólo como garantes del bienestar familiar, variables intervinientes en la implementación de políticas, no consultadas a la hora del diseño, disciplinadas en el momento de llevarlas a cabo”.

¿QUÉ OPINÁIS AL RESPECTO?

¿QUÉ RASGOS CONSIDERÁIS MÁS LLAMATIVOS EN LA ACTUALIDAD?

En mi opinión, podríamos señalar tres factores como muestra de las diferencias de género en el trabajo: la asignación de tareas basada en el sexo de los trabajadores (división sexual del trabajo), el mayor valor otorgado al trabajo realizado por los hombres en relación al que realizan las mujeres (devaluación de la mujer y de su trabajo que desencadena un diferencial de salarios) y la construcción del género en el trabajo por parte de empresarios y trabajadores.

Las mujeres han cambiado su percepción de sus propios roles como madres y como trabajadoras y se han incorporado al trabajo asalariado en busca de una valoración social y de independencia económica. Sin embargo, en el conjunto de la sociedad no se ha producido una transformación similar. Así, el mercado de trabajo sigue estructurado de acuerdo a la pauta masculina de trabajo a tiempo completo durante toda la vida adulta y la organización socio-económica se mantiene sin cambios significativos durante estas décadas: jornadas laborales, vacaciones escolares, servicios públicos, etc., siguen funcionando bajo el supuesto de que ‘hay alguien en casa’ que cuida de niños, ancianos, enfermos, lo cual se ha traducido en una continua presión sobre el tiempo de las mujeres. Por su parte, los hombres como grupo humano tampoco han respondido a la nueva situación creada y el trabajo familiar y doméstico continúa siendo asumido mayoritariamente por las mujeres.

¿EN QUÉ MEDIDA LOS HOMBRES HAN ASUMIDO EL NUEVO ROL DE LA MUJER DENTRO DEL MERCADO LABORAL? ¿QUÉ OPINÁIS?

Aunque en las últimas décadas se ha producido una transferencia de parte del trabajo de reproducción al sector público y al mercado, una parte importante de dicho trabajo continúa siendo responsabilidad de las mujeres y aparece como esencial para el buen funcionamiento social.

A pesar de las diferencias de participación de trabajos de hombres y mujeres en el mercado laboral y en el trabajo doméstico se observa que las mujeres cada vez son más reacias a interrumpir su carrera profesional por motivos familiares (matrimonio, hijos, etc.), y cuanto más jóvenes son las mujeres se observa que participan en mayor medida en el mercado laboral a cualquier edad. Se observa que los patrones familiares han cambiado, aumentando en gran medida las familias donde trabajan fuera de casa el hombre y la mujer. Este hecho ha motivado que las mujeres en los últimos tiempos hayan ejercido mayor presión para que los hombres compartan el trabajo doméstico. Aún así, las mujeres son las primeras responsables de cuidar a los niños, personas mayores (lo cual representa un problema de tiempo y esfuerzo para compaginar dos trabajos) y suelen ser quienes sacrifican sus empleos en favor de los trabajos de los hombres.

Los hombres y las mujeres trabajan en todos los sectores, pero hay variaciones sistemáticas en la división genérica del trabajo. El trabajo de cuidado no remunerado, el trabajo voluntario y el trabajo informal remunerado y no remunerado tienden a ser realizados mayoritariamente por mujeres (con alta participación de las mujeres en este tipo de empleo), mientras que el trabajo formal remunerado en los sectores privado, público y de ONG tiende a ser realizado mayoritariamente por hombres (con alta participación de hombres en este tipo de empleo).

Las mujeres sólo son mayoría en los servicios personales, y son pequeña minoría en construcción y energía, donde las que trabajan lo hacen en empleos más cualificados y con remuneraciones más próximas a las de los varones que en el conjunto de sectores. Un sector que también destaca por una inferior participación femenina es el de la conducción y medios de transporte.

La proporción de mujeres disminuye a medida que se asciende en la jerarquía piramidal, de modo que su presencia en posiciones de poder y asumiendo responsabilidades laborales es mínima. Esta discriminación vertical se observa tanto si comparamos los porcentajes de varones y mujeres por categoría laboral en un determinado sector, como si se toma en consideración la cantidad de mujeres que, hoy en día, figura entre la población activa, teniendo en cuenta, además su nivel de formación y preparación profesional.

Los hombres que acceden a un trabajo típicamente femenino a menudo llegan a la cumbre a pesar de ser extraños en un ambiente predominantemente femenino. Las mujeres, por otro lado, habitualmente permanecen en los escalones inferiores con independencia de que sus trabajos sean mayoritariamente femeninos o mayoritariamente masculinos. Las mujeres se encuentran con problemas para ascender y para ejercer su autoridad en el trabajo. El denominado “techo de cristal” existe para las mujeres de todas las clases, así como para las minorías de ambos sexos y mucha gente asume que las minorías (y especialmente las mujeres en minoría) son contratadas o ascendidas únicamente para cumplir con determinadas cuotas. A pesar de que parece que las mujeres están en mejores condiciones en el sector público que en el privado, dentro de los gobiernos los hombres tienen tendencia a ocupar los puestos más altos.

La eliminación de la discriminación en los lugares de trabajo es estratégica para combatir la discriminación en cualquier lugar ayudando a superar prejuicios y estereotipos. La igualdad en el empleo es importante para la libertad, dignidad y el bienestar de los individuos. El estrés, la moral baja y la falta de motivación son sentimientos que prevalecen entre los sujetos objeto de discriminación, afectando a su autoestima, reforzando los prejuicios contra dichas personas e influyendo negativamente en su productividad. Eliminar la discriminación también es importante para el funcionamiento eficiente de los mercados de trabajo y la competitividad empresarial, además de permitir expandir y desarrollar el potencial humano de una forma más efectiva. Por último, la exclusión sistemática de determinados grupos del trabajo en condiciones decentes genera serios problemas de pobreza y fragmentación social que comprometen el crecimiento económico.

Las dificultades que encuentran las mujeres para el acceso al mercado laboral y en concreto las barreras que les dificultan la promoción y ascenso a puestos de trabajo de niveles superiores tienen consecuencias importantes. La desigualdad y discriminación en este sentido es injusta y provoca que las mujeres perciban unos salarios inferiores, además de no permitirles ejercer autoridad en el trabajo, lo cual a menudo conlleva la frustración de las mujeres.
Además, la dificultad que encuentran las mujeres para ejercer autoridad también tiene consecuencias importantes: el tener autoridad es imprescindible para realizar el trabajo de forma efectiva y redunda en la satisfacción personal del trabajador. Una posición de autoridad permite a los empleados mostrar su talento de cara a su promoción, del mismo modo que una falta de autoridad de los trabajadores puede hacerles vulnerables al acoso sexual. Por otro lado, al dificultar el acceso de las mujeres (y otros grupos minoritarios) a los puestos de trabajo de las categorías superiores se está excluyendo a personas
potencialmente productivas en base a su sexo (o color).

 

REFERENCIAS:

BARBERÁ HEREDIA, Ester y otros (2012): “Mas allá del techo de cristal”.Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Nº 40, pp. 55-68.

CONSEJO DE LA JUVENTUD DE ESPAÑA (2016): La igualdad de oportunidades y la participación social de las jóvenes. Consejo de la Juventud de España, Madrid.

 

MUJERES INMIGRADAS Y TRABAJO

La Economía clásica y Neocapitalista reduce el trabajo en todos los países en términos de empleo remunerado, ignorando el trabajo no productivo y su problemática.

Se Conoce como Trabajo no reproductivo a las actividades  propias del hogar por la cual no se percibe a cambio una renta y es realizada en su gran mayoría  por la Mujer . En España en los últimos años el ingreso de las mujeres trabajadoras inmigrantes va aumentando:  en el año 2000 era de un 3%, en el año 2004 un 8% y en el año 2009 un 12%.

El Colectivo Ioé, 2004 realizo un estudio sobre la situación de trabajo de las mujeres inmigrantes de Países del Tercer Mundo en España (m= 1, 579), la investigación identificó 6 sectores de mayor recepción como son (de mayor a menor):

1) Servicio Domestico 63%, 2) Empresas de Limpieza, 3) La hostelería, 4) Los empleos de tipo administrativo, 5) Trabajadoras por cuenta propia y 6) Las Trabajadoras Sexuales.
El conseguir mejoras en la economía familiar es uno de los principales factores que motiva la inmigración en la mujer, la cual es apoyada y motivada por la familia de origen.

INMIGRADAS COMO SUJETOS POLITICOS.

El ingreso al mercado laboral de las inmigrantes y el rol en la economía no se ve reflejado con el reconocimiento de sus derechos laborales y de ciudadanía no hay una igualdad en comparación con los demás, se perciben la marginación y discriminación por parte de sus compañeros de trabajo o empleadores y la poca o casi nula capacidad de negociación en el ámbito laboral y político consecuencia de la irregularidad de ingreso de algunas al país.

Solo el 19% de las trabajadoras inmigrantes vino con Visa de Trabajo y un 7% fue por reagrupación familiar, las demás ingresaron de forma irregular.

Las políticas migratorias han tenido efecto negativo en este colectivo, el no asegurar una contratación regular con beneficios lo que las deja sin acceso a los derechos laborales y abuso de contratación, el 33% trabaja sin contrato en regla, un 40% tiene un contrato de duración temporal y el 27% goza de contratación indefinida. Las políticas internas establecen un cupo limitado de trabajos donde se prioriza la mano de obra nacional, lo que da como consecuencia el incremento de la bolsa de empleo sumergido aumentando el ingreso a los trabajos domésticos de la mayoría de inmigrantes un 63%, en condiciones desfavorables al que entran por necesidad y no por libre elección y del cual es difícil de salir.

Este colectivo sufre de discriminación por parte de la comunidad autóctona ya sea en forma explícita e implícita al no dar ocupación por su tipo de color o su procedencia y cuestionar su capacidad, se reproducen patrones machistas de estigmatización e inferioridad a este grupo al no respetarlas como sujetos sociales y hasta cuestionarlas por haber abandonado el hogar e ir en contra de la norma, se mezcla los estereotipos de género, origen y exclusión del más fuerte sobre el débil.

Para poder apoyar el nuevo modelo familiar en el cual la Madre sale de casa y el Padre no entra; es necesario contar con mujeres que llenen el hueco dejado por las que trabajan fuera del hogar, lo que nos da como resultado el aumento de la demanda de los servicios domésticos por una reducción de la oferta de empleo, lo que las inmigrantes han logrado equiparar.

Desde un punto de vista individual ellas se identifican como mujeres trabajadoras, con autonomía, libertad y reconocimiento público, ya no es el criterio de servidumbre que se daba antiguamente a las mujeres que ejercían esta actividad, la inmigrante ingresa al trabajo domestico por la falta de otros empleos pero del cual migran buscando una mejor oferta un 34%, aumento de salario 13%, evitar exceso de trabajo 10%, eludir malos tratos 10% y lo hacen por sus propias redes individuales que crean en el país de residencia.

Es necesario seguir trabajando para hacer visible la importancia en el mercado laboral del trabajo reproductivo o Servicio Domestico, el empoderamiento y articulación de estas mujeres como colectivo unido en la defensa de sus derechos laborales y sociales es una meta aún por alcanzar.

La División Sexual del Trabajo en España y El Salvador

 

Una de las categorías de análisis a tener en cuenta para estudiar la inserción laboral de las personas en la economía o en el mercado de trabajo desde la perspectiva de género es la División Sexual del Trabajo (DST), la cual ubica en espacios de diferente valor a hombres y mujeres, marca las oportunidades de desarrollo de uno u otro género y conduce a procesos de discriminación laboral. Un estudio sobre masculinidad desarrollado por la CEPAL- UNIFPA expone que desde la literatura feminista la DST

es uno de los pilares en los que se sostiene el sistema patriarcal. Se trata de tareas excluyentes y de distinto valor social según el sexo. Desde el orden social de género a los hombres y a las mujeres se les asignan dos espacios o ámbitos excluyentes: para los primeros, el público, en el cual se realizan actividades productivas, el lugar de la economía, de la política, de quienes ejercen el poder con plena investidura, (…). Para las mujeres, el privado, en el cual se realizan actividades reproductivas, domésticas, la crianza de los hijos e hijas, con menor valor y reconocimiento social que lo realizado en el ámbito público” (CEPAL-UNFPA, 2005: 127).

Es importante agregar que el sistema patriarcal es una sociedad que se basa sobre la sobrevaloración de lo masculino y desvalorización de lo femenino, lo que consecuentemente refuerza a la DST, atribuye derechos y deberes distintos y desiguales a hombres y mujeres en la sociedad (OIT-IPEC, 2004).

Ahora bien, sobre la base de esa definición de DST, esta nota tiene como propósito hacer una aproximación sobre el estado de la DST en dos economías con distinto nivel de desarrollo: España ubicado entre los países desarrollados y El Salvador dentro de los países en vías de desarrollo, y que tanto difiere la inserción de las mujeres y hombres al mercado de trabajo.

A inicios del siglo XXI la participación de las mujeres y hombres en el mercado de trabajo se observa que está determinada por la DST; en ambos países se presenta una mayor participación de los hombres en el espacio público (actividad), al analizar la población de 16 años y más –población en edad de trabajar- se constata una mayor participación de los hombres en la fuerza de trabajo (población activa), como se observa en la gráfica el 69,2% de los hombres españoles están en situación de actividad en relación a un 51.4% de la mujeres españolas. En El Salvador la brecha es mucho más marcada, la tasa de actividad de los hombres es del 81,4% y de las mujeres es del 47,3%.

Continuando con el análisis de la gráfica y tomando en cuenta la definición de la DST, podría afirmarse que las mujeres están relegadas al espacio privado al presentar mayores tasas de inactividad con respecto a los hombres, el 48,6% de las españolas y el 52,7% de las salvadoreñas están en situación de inactividad y/o en algunas labores de tipo reproductivas, en tanto que para los hombres la tasa es del 30,8% y 18,6% respectivamente.

La DST plantea que las mujeres en el ámbito privado se encuentran dedicadas a las actividades reproductivas, domésticas, la crianza de los hijos e hijas; este rol asignado a las mujeres es confirmado por las estadísticas oficiales de ambos países. Al estudiar la población inactiva en El Salvador, el 70,7% de las mujeres inactivas tienen como principal motivo de inactividad las obligaciones familiares y los quehaceres domésticos, para los hombres este porcentaje es del el 4,5%. El principal motivo de inactividad de los hombres salvadoreños son los estudios, estos representan el 41,8% y sólo el 14,1% de las mujeres están en la población inactivas por estar estudiando.

Para España el escenario es similar, el 45,2% de las mujeres en situación inactividad presentan como principal razón de la misma las labores del hogar en relación a un 4,3% de los hombres, para éstos la principal razón es la jubilación o prejubilación (60,9%). También, el porcentaje de mujeres que presentan como motivo de inactividad estar estudiando (12,7%) es menor con respecto a los hombres (18,4%)

A manera de conclusión, las estadísticas constatan que en ambos países la DST aún condiciona la inserción de las mujeres y hombres en el mercado de trabajo, en condiciones desfavorables para las mujeres al relegarlas al espacio privado con menor valor en comparación al público. En El Salvador el impacto de la DST en la delimitación de los roles de género es mucho más fuerte, lo cual se evidencia en una mayor participación de las mujer salvadoreñas en las labores domesticas en relación con las españolas, en tanto que la participación de los hombres españoles y salvadoreños en dicha actividad es prácticamente igual y significativamente baja con respecto a las mujeres. España presenta un escenario de mayor equidad en cuanto a la participación en la fuerza de trabajo, en tanto qué El Salvador tendrá que reforzar sus acciones para reducir las brecha de desigualdad.

Bibliografía

CEPAL-UNFPA (2005). Masculinidad y factores socioculturales asociados al comportamiento de los hombres: estudio en cuatro países de Centroamérica. UNFPA-CEPAL, Nicaragua.
DIGESTYC (2009. Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples 2008. Dirección General de Estadísticas y Censo. Ministerio de Economía. El Salvador
INE (2009) Mujeres y hombres en España. Instituto Nacional de Estadística en colaboración con el Instituto de la Mujer. España
OIT-IPEC (2004). Explotación sexual comercial y masculinidad: un estudio regional cualitativo con hombres de la población general. OIT-IPEC. Costa Rica.