DIVISIÓN DEL TRABAJO EN FUNCIÓN DEL GÉNERO

La división del trabajo entre hombres y mujeres depende del contexto socioeconómico y cultural, y puede ser analizada distinguiendo entre tareas productivas y tareas reproductoras.

Por tareas productivas se entiende el trabajo realizado para producir bienes y servicios, así como la transformación de materias primas. La expresión tareas reproductoras se refiere a la maternidad y a las distintas actividades que se denominan hoy en día «economía de cuidados»; es decir, cuidados necesarios para el sostenimiento de la vida y la supervivencia humana: alimentación, cuidados físicos, educación, formación, etc.

El acceso de las mujeres al empleo sigue obstaculizado por la rígida división del trabajo en función del género. División entre trabajo reproductivo o doméstico, no retribuido ni valorado, asignado habitualmente a las mujeres y el trabajo productivo o empleo, retribuido y valorado socialmente, asignado tradicionalmente a los hombres.

El hecho de que las mujeres se ocupen tanto de tareas productivas como de  reproductoras significa que, con frecuencia, suelen trabajar más horas al día que los hombres. A menudo las actividades reproductoras que realizan las mujeres no son remuneradas o se desarrollan en el sector no estructurado de la economía, sin estar cubiertas por la legislación laboral, como consecuencia el trabajo realizado por las mujeres queda excluido de las estadísticas de empleo y de rentas. Es preciso revisar estas tareas desde una perspectiva de género, de forma que las funciones productivas y reproductoras en el hogar, la comunidad o el lugar de trabajo puedan ser compartidas equitativamente por  hombres y mujeres.

A pesar de la progresiva participación de las mujeres en el mercado laboral, esta segregación de partida se produce en muchos aspectos haciendo que el empleo presente un comportamiento bipolar en función del género. En Andalucía, según las estadísticas publicadas por el Instituto Nacional de Estadística, en el primer trimestre del  2016  la tasa de ocupación entre la población mayores de 25 años es de un 37,41% para las mujeres y de un 51,84% para los hombres. En función a las tasas de ocupación por sectores económicos se observa que los hombres ocupan un 12,8 % en agricultura, un 11,4% en industria, un 8,7% en construcción y un 67,2% en el sector servicios, frente a un 6,2% de ocupación de las mujeres en agricultura, un 4,1% en industria, un 0,7% en construcción y un 89% en el sector servicios. En cuanto al tipo de Jornada, las mujeres presentan en un 28,6%  ocupaciones a tiempo parcial y en un 71,4% ocupaciones a tiempo completo, frente a los hombres que presentan un 90,9% de ocupación a tiempo completo y un 9,1 % de jornadas a tiempo parcial.

Como podemos observar en las estadísticas más básicas, las mujeres tienen un menor porcentaje de ocupación, presentan una mayor ocupación en trabajos a jornada parcial y  desarrollan mayoritariamente puestos de trabajo feminizados, que representan una prolongación de las tareas que venimos desarrollando en el ámbito doméstico (educación, sanidad, limpieza, cuidado personal…), los hombres se dedican a ocupaciones que a su vez resultan masculinizadas, relacionadas con el esfuerzo físico, manejo de maquinarías o  ejercicio de poder (construcción, industria).

Esta separación de los ámbitos no sólo repercute en una mayor dificultad de acceso o exclusión de algunos puestos de trabajo para la mujer, sino que conlleva que el número de ofertas de empleo sea menor, que las condiciones de trabajo sean más nefastas y que la remuneración o percepción económica sea inferior, incluso en aquellos trabajos que pueden ser considerados de igual valor.

Es pues, la diversificación de las opciones laborales de mujeres y hombres fundamental para que unas y otros puedan optar con libertad entre todas las oportunidades que ofrece el mercado laboral. Por otra parte, nos encontramos a la hora de acceder a empleos considerados masculinos con un lenguaje y un conjunto de elementos  que tienden a preservar esa supuesta parcela reservada a los hombres. Por ello, es necesario promover un cambio en la cultura empresarial, poner en marcha estrategias destinadas a establecer la igualdad de oportunidades por medio de medidas que permitan  corregir aquellas discriminaciones que son el resultado de prácticas o de sistemas sociales patriarcales.

 


Un Comentario

  1. Querida compañera, tu entrada es una manifestación más de la necesidad de trabajar en una coeducación y en un cambio en los valores tradicionales a favor de valores más adecuados para la sociedad moderna en la que se supone que vivimos, en la que la igualdad debe reinar y ser el instrumento necesario para cambiar los estereotipos relacionados con la asignación por géneros a los trabajos denominados «productivos» y «reproductivos»
    Asi, se deben procurar una coeducación desde los primeros niveles de la educación en los colegios para favorecer no sólo un reparto equitativo de las tareas dentro del hogar, sino también de la corresponsabilidad en la crianza de los/as menores y del cuidado de los/as mayores, puesto que, dado los nuevos modelos de familias, muchos núcleos están compuestos no solo de los progenitores y descendientes, sino también de abuelos/as y otros/as familiares con dependencia y que, históricamente, dicha tarea ha estado ligada a la mujer como responsable del trabajo reproductivo.
    Si queremos sentirnos orgullosos/as de vivir en una sociedad moderna como en la que vivimos, esta asignatura pendiente es uno de los temas en los que se debe trabajar arduamente, principalmente por la igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres, sino por las repercusiones que puede tener en el escenario económico.

  2. La división binaria mujeres/hombres es algo latente en el mercado laboral al igual que en tantas otras esferas de la sociedad. La tradición de un sistema machista y patriarcal que asigna roles preestablecidos a cada género desde su nacimiento, aboca hacia una plasmación de los mismos en la ámbito del trabajo, no sólo en la ocupación de determinados profesiones que tradicionalmente han estado ocupadas por hombre o por mujeres sino que el conocido como «techo de cristal» aparece de forma sustancial en todas las profesiones, haciendo sumamente complejo para el género femenino acceder a posiciones de poder en cualquier ámbito. Prueba de lo anterior podemos verlo en que en España, a pesar de que el 85% de profesionales de la enfermería son mujeres, el Presidente del Consejo General de Enfermería es un hombre.

    Reflexiones como las que se platean en este artículo son muy necesarias para poder integrar y poner en boga esta circunstancia que padece más de la mita de la población.

  3. Buenas tardes. Me ha parecido de gran interés tu entrada al Blog, ya que es cierto que existe una gran división entre hombres y mujeres en el mercado laboral.

    Me gustaría destacar que has mencionado la «Educación» como un sector feminizado, debido a la gran fuerza que tienen los roles tradicionales de género, puesto que ésta se considera como una de las formas de «cuidado» a la que se dedican comúnmente las mujeres. Esto es cierto, y también lo es el hecho de que, conforme se va aumentando de etapa, mayor va siendo la presencia de los hombres en la educación. Así se puede ver reflejado en el siguiente artículo: https://www.20minutos.es/noticia/3578545/0/el-97-profesorado-mujer-infantil-pero-solo-40-en-universidad/

    Vemos que según este artículo, en la etapa de Educación Infantil existe un 97% de mujeres docentes, mientras que en la universidad tan solo un 40%. Aquí la pregunta que podríamos hacernos es la siguiente ¿por qué cuanto más pequeños/as son los/as niños/as mayor es la presencia de mujeres en la educación? La respuesta es sencilla, porque se considera que requieren de más cuidados, es decir, se priman los cuidados por encima de la enseñanza de los contenidos curriculares, de forma que se sigue considerando que las mujeres tienen «una sensibilidad especial para ello».

    De hecho, como maestro de educación infantil que soy, puedo decir que en muchas ocasiones se han extrañado por el hecho de que sea un hombre y haya elegido dicha profesión. Incluso me han llegado a decir que en determinados colegios privados voy a tener difícil que me contraten porque para la educación infantil buscan exclusivamente a mujeres maestras.

    Además, la Educación Infantil es, por regla general, la etapa educativa más infravalorada, ya que con mucha frecuencia podemos escuchar comentarios despectivos acerca de la misma, los cuales demuestran la creencia de que en dicha etapa los niños y las niñas no adquieren aprendizajes importantes. ¿Será coincidencia que sea una profesión infravalorada y también feminizada? Lo dejo para que reflexionéis…


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