8 de marzo, Día Internacional de la Mujer

El día 8 de marzo se conmemora la lucha que la mujer ha venido realizando durante tantos años para que se le reconozcan sus derechos en la sociedad y pueda alcanzar un desarrollo íntegro como persona. Esta fecha es conocida como el Día Internacional de la Mujer y está reconocida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Aunque existen varias versiones sobre los orígenes de este día; la historia más extendida es la que hace referencia a las 129 mujeres trabajadoras de una fábrica textil de Nueva York que murieron calcinadas. Todo esto ocurrió ante la negativa de abandonar el encierro que se llevó a cabo en dicha fábrica para pedir una reducción de la jornada laboral a 10 horas y a su vez protestar por los bajos salarios y las infames condiciones de trabajo que padecían.

Sin embargo, según la investigación realizada por Ana Isabel Álvarez González (1999): Los orígenes y la celebración del Día Internacional de la Mujer, 1910-1945. KRK-Ediciones: Oviedo; nos detalla cómo esta festividad internacional fue promovida por Clara Zetkin (1857 – 1933), líder del movimiento alemán socialista que propuso en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, celebrada en Copenhague en el año 1910; la celebración de un día Internacional de la Mujer, aunque las socialistas estadounidenses ya llevaban festejando el Woman´s Day desde 1908.

Oficialmente el primer Día Internacional de la Mujer se celebró en el año 1911 donde públicamente participó más de un millón de mujeres que reivindicaban el derecho al voto, poder tener opción a la ocupación de cargos públicos, el derecho al trabajo y el fin de la discriminación laboral y salarial.

Como símbolo de esta lucha las sufragistas inglesas son las pioneras en adoptar el color lila (inspirado en el color de la nobleza inglesa), junto con otros dos colores: blanco (simboliza la pureza de la lucha femenina) y verde (de la esperanza de la victoria).

Cabe destacar que en España el primer 8 de Marzo que se celebró no fue hasta el año 1977 y un año más tarde la Constitución Española reconoció la igualdad ante la Ley entre hombres y mujeres, sin que pueda prevalecer discriminación alguna.

No obstante, estos acontecimientos no sólo nos deben servir como referencia concreta para conmemorar este día, sino que el 8 de marzo debe ser una jornada de reflexión sobre todo lo que las mujeres han luchado a lo largo de la historia para que nuestros derechos sean reconocidos.

Por lo tanto, el próximo 8 de marzo de 2010; además de celebrar el 15º aniversario de la adopción de la Declaración de Beijing y la Plataforma de Acción (resultados de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada en Beijing en 1995), este año el tema va dirigido a la Igualdad de Derechos, Igualdad de Oportunidades: progreso para todos.

Y como afirma el secretario General Ban Ki-moon (en su mensaje http://www.un.org/es/events/women/iwd/2010/sg_message.shtml) “La igualdad de las mujeres y las niñas constituye también un imperativo económico y social. Hasta que no se logre liberar a las mujeres y las niñas de la pobreza y la injusticia, todos nuestros objetivos —la paz, la seguridad, el desarrollo sostenible— correrán peligro”.

En definitiva, que toda la ciudadanía mundial debería tomar conciencia de que todos los seres humanos tenemos derecho a la igualdad, desde el respeto a cada cultura, siempre y cuando no se violen los Derechos Universales.

¿CUÁNTO VALEN LAS AMAS DE CASA?

A lo largo de la historia los economistas clásicos han centrado sus análisis económicos en la producción de mercado sin tener en cuenta los procesos de reproducción social.

Adam Smith teorizará la actividad de los hombres y mujeres de forma totalmente distinta, siendo la de los primeros el trabajo y la industria y la de las últimas, las tareas del hogar. A la actividad realizada sin remuneración, Smith le otorga relevancia como actividad necesaria para atender las necesidades de los miembros del hogar, en particular a aquella relacionada con la crianza y educación de los hijos, puesto que la considera indispensable para que estos se conviertan en trabajadores productivos y contribuyan a la riqueza de las naciones. (Smith, 1988).

 Así, desde los tiempos más remotos las mujeres han sido relegadas al espacio privado (exento de poder), mientras que el hombre ha sido el protagonista del espacio público (con poder y reconocimiento social).

Actualmente, según las encuestas elaboradas por el Instituto de la Mujer sobre el tiempo que se dedica a las tareas domésticas, las mujeres emplean 5 horas y 59 minutos frente a las 2 horas y 20 minutos que los hombres destinan a dichas tareas; es decir, las mujeres dedican más tiempo a las actividades relacionadas con el hogar que los hombres, por lo tanto; debemos comenzar a plantearnos que el trabajo doméstico es un asunto político y social, y no un asunto exclusivamente de las mujeres.

No obstante, como resultado de la incorporación de la mujer al mercado laboral, ésta además de soportar una discriminación salarial y laboral; debe encargarse como otro trabajo más de las tareas domésticas y del cuidado de los distintos miembros del núcleo familiar. Por lo tanto, la mujer está doblemente empleada (fuera y dentro de la casa). Así, como consecuencia de todos estos planteamientos podríamos cuestionarnos las siguientes preguntas: ¿Cuánto vale el trabajo doméstico? ¿Debería estar remunerado?

En definitiva, que este trabajo realizado mayormente por las mujeres se ha mantenido oculto en la economía, pues hacerlo visible supone un problema para los gobiernos y tendrían que abordarlo con el objetivo de plantear una equidad y una responsabilidad por parte de toda la sociedad; ya que actualmente los sesgos de género en las oportunidades laborales se hacen más notorios en estos tiempos de crisis económicas, recayendo toda la responsabilidad sobre las mujeres.

La mejora de los derechos de las personas dedicadas al trabajo doméstico, refiriéndonos a este como el que se realiza dentro del propio hogar; debe contribuir al reconocimiento de éste como un trabajo productivo de la economía.